Trump y Musk apagan Usaid: el final de la mayor red de ayuda humanitaria del mundo
Los empleados, que han sido suspendidos de sus trabajos, relatan a ABC un apocalipsis interno
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Durante décadas, Estados Unidos cimentó su estatus de superpotencia no solo con su poderío militar y económico, sino también con su influencia humanitaria. Allí donde golpeaba el hambre, una epidemia o la guerra, aparecían las icónicas tiendas de la Agencia de los Estados Unidos para ... el Desarrollo Internacional (Usaid), con su lema inconfundible y perpetuo: «From the American people» -«Del pueblo americano»-. Pero eso, al parecer, ha llegado a su fin.
Las llaves de Usaid están en manos de una persona: Elon Musk. En un movimiento digno de una novela policiaca, un grupo de jóvenes ingenieros enviados por el hombre más rico del planeta irrumpió en la sede de la agencia en Washington el sábado exigiendo acceso total a cada piso y cada despacho. Cuando el jefe de seguridad, John Voorhees, y su adjunto intentaron bloquear el paso a una sala de máxima seguridad, con información clasificada, fueron suspendidos de empleo y expulsados y amenazados con la intervención de los alguaciles federales.
Horas después, Musk fue tajante en su red social: «Estamos cerrando Usaid». Arremetió contra la agencia, calificándola de «nido de marxistas radicales» y de «reducto antipatriótico de la izquierda». Con el respaldo de Trump, el hombre más rico del mundo desmantela la mayor agencia humanitaria de Estados Unidos a golpe de decreto y llave maestra.
Como primera pica en esta guerra, uno de los enviados de Musk, un joven llamado Gavin Kliger, envió este lunes a primera hora un correo electrónico desde una cuenta oficial de la agencia a los 10.000 empleados de Usaid. En el mensaje, les informó que las oficinas permanecerían cerradas todo el día y que debían trabajar en remoto hasta recibir nuevas instrucciones.
Pero no se trata solo de los 10.000 empleados de Usaid ni de los 40.000 millones de dólares anuales que administra en ayudas internacionales. Usaid es un imperio del que dependen cientos de subcontratistas y asesores en todo el mundo. Su mayor destino de fondos es Europa, con unos 17.000 millones de dólares al año, principalmente para Ucrania. Le sigue el África Subsahariana, donde financia programas contra el VIH, la malaria, la hambruna e incluso el ébola.
Usaid ha creado un imperio financiero no gubernamental. Sustenta económicamente programas en todo el mundo y ha mantenido vivas a cientos de organizaciones humanitarias, incluidas pequeñas ONG que emplean a miles de personas. Muchas de estas entidades ya han aplicado expedientes de regulación de empleo de manera expedita, provocando una verdadera conmoción en la capital de Estados Unidos.
Apenas puso un pie en la Casa Blanca, Donald Trump ordenó la congelación total de la ayuda humanitaria por 90 días mientras el equipo de Elon Musk realizaba una auditoría. De inmediato, miles de subcontratados perdieron sus empleos. Los ingenieros de Musk, un grupo de jóvenes que prácticamente vive en las oficinas del recién creado Departamento de Eficacia Gubernamental, se pusieron manos a la obra. Revisaron cada programa, rastrearon pagos y detectaron que en algunas empresas privadas, que operaban bajo la apariencia de ONG, los directivos cobraban sueldos de casi un millón de dólares anuales, financiados en un 90% con fondos federales.
Ahora, el gobierno federal está identificando qué programas se consideran esenciales. Algunos, como la asistencia de emergencia para personas con VIH, han recibido exenciones a la congelación de fondos. Otros, destinados a combatir la hambruna y la malaria, seguirán recibiendo financiación, según el equipo de Musk.
El desmantelamiento de Usaid ya está en marcha. Su página web y redes sociales han desaparecido, y la agencia ha sido absorbida provisionalmente por el Departamento de Estado. A partir de ahora, los fondos de cooperación internacional estarán bajo el control del jefe de la diplomacia estadounidense, Marco Rubio, con un presupuesto drásticamente reducido.
El apocalipsis
Este lunes, las oficinas de Usaid en Washington -situadas a medio camino entre la Casa Blanca y el Capitolio- estaban desiertas, como en los días más duros de la pandemia. Aunque la sede nunca llegó a estar realmente llena, ya que la política de teletrabajo de la agencia permitía que muchos empleados trabajaran desde destinos tan remotos como Tailandia o Costa Rica.
Frente al edificio, unos pocos empleados protestaban contra Musk y sus ingenieros. Sin embargo, había más cámaras de televisión que manifestantes, esperando captar algún momento simbólico del colapso de la agencia. Lo único visible era la retirada de carteles con imágenes de los proyectos internacionales de Usaid, desmontados en silencio por personal de mantenimiento.
«Esto es un apocalipsis», dijo a ABC uno de los empleados presentes, que prefirió identificarse solo como Nila. Con 20 años de experiencia en programas de Usaid en África, aseguró que el desmantelamiento de la agencia costará vidas. «Pero serán en lugares que al señor Musk no parecen importarle, como África o Asia Central», lamentó.
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