«Si alguien viajara en el tiempo desde 20 años atrás a la actualidad, diría que ya somos humanos aumentados»
Tras pasar 20 años en la Universidad de Berkeley-California, el neurotecnólogo ha vuelto a España como investigador de la Universidad Católica de Valencia y emprendedor
España entra en la primera división de la investigación con el Centro Nacional de Neurotecnología

Imagine un mundo en el que alguien solo con la mente pueda controlar un brazo robótico o que un enfermo de párkinson consiga dominar sus temblores gracias a un implante cerebral. Deje de imaginar: todo eso es una realidad gracias al trabajo de investigadores como ... el valenciano José Carmena (1972), toda una eminencia en el campo de la neurotecnología. No en vano él, junto a Rafael Yuste, ideólogo del famoso proyecto BRAIN, y Álvaro Pascual-Leone, catedrático de neurología en la Escuela Médica de Harvard, son los artífices del Spain Neurotech, con el que se pretende que España se convierta en referencia mundial del desarrollo de herramientas tecnológicas cerebrales. Después de dos décadas en la Universidad de Berkeley-California, ha vuelto a su ciudad natal como investigador en la Universidad Católica de Valencia (UCV) y donde ha participado en el evento InnPulso Salud, una iniciativa organizada por EIT Health Spain, la rama española de la comunidad europea de innovación y conocimiento, donde expone las novedades de un sector que se postula como clave en los futuros tratamientos médicos.
—Usted estudió ingeniería en la Universidad Politécnica de Valencia, se doctoró en Inteligencia Artificial y Robótica por la Universidad de Edimburgo y es Catedrático de Ingeniería Eléctrica y Neurociencia en la Universidad de California-Berkeley, además de codirector del Centro de Ingeniería Neural y Prótesis de UC Berkeley y UCSF. Cuando tiene que resumir a qué se dedica, ¿cómo se define?
—Soy un ingeniero interesado por el cerebro. En los 90 me fui a Edimburgo motivado por aprender más sobre inteligencia artificial. En aquel momento no era como ahora, poca gente hablaba de ello. Me dieron una beca y me quedé, y ahí empezó a interesarme mucho el cerebro. Después me trasladé a EE.UU., donde comencé a investigar con modelos animales, haciendo registros de las neuronas del cerebro, lo que finalmente derivó en la interfaz cerebro-máquina. En aquel momento trabajábamos con primates, pero ahora ya se aplica a humanos y podemos controlar dispositivos con el pensamiento.
—Algo así como mover objetos con la mente.
—Permite realizar tareas de alcance y agarre, por ejemplo, en caso de personas que tienen parálisis o que han sufrido una amputación. Lo que hacen las neurotecnologías es, básicamente, registrar la actividad neuronal en el cerebro y, con inteligencia artificial, que ha sido un elemento disruptivo en los últimos años, traducir esas señales en comandos de acción, que van desde mover el cursor de la pantalla y hacer clic con la mente, a manipular una prótesis robótica que pueda coger objetos en un espacio real. Y estas tecnologías no solo te permiten registrar o leer actividad cerebral, sino también 'escribir' en el cerebro. Por ejemplo, estimulando neuronas de forma electrónica, óptica o química podemos inducir cierto tipo de efecto en el cerebro.
—¿Como, por ejemplo, activar recuerdos en caso de las personas con alzhéimer?
—Hay gente que está trabajando en neuroprótesis de memoria que se utilizarán para casos en los que hay un área de la memoria infartada a consecuencia de un ictus, por ejemplo. Aquí lo que se hace es sustituir la neurona dañada por un chip que emula lo que hacía el cerebro naturalmente. Pero hay otros proyectos al respecto, como crear un modelo digital de tu pensamiento alimentado por inteligencia artificial que aprende de ti y te puede recordar muchísimas cosas. Ahora mismo el papel de la IA en la neurotecnología es mucho más fuerte que hace una década.
«Se están empezando a desarrollar modelos muy potentes por los que, gracias a la información que se obtiene de la persona combinados con IA, se crean 'gemelos digitales' que compensan en parte tener menos datos directos del cerebro»
—Con dispositivos menos invasivos.
—Sí. Cierto es que, de momento, las neurotecnologías invasivas funcionan mejor porque, a mayor resolución del cerebro, más información. Pero claro, también más riesgo. Y viceversa: en estos casos no registras neurona a neurona, sino la actividad de poblaciones neuronales. Se podría comparar a cuando vas por la calle y, en un edificio con la ventana abierta, oyes a un grupo de personas. Desde fuera solo puedes captar si se ríen muchos de repente, por ejemplo, lo que te indica que se lo están pasando bien. O si se ponen a aplaudir, lo que te puede sugerir que estaban dando una charla o viendo un espectáculo. Puedes inferir qué ocurre, pero no con la certeza que tendrías si estuvieras una grabadora dentro de la habitación, escuchando directamente qué pasa allí.
—Entonces, 'desde fuera' con la IA, aún hay mucho camino que andar para 'escuchar' lo que realmente ocurre en el cerebro.
—Se están empezando a desarrollar modelos muy potentes por los que, gracias a la información que se obtiene de la persona combinados con IA, se crea lo que llamamos un gemelo digital, y que compensa en parte tener menos datos directos del cerebro. En cualquier caso, para aplicaciones clínicas, la neurotecnología invasiva sigue siendo la más dominante. No es algo nuevo: solo hay que pensar en los implantes para párkinson o los cocleares. Y hay compañías que ya están desarrollando neuroprótesis tan potentes para que pacientes con severos daños motores vuelvan a andar, por ejemplo.
