En cuarentena
La Pasión de Alcalá
Los ojos del Señor, tranquilos y misericordiosos, calmaban los ánimos de un pueblo sobrecogido por el horror del martirio del Hijo del Hombre y el llanto desconsolado de la Virgen y sus discípulos
El fin de semana pasado fui unas de las afortunadas asistentes a una de las funciones de la representación que la hermandad de la Vera Cruz de Alcalá del Río hizo de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo en un espectáculo teatral y musical ... titulado 'Pasión y Triunfo'. Doscientos hermanos, entre actores, técnicos, coros, tramoyistas y miembros de la organización dieron forma, y vida, a uno de los espectáculos con más 'garra', si se me permite la expresión, que he presenciado sobre los últimos días del Señor en la Tierra. Estoy segura de que el Espíritu Santo les asistió en todo momento, con el hermano mayor Ignacio Velázquez a la cabeza, para ahondar en el Evangelio y transmitirlo con una emoción y una serenidad tales que los espectadores asistíamos sobrecogidos al tsunami que supone la gran noticia de nuestra salvación.
Ahora que las redes sociales nos bombardean con el estreno de la última temporada de la aclamada serie 'The Chosen', titulada 'The Last Supper', no puedo por menos que pensar que no me hace falta presenciar en pantalla de cine cómo Jonathan Roumie se encarga de echar del templo a los mercaderes o cómo reparte el pan y el vino entre sus apóstoles en la última cena. Lo vi en cuerpo y sangre sobre el escenario, sabiendo además que el inmenso esfuerzo y trabajo que significa poner sobre las tablas una representación de este calado sólo tiene un fin benéfico: ayudar al centro de día para personas mayores 'Cristo de la Vera-Cruz', obra social de esta hermandad alcalareña que complementa la Residencia 'Virgen de las Angustias'.
Fue Velázquez quien, cinco años después de la última función, celebrada justo días antes del confinamiento por la epidemia del Covid-19, quiso encender de nuevo la llama teatral en la hermandad, implicando a los más jóvenes y a numerosos hermanos cruceros a los que el gusanillo de la interpretación seguía inquietando las entrañas. Los guionistas se pusieron manos a la obra, y de su pluma emanó un libreto lleno de esperanza, amor y confianza en que con la ayuda de Dios nada podía salir mal.

Los ojos del Señor, tranquilos y misericordiosos, calmaban los ánimos de un pueblo sobrecogido por el horror del martirio del Hijo del Hombre y el llanto desconsolado de la Virgen y sus discípulos. Intuyo que interpretar al Hijo de Dios no debe ser tarea fácil, sólo desde el corazón se es capaz de hacer física la Palabra, de traer la esperanza a las almas atribuladas y de hacernos partícipes de la confianza de que Dios está con nosotros.
Quiero pedirles desde aquí que no tarden otros cinco años en volver, el mundo necesita de su capacidad de evangelización para que la fe deje atrás un río vivo de angustias. La Vera Cruz es el camino.
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