coronación DE carlos iii
Fervor 'british' a pie de calle: «Este día solo vamos a vivirlo una vez»
En el epicentro de Londres, que este sábado se convertía en el centro del mundo, la gente ha vivido esta fecha histórica con ilusión y alegría
Todos los looks de los invitados: ellos con uniforme y ellas con vestidos azules, rosas y amarillos
Carlos III, ungido y entronizado en la primera coronación en siete décadas en Gran Bretaña
«Venís preparadas, ¿seguro que no habéis hecho esto más veces?», preguntaba con ironía una mujer a otras dos, mientras miraba asombrada los taburetes que acababan de desplegar. Las dos señoras, equipadas con botas de montaña, subían al mismo tiempo a sus taburetes y se reían. «Este día solo vamos a vivirlo una vez», respondía una. La otra ya había sacado un termo con té y tres vasos metálicos. En el Mall todo estaba listo para que comenzara la procesión que llevaría a los Reyes Carlos y Camila desde el Palacio de Buckingham hasta la abadía de Westminster.
En el epicentro de Londres, que este sábado se convertía en el centro del mundo, la gente ha vivido este día con ilusión y alegría. Y bajo unas medidas de seguridad extremas. La cobertura iba y venía, los controles de policía eran constantes y los accesos se abrían y se cerraban aleatoriamente, independientemente de los aforos.
El primer momento para recordar de este día llegaba media hora después, a las diez y veinte minutos de la mañana de Londres, cuando se comenzó a escuchar la carroza tirada por seis caballos con la que los Reyes acababan de salir del Palacio de Buckingham. Una estruendosa ovación, seguida de aplausos y agitación de banderitas llenó de energía y de un sentimiento pleno de alegría en un día que para los británicos es histórico y que refleja el sentir general de la mayoría de los ingleses que están a favor de la Monarquía y apoyan a su Rey. Este sentimiento se ha reflejado en los últimos días con la cantidad de gente que había acampado para coger sitio para la Coronación. Hoy, desde las cuatro de la mañana, la gente llegaba a St. James's Park y el Mall. Los encargados de los puestos de comida abrían a las tres de la madrugada y no han dejado de servir comida desde entonces.
En cuanto comenzó a sonar el himno, toda la gente que se encontraba en esta zona frente a Buckingham se ponía de pie para cantar y aplaudir. Nadie en el parque quitaba la vista de la pantalla. Reconocieron entonces que la carroza pasaba justo a la altura del Mall donde se encontraba la pantalla y se giraron hacía la calle y empezaron a levantar los brazos y a saludar.
Seguía lloviendo, pero no importaba. La amenaza de lluvia no solo se ha cumplido, se ha adelantado. Con los paraguas en ristre todos se mantuvieron en su sitio, a pesar de que ha habido momentos en que ha llovido con algo más de intensidad de la que acostumbra en Londres.
Debajo de uno de los enormes árboles del parque se cobijaban de la lluvia Deb y Zoe, dos hermanas que disfrutaban del fervor de esta mañana junto a su amiga Tel. Habían elegido el mejor sitio para montar su campamento. No les faltaba ni una sola bandera de Reino Unido. Era la primera vez que venían al centro de Londres para seguir un evento de la Familia Real y estaban alucinadas.

«En septiembre traje flores a Green Park cuando murió la Reina, pero no me quedé al funeral porque había demasiada gente», explicó Deb. Este sábado, pese al jaleo, las colas y los pasos cerrados, la cosa estaba más tranquila que aquellos días. El ambiente también era otro. De hecho, las tres mujeres -sentadas en enormes y cómodas sillas de camping- brindaban con vino espumoso y tomaban un tentempié mientras seguían casi hipnotizadas la ceremonia, que estaba a punto de llegar su momento cumbre.
Junto a ellas, Roger y Mikel habían desplegado su mantel de cuadros. Vestidos con sus americanas, pantalones y chalecos con un estampado de la bandera de Reino Unido, se habían convertido desde primera hora en la atracción de toda la gente que se encontraba junto a la pantalla gigante. Les acompañaban dos mujeres, sus parejas, que iban vestidas muy discretas. «Ya lo llevan todo ellos. No nos hacía falta ponernos nada», decía una de ellas. Eran un contrapeso necesario. No les faltaba de nada, ni siquiera la cesta de mimbre de picnic.
«En septiembre traje flores a Green Park cuando murió la Reina, pero no me quedé al funeral porque había demasiada gente»
Ana María se encontraba a escasos metros de ellos. Acariciaba su cariñoso caniche Tom mientras un silencio sepulcral invadió el parque. «Estoy muy orgullosa de nuestro Rey. Lleva años preparándose para este momento, es un hombre comprometido, que aunque lo ha tenido todo tampoco ha tenido una vida fácil y también ha sufrido. En este mundo tan convulso y lleno de retos, su activismo y lucha por el medio ambiente es muy importante. Es un Rey comprometido y es bueno que las nuevas generaciones se fijen en él», decía muy bajito. Y continuó: «Me alegro mucho por Camila…». Ana María no terminó la frase y se calló inmediatamente.
El silencio solemne y ceremonial que se vivía dentro de la abadía de Westminster pareció proyectarse en St. James's. El arzobispo de Canterbury le colocó la corona a Carlos III muy despacio. Fueron unos segundos en los que parecía que todos en el parque se habían quedado sin respirar. Nadie levantó los teléfonos, nadie capturó el momento con un video. «¡God Save the King!», dijo el obispo. Y, casi al mismo tiempo, miles de voces lo hicieron en St. James's Park: «¡God Save the King!». Aplaudieron con energía. La lluvía seguía cayendo, pero volvió a dar igual.
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