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Las orcas tienen un problema: demasiado tiempo libre

No solo golpean timones en barcos, también acosan marsopas, se ponen salmones de sombrero o le sacan el hígado a tiburones blancos. En todos los mares, estos cetáceos actúan por «modas», conductas lúdicas o de socialización

Las orcas hunden el primer barco de la temporada frente al Estrecho de Gibraltar

Una orca se acerca al timón de un barco Circe
Isabel Miranda

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Desde hace algunos años, las orcas del Estrecho de Gibraltar tienen demasiado tiempo libre. Para estos cetáceos listos y voraces, la caza del atún rojo se ha vuelto demasiado fácil y esto ha facilitado la invención de nuevos comportamientos, como la rotura de timones, según acaba de concluir un grupo internacional de científicos. «Las orcas se tienen que aburrir como ostras. No tienen que hacer nada más que comer. ¡Si ven un pez luna y se vuelven locas!», ilustra Renaud de Stephanis, uno de los fundadores de la asociación Circe, dedicada a la conservación y el estudio de los cetáceos.

En las últimas décadas, la observación de orcas ha dado sus frutos. Se han documentado todo tipo de comportamientos extraordinarios en estos cetáceos, la mayor parte de ellos efímeros. Por ejemplo, en 1987, en aguas del Pacífico una orca se puso un salmón muerto en la cabeza, como si lo llevara de sombrero. En pocas semanas la ocurrencia se había propagado y había orcas de otros dos grupos diferentes haciendo lo mismo. Pero igual que llegó la moda, desapareció. Solo un año después ningún ejemplar lo hacía. El comportamiento reapareció otra vez en el verano de 2008 y volvió a desaparecer. En otras poblaciones de orcas, los machos adultos se dan cabezazos con los subadultos sin motivo aparente; mientras que en otros lugares utilizan medusas casi como pelota de playa.

En el Estrecho de Gibraltar, hasta hace algo más de una década, las orcas atlánticas tenían que emplearse a fondo para comer, con carreras a toda velocidad que duraban hasta media hora debido a la escasez de presas. Ahora la persecución dura de dos a tres minutos como mucho. Así que las orcas están bien alimentadas, atrapan rápido a sus presas y les queda mucho, mucho tiempo para explorar su entorno y ser creativas, en especial las más jóvenes. La interacción con los barcos es solo una 'moda', como llaman los científicos a este tipo de nuevo comportamiento, pero es una de las más extrañas que han visto, reconoce Alex Zerbini, quien preside el comité científico de la Comisión Ballenera Internacional (CBI), a ABC.

'Chute endorfínico'

«La hipótesis más plausible es que los animales que ahora están bien alimentados tienen más tiempo para realizar conductas sociales, lo que puede haber contribuido a generar una nueva moda», explica Zerbini, quien reconoce que en general, los expertos todavía no saben «qué genera» las modas de las orcas, capaces de aparecer, desaparecer y reaparecer con gran rapidez. «Puede haber múltiples razones dependiendo de cada población», dice. Es uno de los misterios que rodea a estos cetáceos.

Normalmente las 'modas' son un comportamiento temporal. «Algo que aparece nuevo en el patrimonio cultural de un individuo, puede ser romper un timón, cazar atunes persiguiéndolos o meter la cabeza en la arena para buscar vieiras», dice De Stephanis. Después, cuenta, se puede extender a más o menos orcas en función de si hay «un 'chute endorfínico', como al romper un timón, porque es algo como que mola» o si hay un «refuerzo positivo», como el que se obtiene al cazar y lograr comida.

Una orca en el entorno del Estrecho Circe

A De Stephanis, las orcas ya le han roto seis timones. Él no tiene escapatoria, se dedica a estudiarlas. Por eso sabe que no es la primera moda que surge entre estas orcas atlánticas. «Entre 2005 y 2012 se puso de moda robar atunes a las pesquerías», comenta. Este comportamiento, en plena escasez de alimento, permitió a una de las familias prosperar y tener más crías. «Ha hecho que, a nivel genético, esa familia sea la prominente y es gracias a robar pescado, a saber dónde hay atunes que no se escapan».

Las interacciones con los barcos, sin embargo, se han extendido a todos los grupos de orcas del entorno de la península, según De Stephanis. «Está hasta la gran abuela, la Toñi». Desde 2020 ha habido 673 incidentes documentados. Para el científico, la explicación de esta moda y de otras está en el «fitness», es decir, en si permite que la comunidad logre un estado general de buena salud y fortaleza física, cosa que ocurre.

En el mismo sentido concluyó el grupo de expertos convocados por España y Portugal, y supervisado por la CBI. «No hay evidencia de que las interacciones entre las orcas ibéricas y los barcos sean agresivas por parte de las ballenas (...), parece estar asociado con el juego o la socialización», recoge el informe publicado hace unos días.

Acoso a marsopas

En el Mar de los Salish, entre Canadá y Estados Unidos, hay un grupo de orcas que comparte el espíritu lúdico con las de la Península Ibérica. No tienen ningún interés en comer marsopas, pero si se cruzan con este cetáceo parecido al delfín le prestan bastante atención. A lo largo de una media hora, las persiguen, las acosan, hacen equilibrios con ellas, se las pasan entre ellas y las ahogan. Cuando la desafortunada marsopa muere, las orcas simplemente las abandonan. El comportamiento de este grupo de orcas, único en el mundo, ha intrigado durante años a los investigadores.

