Gene Hackman, el actor que era bueno cuando hacía de bueno y cuando hacía de malo era mejor
No solía estar el primero en los títulos de crédito, pero los grandes nombres de Hollywood, los primeros de las lista, sabían que Gene Hackman no necesitaba ese sitio para ser siempre el destacado
Hallan muerto a Gene Hackman junto a su esposa y su perro en su casa de Nuevo México
Los mejores papeles de Gene Hackman

No solía estar el primero en los títulos de crédito, pero los grandes nombres de Hollywood, los primeros de las lista, sabían que Gene Hackman no necesitaba ese sitio para ser siempre el destacado. Igual le valía ser 'el bueno' que ser 'el malo', ... el héroe que el villano, y muy bien podría ser suya la frase mítica de Mae West y decir aquello de «cuando soy bueno, soy muy bueno; pero cuando soy malo, soy mejor…» Su naturalidad y su físico 'de gente' le permitían sin aparente esfuerzo interpretar cualquier personaje y de cualquier género; mezclar la villanía y el wéstern, la comedia y la villanía, el drama, la intriga y el cine negro a los dos lados de la Ley. Podría decirse que era un actor completo, absoluto y que le pagaba estética y éticamente a cada una de las décadas en las que hizo cine, a los sesenta, a los setenta, a los ochenta, noventa y al cambio de milenio.
Un tipo serio, rocoso, incluso temible en sus personajes de 'malo' para Clint Eastwood, como el que le dio el Oscar por 'Sin perdón', y un fulano divertido en su horroroso papel en esa comedia menor (y tronchante) titulada 'Las seductoras', junto a Sigourney Weaver y Jennifer Love Hewitt, donde interpretaba a un roñoso ricachón que fumaba puros hasta en la ducha y que tosía y babeaba como un jabalí. Uno de sus últimos papeles antes de retirarse. Era grande en las películas grandes, y aún más grande en las de menor tamaño, en títulos como 'Bajo sospecha' (Stephen Hopkins, 2000), en 'Enemigo público' (Tony Scott, 1998), en 'Poder absoluto' (Clint Eastwood, 1996), en 'La tapadera' (Sidney Pollack, 1993)…, títulos en los que derramaba con limpieza y sencillez toda la suciedad de sus personajes.
El Oscar como mejor actor lo ganó pronto, con 'French Connection', por su brusco personaje del policía Jimmy 'Popeye' Doyle, pero puede recordársele tan bien o mejor en otros como Harry Coul, el hombre medio fracasado, medio canalla de 'La conversación', de Francis Ford Coppola, o como el agente del FBI que llega a un pueblo sureño en 'Arde Mississippi', o el dominante capitán Frank Ramsey en duelo submarino con Denzel Washington en 'Marea roja', de Tony Scott. Incluso en su descacharrado papel de Royal Tenenbaum en la película de Wes Anderson 'Los Tenenbaum. Una familia de genios'.
Pero, aparte del sheriff de 'Sin perdón', de su tremenda paliza al desmitificado Richard Harris y su sombrío final ante Clint Eastwood, Gene Hackman, experto en tipos despiadados (también encantadores), nunca estuvo tan turbio como en 'El jurado', de Gary Fleder, donde interpretaba al abogado de vómito Rankin Fitch.
Hackman desapareció de los escenarios hace demasiados años (su último título, 'Bienvenido a Mooseport', es de 2004), pero aún se tenía la impresión de que, en cualquier momento y de cualquier manera, de 'bueno', de 'malo', de turbio o chalado, aparecería para llenar por completo una película. No ocurrirá, y hay que conformarse con lo que deja.
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