PÁSALO
Carmen Sevilla
Se especializó en una suerte de rejoneo para evitar a los miuras que le embestían
Pive Amador no me lo quiso decir con palabras. Y me mando, vía guasá, un video donde se guarda uno de los momentos más rutilantes de Carmen Sevilla. Eligió ese camino porque hay cosas en la vida que no se pueden decir con palabras, no ... se deben decir con palabras. Y Pive seleccionó la imagen de una grabación que, al verla, sin exagerar, me pareció asistir a uno de los días más grandes y escogidos de la creación del mundo. Alimentada por la juventud, frutal como un poema de Hernández, bellísima hasta exclamaciones raciales, Carmen nos habla en inglés antes de interpretar 'Estando contigo' en uno de los shows televisivos más poderosos de la televisión norteamericana de todos los tiempos. El show de Ed Sullivan. Ese show, que se emitió durante dos largas décadas, sentaba a los espectadores americanos todos los domingos a las 8 p.m. delante de unos aparatos televisivos no más pequeños que un tractor, por donde pasaba la vida y el mundo. Se emitía el programa desde Nueva York por la CBS. Y en una de aquellas emisiones domingueras apareció la vida y el mundo de una España que apenas si empezaba a vivirla tras la posguerra. Y no pudo aparecer más bonita, más seductora, más juvenil y desbordante. Junto con Sara Montiel, el de Carmen Sevilla, fueron los rostros bendecidos por la belleza de una España que quería olvidar tanto como había padecido.
Ni que decir tiene que al show de Ed Sullivan no se asomaban chiquilicuatres ni postizos de la fama. Por allí pasaba todo aquel que se llevaba bien con el éxito o con la notoriedad. Y para una España aislada, olvidada en la esquina de su historia, con un grado de conocimiento internacional sólo comparable al que la ciudadanía tiene de algunos candidatos de la actual política española, la actuación estelar de Carmen supuso una llamada a la puerta de los olvidadizos. España existía. Y en España existían también artistas tan exquisitamente hermosas que no necesitaban ser tan explicitas como algunas rubias platinos para levantar el ánimo de un patio de butacas. Dicen que Carmen se especializó en cierta suerte del rejoneo para evitar a los miuras que le embestían. A Charlton Heston le respondió con un mordisco en el labio por haberse pasado de revoluciones en un beso de una escena de amor. Y a Cantinflas le devolvió un zafiro para evitar contraprestaciones a cambio. A Carlos Herrera, en las memorias que le escribió a Carmen, le llegó a decir que le hubiera gustado no ser tan decente...
Yul Brynner, Marlon Brandon, Fidel Castro, el Che se asomaron al resplandor de su rostro para conocerla y tratarla. Dicen que en La Habana, llegó a conocer a Lucky Luciano, dueño del hotel Capri, millonario por la vía calabresa o siciliana, al que Carmen confundió con un disparatado millonetis. Aquel delicado y hermoso animal que cantó en el show de Ed Sullivan nos acaba de hacer herederos de la escala perfecta de su belleza recordándonos que, es cierto, cuando la tuvimos cerca nos sentimos muy felices…
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