Una orca jugando con una marsopa Wild Orca

«Descubrimos que el comportamiento de acoso a las marsopas por parte de las orcas residentes del sur ha estado ocurriendo desde la década de 1960, por lo que lleva un tiempo. En general, las orcas son animales increíblemente inteligentes y curiosos; probablemente solo les guste probar cosas nuevas», asegura Sarah Teman, una de las autoras del estudio. Es decir, las modas pueden acabar convertidas en un comportamiento permanente.

Lo curioso en este caso es que esta población se alimenta sólo de salmón Chinook a pesar de que se encuentra en peligro de extinción y por tanto, no abunda. «No esperamos que comiencen a comer marsopas», dice la investigadora. Es una cuestión cultural. Por eso, detrás del acoso a las marsopas ven más plausible un juego social para establecer vínculos, comunicarse o simplemente divertirse, aunque no descartan tampoco otras razones como una práctica de caza. En el estudio del comportamiento animal no hay nada 100% seguro.

Tampoco está muy claro todavía la motivación de dos orcas que han estado aterrorizando y matando a grandes tiburones blancos frente a la costa de Sudáfrica desde 2017 y, de hecho, han logrado expulsar a un gran número de escualos de su entorno natural. Una investigación, de 2022, documentó los cadáveres de ocho grandes tiburones blancos llegados a la costa tras el ataque de una orca. A siete de ellos les extirparon el hígado y a algunos también el corazón.

Alison Towner, con el cadáver de un gran tiburón blanco, arrastrado a la costa tras el ataque de una orca Marine Dynamics/ Dyer Island Conservation Trust

Para Robert Pitman, biólogo especializado en el estudio de las orcas en la Universidad Estatal de Oregón (EE.UU.), la explosión de nuevos comportamientos no se debe tanto a que las orcas se estén poniendo más creativas, sino a que cada año hay más personas que estudian estos cetáceos. «Creo que es sólo cuestión de que hay más ojos puestos en el agua en lugares más diferentes», dice el investigador, responsable de documentar por primera vez un grupo de orcas cazando y matando a una ballena azul adulta, la más grande que existe.

En el caso de las orcas del entorno del Estrecho, Pitman está de acuerdo con que «simplemente se están divirtiendo». «Como animales inteligentes que viven en gran medida en un vacío sensorial, creo que están abiertos a nuevas fuentes de diversión; supongo que es una moda pasajera que pasará», dice.

«Pesadilla logística»

En Loro Parque (Tenerife) conocen lo complicado que es lidiar con una moda. Un día, una de las orcas del zoológico descubrió que podía arrancar el material de impermeabilización de la piscina, un recubrimiento especial llamado Medflex. Poco después, todas las demás estaban haciendo lo mismo. «Logísticamente era una pesadilla», recuerda Javier Almunia, presidente de Loro Parque Fundación. Probaron a renovar el revestimiento con productos de mayor adherencia, pero las orcas insistían en quitarlo. Sus entrenadores tampoco podía reaccionar. Los etólogos tienen comprobado que lo mejor en estos casos es ignorar la actitud 'molesta', ya que una reacción humana puede acabar siendo un refuerzo para las orcas. «Se lo pasan bien viendo que te pones nervioso», cuenta Almunia.

Orca en el entorno del Estrecho Circe

Al final, Loro Parque optó por quitar el recubrimiento. «Así cesó la moda. No sé si hubiera acabado por sí misma porque son comportamientos donde no hay un refuerzo directo alimenticio. Tiene que ver con la diversión, con la curiosidad, con lo que ellas entienden como una experiencia positiva», asegura el director.

La experiencia ha demostrado que, cuando están bajo control humano, los métodos aversivos solo generan fobias en las orcas, y que es mejor dar un comportamiento alternativo con refuerzos positivos. Pero en orcas salvajes, dice Almunia, el reto es «muy complicado».

Soluciones en el Estrecho

En el Estrecho de Gibraltar, el único remedio para evitar las interacciones con orcas es evitar la zona o, al menos, navegar lo más cerca posible a la costa. Aun así, el grupo de expertos supervisado por la Comisión Ballenera Internacional compiló ocho ideas que tendrán que ser probadas para intentar minimizar los daños.

Por ejemplo, las autoridades portuguesas van a introducir el sistema acústico TAST (de sobresalto). Los científicos sugirieron también reproducir llamadas de calderones (que ahuyentarían a las orcas) y usar tubos de metal oikomi para hacer ruido. Para los barcos que naveguen por la zona habitualmente se están desarrollando unos conos que se pueden añadir al timón y que lo harían menos atractivo. Costaría unos 450 euros instalarlo.

«Si fuera solo un velero se podría llegar intentar modificar el comportamiento de las orcas. Pero como interactúan con muchas embarcaciones al azar, sería muy difícil extinguir el comportamiento», reconoce Almunia. Para De Stephanis, la solución para quien se las encuentre está clara: «Sal por patas. El 95% de los barcos que salen por patas no tiene problemas».

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