'Adolescencia', el brutal retrato que incomoda a la sociedad y aplaude la crítica
La miniserie de Netflix ha provocado un intenso debate en torno a la soledad y la violencia digital de una generación
Así se grabó una de las escenas más impactantes de 'Adolescencia'
'Adolescencia' no es un buen título

Mientras el pasado martes la jueza pronunciaba la sentencia, Nicholas Prosper, de 19 años, permanecía con la cabeza entre las manos. El silencio denso de la sala no era suficiente para contener la magnitud de lo ocurrido: el joven había asesinado a su madre, ... su hermano y su hermana, y planeaba una masacre aún mayor en un colegio de primaria. La brutalidad del crimen y el perfil del asesino sacudieron a una sociedad británica que ve cómo este tipo de crímenes están en aumento, y que en las mismas horas en que se dictaba la condena de 49 años de prisión, asistía al éxito de 'Adolescencia', la nueva serie de Netflix que ha provocado un intenso debate dentro y fuera de las fronteras británicas por su retrato de una adolescencia afectada por la soledad, los 'influencers' y la violencia digital.
'Adolescencia' comienza con un crimen, y no estamos haciendo spoiler, ya que esto se sabe desde el primer momento. Jamie, un niño de 13 años, es detenido en relación con el asesinato de una compañera de clase. A partir de ahí, la serie, en cuatro episodios rodados cada uno en un solo plano secuencia, se despliega como una exploración del entorno familiar, educativo y social que rodea al protagonista, y tiene lugar una indagación profunda sobre las presiones invisibles que rodean a los adolescentes de hoy. Sus creadores, Jack Thorne y Stephen Graham, han declarado que su intención era comprender qué lleva a un adolescente a cometer un acto tan violento. «Quiero que se muestre en los colegios, quiero que se muestre en el Parlamento. Es crucial porque esto sólo va a empeorar», dijo Thorne. «Es algo de lo que la gente necesita hablar; ojalá eso sea lo que puede hacer la ficción», y es que «para entender a Jamie, tenemos que entender las presiones a las que está sometido».
La serie no sólo ha generado una fuerte discusión social, sino que también ha sido aclamada por la crítica. En este momento, es la más vista en Netflix a nivel mundial. El crítico Tom Peck, de 'The Times', la describió como «perfección completa», mientras que Lucy Mangan, de 'The Guardian', dijo que es «lo más cercano a la perfección televisiva en décadas». El director estadounidense Paul Feig calificó el primer episodio como «una de las mejores horas de televisión que he visto jamás», mientras que la crítica de 'The Telegraph' Anita Singh afirmó que es «una serie devastadora» y que «la actuación es fenomenal», incluyendo la del también creador Stephen Graham, a quien calificó como «el mejor actor británico en activo».
Además del fondo, la forma ha sido también motivo de elogio. Cada episodio ha sido filmado en una sola toma continua, lo que ha sido descrito por la crítica como una proeza técnica y artística. Según Mangan, «sus logros técnicos están a la altura de interpretaciones dignas de premios y un guion que consigue ser intensamente natural y evocador a la vez». Para Jake Kanter, de 'Deadline', «se queda en la mente mucho después de que terminan los créditos», y en eso lleva razón, a juzgar por la presencia que ocupa en los medios desde su estreno.
Frente a la pantalla
El protagonista y sus mejores amigos viven en apariencia una vida tranquila. Salen poco de casa, no se meten en problemas. Sin embargo, es frente a una pantalla donde se gesta la tragedia. La serie pone el foco en los contenidos digitales que consumen los adolescentes y su exposición a discursos misóginos como los de la 'manosfera', un conjunto de comunidades en línea que comparten ideas sobre género, masculinidad y relaciones entre hombres y mujeres. Aunque hay cierta diversidad dentro del término, muchas promueven ideologías que alimentan el resentimiento hacia las mujeres o hacia los hombres que no se ajustan a ciertos ideales tradicionales. De hecho, la serie menciona la influencia de los discursos de Andrew Tate, un 'influencer' misógino. El objetivo de los creadores, según Thorne, es mostrar cómo «Jamie ha sido contaminado por ideas que ha escuchado 'online', que le ofrecen una lógica que tiene sentido para él y que responden a su soledad e incomprensión».
