Estas son las cosas que un hijo siempre recuerda de una buena madre, según la psicología
Expertos en el desarrollo psicosocial destacan que las situaciones más cotidianas dejan huella en los niños
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La infancia es crucial en la vida de toda persona porque marca su desarrollo físico, emocional, cognitivo y social. Lo que ocurre durante esos primeros acaba impactando para el resto de la vida, tanto en la manera como es uno mismo como en la forma de relacionarse con los demás o afrontar las situaciones y desafíos que le depara la vida.
En este sentido, el papel de los progenitores y el entorno familiar es fundamental y entre ellos destaca, por encima de todo, el peso que tiene la madre. Más allá del bienestar y la ayuda para desarrollarse que ofrece, el apego emocional de ella es esencial y el cariño con caricias y achuchones reconforta a los pequeños y les hacen sentirse amados y protegidos. Por lo general, la madre coge el rol de principal protectora por un tema de supervivencia y lactancia y ese vínculo con el paso de los años se mantiene.
De ello estuvo indagando profundamente el reconocido psicólogo Erik Erikson. Experto en el desarrollo psicosocial y en la teoría del desarrollo, él fue un acérrimo defensor de que la primera etapa del crecimiento emocional de un niño se basaba en la confianza y analizó la huella profunda que dejaba en la mente de un niño sus experiencias durante la infancia. Él expuso las cosas que un hijo siempre recuerda de una madre.
Pequeños detalles, errores...
En este sentido, sentirse seguro y amado incondicionalmente es algo que básicamente fomentan las madres con su cuidado diario. Una buena madre, defendía Erikson, proporciona consuelo, seguridad y un sentimiento de pertenencia, con solo un abrazo, charla o simplemente por estar en el hogar familiar.
Las pequeñas tradiciones, a veces insignificantes para los adultos, son otro de los aspectos que siempre se recuerdan. No hace falta grandes acciones sino pequeños detalles, como la merienda con una pegatina, las bromas internas, la ilusión por despertarse con un globo o una carta el día del aniversario, que son los que, independientemente de lo que sea, hacen sentir a los hijos especiales.
Además, hay algo que también es crucial, según los psicólogos: que un niño vea que su madre no es perfecta, que se puede equivocar y reconocerlo. Una madre puede acabar gritando tras un episodio difícil pero lo que seguramente más quedará en la mente de sus hijos es que después, al cabo de un rato, sea capaz de decir «lo siento». Admitir un error y superarlo puede ser una gran lección para un niño.
Varios expertos también inciden en la importancia de una madre para hacer, como si fuera magia, que un momento difícil sea más fácil o soportable. Suspender un examen, por ejemplo, no es un drama insalvable ya que con esfuerzo la próxima prueba puede salir mejor, y más si se alienta a uno. Que los niños conozcan el fracaso es importante pero la madre suele ser fundamental para que lo vean como algo que se puede superar.
En una línea similar cabe mencionar que la madre también ayuda mucho a sus hijos cuando no interviene para ayudar. Eso también es aprendizaje, inciden expertos como Erikson y un ejemplo es cuando un niño empieza a ser autónomo y se empieza a vestir solo o a atarse los cordones. En esos momentos lo fácil es ayudar pero muchas madres, al no actuar a pesar de la frustración, colaboran a que sus niños lo consigan.
También hay que tener en cuenta que la forma en la que una madre habla a su hijo se quedan impregnadas. Decir, por ejemplo, «todos cometemos errores» en lugar de «por qué eres tan descuidada» o «estás aprendiendo muy bien» en lugar de «no lo has hecho bien» es un gran aprendizaje. Por eso, es importante que todo progenitor elija sus palabras con cuidado porque las que use resonarán durante años en la mente de su hijo.
Los niños no perciben, además, la cantidad de sacrificios que hacen unos padres. El último trozo de tarta es el perfecto ejemplo pero menos visibles son las horas nocturnas en las que una acaba el vestido de Carnaval o prepara la ropa para el día siguiente o se pasa ese tiempo acabando el trabajo suyo que ha dejado para después de priorizar a su hijo. Erikson creía que la verdadera satisfacción proviene del cuidado de los demás.
Finalmente hay algo que los niños tampoco notan: una madre no siempre está bien. No son inquebrantables y es verdad que muchos acaban recordando ese día en que su madre se rompió y acabó llorando. Seguramente ellas han parado repentinamente y tratado de disimular y lo cierto es que los psicólogos destacan que momentos así enseñan a las nuevas generaciones que incluso las personas más fuertes tienen días difíciles y que las emociones no se deben ocultar.
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