cabeza fría
Daltonismo en el Congreso
Ni Francina Armengol ni su cuestionado letrado mayor son capaces de distinguir cuáles son las líneas rojas que las Cortes nunca pueden cruzar
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Cuando conocimos esta semana que tres importantes fiscales –el jefe de Anticorrupción, la máxima responsable de la Fiscalía Europea, y el encargado del caso Koldo en esta institución– iban a ser citados por el Congreso para ser sometidos a las preguntas de los diputados ... en un intento de injerencia política sin precedentes en la democracia, todos cargamos a los socialistas con la culpa por haber vendido, una vez más, su alma a Bildu y Junts. Pero siendo el PSOE el gran responsable de lo sucedido, debemos preguntarnos qué más falló para que esa lista de comparecientes no solo existiera y se compartiera entre grupos sino que llegara a aprobarse en una sesión parlamentaria oficial, con efectos que aún no está claro cómo van a deshacerse.
¿Dónde estaban los letrados para advertir expresamente de que los fiscales, como los jueces, están fuera de cualquier intento de control político por parte de los diputados? ¿O es que acaso se están desmontando las garantías jurídicas y cruzando las líneas rojas más elementales que siempre han existido en el Congreso?
Es lo que parece a tenor de lo que sucedió en aquella sesión a la que, ya sea por mandato o por activismo propio, el cuestionado letrado mayor de la Cámara, Fernando Galindo, envió a su mano derecha, Mercedes Araújo. Es difícil pensar que el movimiento fue casual. Esta letrada, adjunta a Galindo para asuntos parlamentarios, es de su total confianza y la llamada comisión de investigación de las mascarillas –en la que se acordó citar a los fiscales–, es la que tiene más importancia política para el Gobierno en este momento.
Como letrada asignada, la principal labor de Araújo ante la lista de comparecientes era revisarla y hacer advertencias de ser necesario. Sin embargo, la letrada vio los nombres de los tres fiscales y calló. No hizo aviso alguno ni por escrito ni de viva voz a pesar de que no solo no cabe el control político sobre la labor de los fiscales sino que el estatuto de estos les manda guardar secreto absoluto sobre sus casos. En lugar de avisar del sinsentido de citar a los tres fiscales, Araújo optó por un silencio cómplice.
El precedente ahí queda por mucho que, ante la polvareda levantada, los socialistas dieran marcha atrás al día siguiente con un «que, no, que no. Que no vendrán los fiscales. Palabrita del niño Jesús». Pero esa ya nos la sabemos. Igual empezaron los pactos con Bildu, los acuerdos con ERC, los indultos y la amnistía. Por ahora, la lista de comparecientes sigue vigente y el PSOE ni siquiera se ha comprometido a revocarla.
Igual que está sucediendo con la tramitación del proyecto de ley de amnistía, el partido de Pedro Sánchez está pudiendo llegar tan lejos porque está contando con colaboradores necesarios a los que no debemos perder de vista. Francina Armengol y Fernando Galindo están demostrando un daltonismo alarmante al no distinguir cuáles son las líneas rojas que las Cortes nunca pueden cruzar.
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