—Aquí es inevitable no pensar en Neuralink, el implante neuronal de la empresa creada por Elon Musk que promete incluso devolver la vista a los ciegos.
—Neuralink está beneficiándose de dos décadas de investigación previa. Es cierto que hasta su creación todo se había desarrollado en el ámbito académico; pero entonces llega Elon Musk con recursos ilimitados. Conozco el caso de cerca porque algunos de los fundadores fueron colegas y estudiantes míos en Berkeley. Ahora se han ido la gran mayoría, pero son gente excelente que ha desarrollado un implante que va a ser un producto médico de primer nivel, a la altura de los estimuladores de párkinson de Medtronic o Boston Scientific, pero con una tecnología mucho más avanzada.
—¿Qué avances tendrá este dispositivo con respecto a los que hay ahora en el mercado?
—La tecnología médica suele ser bastante rudimentaria por el simple hecho de que nos jugamos la salud de las personas y eso conlleva un riesgo. Es como la tecnología espacial: utilizas no el último chip, sino ordenadores que se han testado durante 15 años y que sabes que no fallan o lo hacen muy poco. En el caso de Neuralink, ellos han innovado mucho a nivel de microelectrónica. Y, al margen de lo que dice Elon Musk de que nos protegerá frente a la dominación de la IA y todo eso en lo que no me meto, este dispositivo será un empuje significativo para el sector, en el que desde los estimuladores estimulación cerebral profunda (DBS) casi no han cambiado.
—¿Cuál es su opinión sobre Elon Musk?
—Es alguien que ha creado diferentes disrupciones en distintos ecosistemas, desde el sector espacial al de la automoción. Yo creo que, por ejemplo, es bueno que haya acabado con el monopolio de la NASA y de Lockheed Martin: ahora está SpaceX como otra empresa puntera espacial. Igual hay gente que no lo ve así, pero apuntar tan alto, como Musk y sus ganas por llegar a Marte, al final crean una compañía que revoluciona toda la industria aeroespacial. Con Neuralink ha pasado algo parecido: lo creó como defensa ante la posibilidad de que la IA domine la humanidad, según contó. No sé si en algún momento ocurrirá eso, igual que no sé si llegaremos a Marte; pero sé que mucha gente se va a beneficiar del desarrollo de ese plan.
—Esta tecnología, como el resto, tiene algunas implicaciones éticas. ¿Dónde está el límite?
—Existen igual que las hay en las redes sociales, con los sesgos de los algoritmos… No hay que meterse en el cerebro de nadie para ver cómo nos manipulan desde el feed de Instagram o Facebook. Pero sí, claro que hay implicaciones éticas. De hecho, Rafael Yuste es pionero y está trabajando mucho en el tema, sobre todo en la parte que se va a desarrollar desde España por el Spain Neurotech. Hace una década no se hablaba de esto, ni en conferencias ni en revistas. Ahora es un tema obligado en cualquier congreso. Es un asunto serio que hay que abordar porque, como cualquier tecnología, tienes que tener bien estudiado el impacto en la sociedad y sus implicaciones. Y ahí va a decir mucho Spain Neurotech.
—¿Cuáles son las líneas rojas que se plantean?
—En el fondo son cuestiones básicas y lógicas, como la protección de datos. Porque si un dispositivo de este tipo está registrando información sobre nosotros, no ya solo nuestro nombre y edad, sino del funcionamiento de nuestro cerebro, ¿a quién pertenecen esos datos? En la Unión Europea se ha creado una legislación al respecto que es más garantista, pero en EE.UU. la letra pequeña suele decir que esos datos le pertenecen a la empresa. Puedes aceptar, pero ¿qué dejaremos que hagan las compañías con ellos? También hay temas más complejos, como que al estimular el cerebro se puedan producir alteraciones de la consciencia. Por ejemplo, hay gente que ha reportado que se siente diferente si tiene activado el estimulador de párkinson. Pero, ¿qué es ser uno mismo? Esas son las cosas que tenemos que abordar.
—¿Cómo imagina el futuro en su campo? ¿Acabaremos siendo 'ciborgs' como muchos auguran?
—A la gente le encanta imaginarse con un ojo que le permita ver en infrarrojo, como en las películas… Pero no hay que irse ni a la ciencia ficción ni al futuro: si una persona de hace 20 o 30 años viajara en el tiempo directa a nuestra época, vería que todo el mundo tiene mapas en la mano o la información en tiempo real mientras va andando por la calle. Esa persona diría que ya somos humanos aumentados. Y ahora vemos dispositivos como auriculares inalámbricos o gafas con cámara y micrófono que te permiten interaccionar en el metaverso, algo que ni pensábamos hace una década. Cada vez vamos a empezar a ver más dispositivos en los oídos, como cualquier tipo de audífono pero con más aplicaciones; otros como gafas, porque las patillas te permiten sensorizar y captar información cerebral o poner microcámaras a la altura de la vista; y dispositivos en las muñecas a semejanza de los relojes inteligentes pero que aporten cada vez más y más información sobre la actividad muscular, por ejemplo. El futuro creo que pivotará más sobre la idea de que alguien esté cómodo y no parezca un tío raro, como un cíborg. Y, aparte de las aplicaciones médicas, que sin duda serán muy importantes, las aplicaciones comerciales también serán cada vez más numerosas con el objetivo de hacer más fácil nuestro día a día.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete