el batallón
Trump y Putin, almas gemelas
No es posible llamar a Zelenski «dictador» cuando tú has jaleado una asonada en el Capitolio y te prestas a hacer negocios con el sátrapa del Kremlin
Los del Muro y nosotros
El honor de los Sánchez
«Lo que me faltaba...». Quizá sintiera Zelenski un sudor frío recorriendo su espalda cuando leyó el tuit de Sánchez anunciando que el lunes irá a Kiev en misión de rescate, una vez que la imagen de la política exterior del marido de Begoña ... tienda al unilateralismo, o lo que es lo mismo, que el 'asombro del barrio de Tetuán' siempre suele ir por libre en su estrategia internacional. «A mí me mandan a este y a Trump, a Starmer y Macron...», cavilaría el ucraniano. Con el gasto español en Defensa cerrando la lista de los países de la OTAN y con esa fama de Juan Palomo alternativo, qué diantres puede ofrecer Sánchez una vez que Trump tiene al presidente ucraniano en su punto de mira. Un par de palmadas en la espalda y salir en la foto. Luego se supo que va a Kiev con una delegación de la UE, algo que ocultó en su tuit. Entonces Zelenski respiró.
Poco parece ante la injusta cacería que el presidente de EE.UU. ha emprendido contra el ucraniano, una de las aparatosas embestidas del primer mes del segundo mandato de Trump, que ha entrado en el Despacho Oval como elefante en cacharrería, con ideas tan descabelladas como convertir Gaza en un 'resort' vacacional de lujo que compita con los de Sharm el-Sheij y que los dos millones de gazatíes se marchen a Jordania o Egipto. Ideológicamente, Trump se está comportando con el mismo nivel de sensatez y raciocinio del sujeto aquel que disfrazado de bisonte acaudilló la toma del Capitolio hace cuatro eneros. Porque no es posible considerar a Zelenski «un dictador» cuando tú mismo has jaleado una asonada en tu país; cuando mandas a Marco Rubio, tu secretario de Estado, a reunirse con el autócrata Putin –el mismo que lo mismo encarcela en el Gulag o envenena a la oposición–, con una dictadura teocrática como mediadora del encuentro con el que pretendes que se dejan de pegar tiros en Ucrania. La foto resulta espeluznante e invita a la depresión a los ojos de cualquier persona sensata: Rubio con el monaguillo de Putin y como anfitrión del encuentro un primo del príncipe Bin Shalman, el que dio la orden de convertir en carne para albóndigas al periodista Khashoggi, desafecto con el régimen de Riad, en el consulado saudí en Estambul. Que ese recontradiós llegue en el primer aniversario del asesinato de Navalni casi es un sarcasmo e invita a uno a fantasear con tomar el primer cohete que abandone la Tierra (el Yoli-Cohete), el presunto ingenio espacial que según la dirigente de Restar están preparando los magnates mundiales para salir pitando de aquí en vísperas del apocalipsis climático.
Que Trump intente trasladar la versión de que el invadido es el culpable de la guerra de Ucrania; que le llame «dictador» por no convocar elecciones en un país en guerra desde hace tres años, con varios millones de ucranianos refugiados en otros países; que trate de hacer negocio con el agresor (en el Ártico o con las tierras raras) o que se cobre venganza porque Zelenski no investigó los oscuros trapicheos del hijo de Biden en su país, le pone a la altura moral y política del autócrata del Kremlin, casi dos almas gemelas.
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