Las reacciones políticas no tardaron en llegar. La diputada Anneliese Midgley llevó el tema al Parlamento y pidió apoyo del Gobierno para proyectar la serie en centros educativos, e incluso el primer ministro, Keir Starmer, respaldó la iniciativa y reconoció que en su hogar, con un hijo de 16 años y una de 14, también están viendo 'Adolescencia', que «muestra un problema emergente y creciente que debemos abordar», advirtió.
Este contexto ha avivado las reivindicaciones de plataformas como Smartphone Free Childhood, que reclaman la prohibición del uso de 'smartphones' en colegios, y el municipio de Barnet, en Londres, se convertirá en pionero en esta materia a partir del próximo curso, cuando los prohíba en todos sus centros. Graham ha manifestado públicamente su apoyo a estas medidas.
La serie ha sido además comparada con otras ficciones británicas que han abordado la juventud desde diferentes prismas en otras épocas, cada una con sus singularidades. Y es que durante las últimas dos décadas la televisión del Reino Unido ha ofrecido retratos diversos. 'Skins', estrenada en 2007, se centró en una generación marcada por los excesos y la desorientación emocional a través del retrato de un grupo de adolescentes de Bristol, en un entorno de fiestas, drogas, sexo, desórdenes alimenticios o bullying. 'Misfits, otra joya de la televisión británica, incorporó elementos fantásticos para explorar la marginalidad juvenil a través del filtro del género fantástico y la ciencia ficción. La premisa es tan llamativa como subversiva: un grupo de jóvenes problemáticos que están cumpliendo servicios comunitarios por delitos menores es alcanzado por una extraña tormenta eléctrica, y cada uno de ellos desarrolla un poder sobrenatural vinculado, de forma simbólica, a sus inseguridades o traumas personales. Antes de ellas estuvo 'Shameless', que mostró el ciclo de la pobreza heredada y las fracturas familiares en los suburbios. Ambientada en una urbanización ficticia de Manchester, la serie sigue a una familia disfuncional y a sus vecinos, y tira del característico humor corrosivo británico para su hilo narrativo. Ahora llega un nuevo retrato con 'Adolescencia', que se aleja del ruido de las fiestas y crisis colectivas, y apuesta por el silencio frente a una pantalla que cabe en la palma de la mano y por una violencia contenida que se gesta en soledad, pese a la ironía de ser, supuestamente, una sociedad hiperconectada.
Sanidad y educación
En este sentido, la serie puede considerarse heredera contemporánea del enfoque realista y comprometido que ha caracterizado a muchas producciones británicas con los jóvenes como figuras principales, como 'Byker Grove', 'Waterloo Road' o 'Some Girls', impulsadas desde la BBC que, como televisión pública, ha apostado por un enfoque realista, comprometido y pedagógico. Estas series, de las que bebe 'Adolescencia', han reflejado los dilemas de distintas generaciones de jóvenes, contribuyendo a una tradición audiovisual que ha sabido mirar a la juventud sin paternalismo, con una voluntad clara de provocar reflexión y cambio.
El debate generado por 'Adolescencia' ha alcanzado también el ámbito sanitario y educativo. Las opiniones entre los expertos están divididas. La psiquiatra infantil Abigail Huertas, autora del libro 'Solo necesito que me aceptes', ha sido crítica: «Valorando el gran trabajo de los actores, no ha terminado de convencerme, porque no refleja lo que veo en consulta. Sé que la serie ha recibido buenas críticas, pero no siempre lo que funciona para unos encaja con todos». Según Huertas, la serie podría generar una visión distorsionada y alarmista. «Asusta, aleja y no suma. Deja un mal poso pero no aporta ni un poquito de esperanza». «No sé si que las familias se asusten ante esta ficción es la mejor manera de que tomen conciencia» y, en su opinión, «recoge solo estereotipos peligrosos».
