EL ÁNGULO OSCURO
Trump y Napoleón
Resulta hilarante que nuestros progres de guardia estén escandalizados con las agresiones de Trump al poder judicial
Yo denuncio el Régimen del 78
Verdad, justicia y reparación
Con su finura y clarividencia características, explicaba Pemán a los lectores de ABC que los Estados Unidos, al ser un país hecho violentamente, necesitaba gobernantes fuertes que no estuviesen constreñidos. Para ello urdieron –continúa el maestro– «una democracia con injertos monárquicos» que se renueva ... cada cuatro años; y para probar la «implícita añoranza monárquica» de los gringos, nos topamos con su tendencia irreprimible a la reelección de los presidentes. Pemán prefiere esta democracia con injertos de monarquía a la monarquía parlamentaria europea; pero añade –discípulo de Donoso, al fin– que, «con ser menos inviable el sistema presidencialista que el parlamentario, adolece por igual del vicio de origen del principio electivo esencialmente corruptor».
A juicio de Pemán, los gringos «precisan ser mandados por Julio César o Napoleón, y entonces buscaron el modo de fabricarse, cada cuatro años, su autócrata a la vista del público». Fiel a este designio –como si hubiese leído a Pemán–, el bocazas de Trump acaba de colgar en Twitter una cita atribuida a Napoleón: «Aquel que salva al país no viola ninguna ley». Lo hace mientras se enfrenta a los jueces progres que tratan de frenar las órdenes ejecutivas emanadas de la Casa Blanca. Hace años, cuando Trump fue desalojado de la Casa Blanca (¡y de Twitter!), escribimos socarronamente que el hombre que aspiraba a ser un nuevo Julio César se había convertido en una versión aspaventera del fracasado Catilina. Pero esa «implícita añoranza monárquica» que Pemán detectaba en los gringos le ha concedido una inopinada segunda oportunidad, que quiere aprovechar para comportarse como Julio César o Napoleón, conforme al espíritu de la democracia americana. ¿Lo logrará? Mucho tememos que no, porque quienes entonces lo desalojaron ahora encontrarán el modo de impedírselo; y su fanfarronería acabará de perderlo.
Resulta, por lo demás, hilarante que nuestros progres de guardia estén escandalizados con las agresiones de Trump al poder judicial. En el Régimen del 78, desde luego, sería inconcebible que un presidente se enfrentase abiertamente con los jueces, pudiendo lanzarles insidias que sirvan de señal a la prensa amorrada a la mamandurria gubernativa para arruinar su prestigio. Por fortuna, en España nadie ha leído 'El espíritu de las leyes'; pues si alguien lo hubiese leído, habría descubierto que a Montesquieu no le interesa tanto separar el poder como limitarlo, consiguiendo que el poder contenga el poder. Que es exactamente lo que ha dejado de ocurrir en España, donde el ejecutivo puede sacudirse la contención del legislativo, legislando por decreto; y donde puede sacudirse la contención del judicial mediante el llamado Tribunal Constitucional, que interpreta las leyes a gusto del gobernante y, llegado el caso, anula las actuaciones judiciales que molestan al ejecutivo. Pero el malo es Trump, porque quiere ser Napoleón, que es precisamente para lo que lo votaron.
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