Trampantojos
Último cuerpo de campanas
El mundo está tan confuso que ni las campanas guardan la liturgia de las horas y los calendarios
Suenan las campanas de la Giralda a destiempo, caóticas, locas, rebeldes y como huyendo por los cielos de Sevilla. Podríamos decir que el mundo está tan perturbado y confuso que ni siquiera las campanas guardan la liturgia temporal de las horas y los calendarios. Pero ... es sólo una cuestión de mantenimiento, de revisión anual de bronces y sonidos. Pura normalidad de un garaje de campanas.
Rafael Montesinos tituló uno de sus poemarios con un nombre que suena a cielos de una Sevilla vieja: «Último cuerpo de campanas». Ya no sabemos escuchar las campanas, pero hubo un tiempo en el que advertían a los sevillanos no sólo de las horas, también de las festividades, de las muertes y nacimientos regios, de peligros y novedades. Estaban las muy dolorosas campanas de ánimas y las de agonía, pero también las de temporales y desastres.
Tenía la ciudad campanas características que sólo sonaban aquí. Los sevillanos de la época sabían cómo era la melodía de las que anunciaban la llegada de la Flota de Indias. Y había otra especialísima en el ambiente sevillano: la campana de espantalbures, llamada así por los pescadores del Guadalquivir que vivían en el barrio de los Humeros. Cuando sonaba la dichosa campana huían los albures y ya no había pesca que ahumar.
Esa campana de espantalbures se llamaba Santísima Trinidad y pendía de la espadaña de la Capilla de Afuera del Monasterio de Santa María de las Cuevas. Sonaba en Fa. Era la campana de las misas privadas de los Pickman cuando fue fábrica de loza y la que sonó primero en la inauguración de la Exposición de 1992. La creó el maestro fundidor Zacarías Ditrich, que trabajaba en la Real Fundición de Artillería con taller en la calle de los Ocho Hornos en San Bernardo.
Es la hora del ángelus y recorro la antigua Fábrica de Artillería. Suena una campana de duelo, de agonía, de muerte en la iglesia de San Bernardo. Mágica ciudad que entre el ruido del presente nos sigue recordando los paisajes sonoros del pasado.
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