Por su parte, la profesora y divulgadora de disciplina positiva Diana Al Azem, autora de 'AdolescenteZ, de la A a la Z', ha defendido que 'Adolescencia' «es un espejo poderoso que obliga a los adultos a reflexionar sobre cómo estamos criando, educando y entendiendo a nuestros jóvenes en el siglo XXI». Para ella, la ficción interpela tanto a familias como a docentes: «¿Qué mensajes están recibiendo nuestros hijos sobre la masculinidad? ¿Estamos fomentando la empatía, la vulnerabilidad y el respeto, o perpetuando ideales tóxicos que los desconectan de sí mismos y de los demás? Uno de los mayores logros es su representación honesta y cruda de la masculinidad en crisis con el caos emocional de la pubertad, el aislamiento social y la presión de encajar en moldes que ya no funcionan».
También las autoridades, como la policía de Guernsey, se han pronunciado sobre la serie. Laura Simpson, responsable de seguridad digital, afirmó: «No debemos enterrar la cabeza en la arena. Este debe ser un toque de atención a padres, cuidadores y profesionales».
Más allá del plano secuencia: un prodigio de técnica con el que capturar la emoción del instante
Fernando Muñoz Madrid
La propuesta de Philip Barantini de rodar en plano secuencia –esto es, en una sola toma y a tiempo real– cada capítulo de 'Adolescencia' busca asfixiar al espectador tanto como agita la historia del joven Jamie Miller, convertido en asesino ante la ceguera de padres y educadores. No es algo nuevo ni poco testado, pero cada vez que el «experimento» sale bien se convierte en algo brillante, una especie de fuego artificial que ya no sorprende pero del que no se puede apartar la mirada. La idea de poder ver una hora real y sin cortes de la vida de los protagonistas provoca una sensación de realismo y 'voyeurismo' difícil de alcanzar con un montaje a corte tradicional. También genera un desasosiego en el espectador, una idea de que el tiempo, siempre maleable en la ficción, aquí se agota.
El 'plano secuencia' ha sido un recurso explorado en el cine desde casi sus orígenes, solo limitado por la técnica. Las pesadas cámaras, los rollos limitados de celuloide... impedían el 'long take' que ahora el digital ha facilitado. Además, en los últimos años, el plano secuencia se ha convertido en un divertimento narrativo para grandes cineastas que se pasan por la pequeña pantalla con más dinero y menos vetos que cuando se ponen a buscar financiación para un largometraje. Lo hemos visto recientemente en el capítulo final de 'Los años nuevos', de Rodrigo Sorogoyen, o un poco antes, en el aplaudido desenlace del episodio 4 de la temporada 1 de 'True Detective', que si bien solo son diez minutos se hacen largos como una cadena perpetua.
En el cine, el propio Barantini ya filmó en tiempo real 'Hierve', fabulosa cinta que pasó por cartelera sin pena ni gloria. Y todos los grandes jugaron en algún momento con larguísimos planos secuencias en algunas de sus obras maestras, como Hitchcock ('La soga'), Berlanga ('El verdugo'), Kubrick ('Senderos de gloria' o 'El resplandor'), Welles ('Sed de mal')... También entre reconocidos cineastas en activo, como Gus van Sant ('Elephant'), Campanella ('El secreto de sus ojos'), Rodrigo Cortés ('El amor en su lugar'), Pedro Costa ('La sangre')... Otros, como Sam Mendes ('1917'), rodaron una película «a una toma», aunque con decenas de microcortes. También Matías Bize en 'El castigo'. Nada como la locura de Sokúrov en 'El arca rusa', estudiado plano secuencia de 90 minutos sin cortes, con 2.000 extras en el Museo Hermitage para desgranar 300 años de historia de Rusia.
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