Psicología
Cómo gestionar la frustración, ese efecto que mata las ilusiones
Esta emoción suele ser común en personas que tienen dificultad para controlar las expectativas

La frustración es un sentimiento incómodo que a nadie le gusta experimentar. No es enfado, o desazón: es una emoción rara, que nos frena, nos hace sentir mal y muchas veces nos cuesta incluso reconocer. «La frustración se refiere al sentimiento de decepción ... o desengaño que las personas tenemos al no alcanzar una meta o no conseguir algo que ansiamos y deseamos», define con más exactitud Laura Palomares, directora de Avance Psicólogos.
La frustración es una emoción que suele venir acompañada por otras. Por ejemplo, la ira y la rabia aparecen con normalidad. «Hay personas que esta rabia la echan fuera, y pueden llegar a descargarla con los demás, otras por el contrario la echan hacia dentro, culpabilizándose y fustigándose», explica la profesional, que añade que ninguna de estas formas ayuda a gestionarla: de lo que se trata es de aprender a resolverla desde la aceptación .
Puede aparecer la pregunta de si puede ser intrínseco en nosotros frustarnos más o menos. Comenta Laura Palomares que las diferencias individuales y rasgos de personalidad influyen en cómo experimentamos y afrontamos la frustración , pero sobre todo los aprendizajes a lo largo de nuestra infancia en el entorno familiar son decisivos. «Lo positivo es que siempre podemos aprender a desarrollar una mayor tolerancia a la frustración, y que además esto nos va a ayudar a ser más felices», asegura la profesional.
Qué nos hace sentir frustración
Asimismo, hay que entender que no hay ámbitos que nos predispongan más a sentir frustración o no, pues depende de cada persona. De lo que depende la frustración no es de un escenario concreto, sino de no de nuestra forma de gestionar las expectativas cuando estas no se cumplen . «También dependerá de si una persona centra más su atención en los logros profesionales porque de siempre ha apoyado ahí su autoestima o da demasiada importancia a la relación de pareja porque tiene tendencia a la dependencia emocional», ejemplifica Laura Palomares, que apunta que las vivencias, modos de apego y aprendizajes tempranos están detrás de la reacción de cada persona en los diferentes ámbitos de sus vidas a la hora de gestionar la frustración.
A nivel más práctico, dice la psicóloga que si nos sentimos muy frustrados, lo principal es relativizar y desdramatizar ajustando el pensamiento , siempre de forma muy realista y sin idealizaciones. «Tenemos que atender a la pregunta '¿Qué es lo peor que puede pasar?'. Esto nos va a ayudar a conseguir relativizar y nos predispone a buscar alternativas para solucionar o desarrollar un plan B», asegura.
Frustración como hábito
Además, si sentimos que la frustración es una emoción habitual en nosotros (no solo sentimos enfado y rabia ante cualquier cosa, sino que también se mantiene en el tiempo), advierte Laura Palomares que valoremos si las creencias que tenemos son muy exigentes. «Un carácter perfeccionista y exigente puede dar lugar a esta dificultad para gestionar la frustración, lo que afecta directamente sobre la autoestima y puede generar un bajo estado de ánimo además de cierto grado de alerta y ansiedad». Así, concluye la profesional recordando la importancia de ajustar las expectativas, y desarrollar alternativas buscando soluciones, entendiendo que hay que aceptar que no todo sale a la primera y que precisamente esto fortalece el aprendizaje.
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