Tigre de papel
La bala iba para Trump, pero acabó con Biden
Las dos últimas expresiones de violencia política más radicales han sido los atentados contra dos populistas
Ni el fascismo, ni la ultraderecha ni el conservadurismo radical. En un mundo de polarización creciente, las dos expresiones de violencia política más radicales han sido los atentados contra dos populistas no precisamente progresistas. Primero fue Robert Fico y ahora ha sido Donald Trump, quien ... hace apenas unas horas ha sido víctima de un intento de asesinato durante un mitin en Pensilvania. La bala apenas rozó su oreja, pero el expresidente y ahora candidato pudo haber muerto si el proyectil se hubiera desviado apenas unos centímetros.
Más allá de la atrocidad moral que supone, el intento de asesinato de Trump hace saltar por los aires toda la campaña electoral en EE.UU. En primer lugar, el magnate gana para sí una condición de mártir que multiplicará sin duda sus opciones de alcanzar la presidencia. Lincoln, Garfield, McKinley y Kennedy fueron presidentes asesinados y otros como Reagan, Ford o los dos Roosevelt sufrieron atentados que, afortunadamente, no acabaron con sus vidas. En cualquier caso, el martirio político es un tópico arraigado en la mentalidad estadounidense por lo que el intento de asesinato de Trump añadirá, sin duda alguna, una dosis de épica que completará la complejidad del personaje.
Trump es un mentiroso compulsivo, un delincuente y un hábil populista, pero ninguno de sus defectos puede justificar el que alguien atente contra su vida. De hecho, cuando la violencia se expresa de una forma tan perfecta, más allá de la censura obvia, debemos preguntarnos qué hizo posible que llegásemos hasta aquí. A Trump se le ha criticado muchas veces con razón, pero también se ha cultivado un contexto de fobia y desprecio que superan con mucho la legítima crítica política. Vivimos en una alerta permanente contra la extrema derecha, pero hemos olvidado que el odio no tiene ideología y es siempre el mismo.
Trump es un político cargado de defectos, pero también tiene algunas virtudes. Entre ellas está el saber capitalizar cualquier ventaja y el execrable atentado de ayer le regaló una circunstancia en la que pudo explotar su personalidad como nunca. «Luchen, luchen», dijo a su público con el brazo en alto y la cara ensangrentada. Dense unas horas y veremos esa secuencia estampada en tazas, memes y camisetas. Es imposible que los demócratas ganen a esa imagen. La bala iba para Trump, pero ha acabado con Biden.
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