Iglesia en Sevilla
Ministros con dos vocaciones
El diaconado permanente combina la llamada a la vida matrimonial y al servicio a la Iglesia
Tras algún tiempo sin ordenaciones en la archidiócesis hay tres nuevos diáconos permanentes desde diciembre
Sevilla sigue siendo la diócesis con mayor número de diáconos permanentes, casi un diez por ciento del total nacional

Después de algún tiempo sin ordenaciones, la archidiócesis de Sevilla cuenta desde hace un mes con tres nuevos diáconos permanentes, a los que monseñor Saiz Meneses les confirió el orden diaconal en una ceremonia celebrada en la parroquia del Sagrario el 21 ... de diciembre.
Nicolás Durán, José Manuel Marín y Juan Antonio Ceballos se han unido desde ese día al grupo de diáconos permanentes de la archidiócesis, con destino pastoral en alguna parroquia para ejercer como colaboradores del cura. En Sevilla, además, hay diáconos permanentes que son delegados diocesanos por encargo del arzobispo, como es el caso de la Pastoral Penitenciaria.
Sevilla cuenta con una cifra de 58 diáconos permanentes y hay nueve candidatos más para acceder al ministerio, restablecido en su forma actual por el Concilio Vaticano II. La Iglesia hispalense concentra aproximadamente el 10 por 100 de todos los diáconos permanentes de España, cuyo número alcanza los 583 varones casados. Hay siete diócesis españolas en las que no hay ningún ordenado.
«Al diácono permanente se le dice de todo: que si cura retardado, que si sacristán adelantado, que si monaguillo con título, hasta jugador del Rayo Vallecano porque llevamos la estola cruzada sobre el alba», bromea Alberto Álvarez, coordinador de los diáconos permanentes de Sevilla y colaborador en la parroquia de San Vicente.
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Para desterrar esas y otras apreciaciones erróneas del papel del diácono permanente, han emprendido una campaña de sensibilización en la diócesis, que ha empezado por Sevilla Este, para explicar su papel en la Iglesia y en la iglesia. «Somos servidores del altar y de la humanidad», reivindica Álvarez el papel de sus compañeros a la vez que incide en «la falta de información» en buena parte del pueblo de Dios.
El diácono permanente es un varón con más de cinco años de casado que ha sentido sucesivamente dos llamadas vocacionales: a la vida matrimonial y al ministerio ordenado para el que se precisa estudios de Teología y reuniones mensuales de formación durante seis o siete años. Al cabo de ese tiempo, el diácono es admitido a órdenes y finalmente ordenado por el obispo del lugar. Hay un rango de edad establecido entre los 35 y los 55 años para ser candidato.
A partir de que se le confieren las sagradas órdenes, el diácono permanente puede administrar regularmente los sacramentos del bautismo y el matrimonio, proclamar y predicar el Evangelio y catequizar, oficiar responsos y exequias por los difuntos, llevar la comunión a los enfermos y, en general, colaborar con el párroco en la vida pastoral de la comunidad a la que sirve.
Actualmente está en discusión si también podrían ungir a los enfermos, ya que de hecho pueden administrarle el viático a los moribundos.

Sea como fuere, el diácono permanente es un estrechísimo colaborador del cura (el que tiene encomendada la cura de almas) y un acendrado servidor del altar. Pero no recibe ninguna remuneración por su desempeño ministerial, porque uno de los requisitos para ser candidato es garantizarse un sustento económico para sí y su familia.
Alberto Álvarez habla con gracejo de la «pastoral del despacho» para referirse a aquellos diáconos permanentes, como él mismo, que se encargan de atender el archivo parroquial y son el primer rostro visible de la Iglesia en muchas personas que demandan servicios religiosos o documentación eclesiástica.
Depende del sacerdote, de quien dependen, su participación más o menos destacada en las tareas parroquiales. Históricamente, los diáconos tenían asignado el servicio de la caridad en las primeras comunidades cristianas. De hecho, en muchas comunidades colaboran activamente en Cáritas.
Todo depende de lo que les deje hacer el presbítero. Y también su familia, claro: «La esposa es importantísima en la vida del diácono», reflexiona Alberto Álvarez Pérez. Como que para la admisión a órdenes se requiere la conformidad de la mujer del candidato. Son las servidumbres de atender dos vocaciones sacramentales.
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