La misteriosa muerte del héroe que completó la gesta naval más importante del Imperio español
Juan Sebastián Elcano falleció en extrañas circunstancias unos días después de haber conseguido su gran sueño
Juan Sebastián Elcano: el mejor marino de la historia aún no tiene biografía

Nuevos horizontes se plantearon en la vida de Juan Sebastián Elcano tras la llegada a España después de circunnavegar el orbe entre 1519 y 1522. Tras el regreso, tormentoso donde los hubiere, disfrutó de la tranquilidad que ofrece el trabajo bien hecho durante tres años; ... tiempo que pasó en la Corte de Valladolid. Tras asistir a las juntas de Elvas y Badajoz, en las que España y Portugal se repartieron otra vez el mundo conocido, se unió a una nueva expedición dirigida por frey García Jofre de Loaysa. Su objetivo: atravesar el Estrecho de Magallanes, arribar a las Molucas y hacerse con el control de la especiería. Lo curioso es que nuestro castizo héroe fue nombrado piloto mayor de la nao Sancti Spiritus, pero no capitán general.
«Tras el éxito de 1522, se produjeron dos años después las juntas de Elvas y Badajoz. En ellas se discutió dónde se iba a reubicar el antimeridiano y participaron desde Hernando Colón, hasta los grandes pilotos del momento. Una veintena de representantes por España y los mismos por Portugal», explica a ABC el divulgador histórico Pedro Insua, autor de 'El orbe a sus pies' (Ariel). En sus palabras, el marino español era considerado un seguro de vida, pues «ya había atravesado el Estrecho antes y sabía que, tras él, se abría un extenso océano difícil de transitar».
La expedición salió del puerto de La Coruña, sede de una suerte de casa de contracción de Sevilla, el 24 de julio de 1525. En sus filas había seis naos y varios cientos de hombres dispuestos a cruzar de nuevo el Atlántico. Pero aquel día comenzó un infierno, si cabe, todavía mayor que el de 1522. La mayoría de autores coinciden en que las desdichas se generalizaron durante el trayecto. Ni siquiera acabaron cuando llegaron al Estrecho. La lógica dictaba que, con Elcano de guía, nada podía salir mal. No fue así. La capitana confundió la entrada del paso y cuatro naves se perdieron o desertaron. Poco después, y a pesar de que el desastre rondaba el ambiente, cruzaron y se toparon con el Pacífico.
Mil pesadillas
Cuando parecía que el destino solo podía ser propicio con la expedición, la mala fortuna volvió a atacar a Loysa y a sus hombres. Para empezar, una tormenta dispersó a las dos naos restantes y tan solo quedó una para terminar el viaje: la 'Victoria'. Por si fuera poco (nunca lo es) el escorbuto se extendió entre los tripulantes. De la noche a la mañana, los escasos hombres que todavía luchaban por vivir empezaron a sangrar y la fatiga les venció. Por culpa de esta enfermedad se fueron al otro mundo la friolera de 34 tripulantes. Y entre ellos se encontraba el piloto, Antonio Bermejo. Para entonces la comida y la bebida escaseaban, como bien recordó Andrés de Urdaneta, presente en la expedición, en sus crónicas:
«Era tanta la sed que teníamos, que los más de nosotros no nos podíamos menear, que nos ahogábamos de sed; y en esto me acordé yo que quizás me remediaría con mis propias orinas, y así lo hice; luego bebí siete u ocho sorbos de ellas, y orné en mí, como si hubiera comido y bebido».
No pintaban bien las cosas. Al final, el escorbuto se llevó también la vida de Loaysa el 30 de julio de ese mismo año. Fue entonces cuando nuestro castizo Elcano asumió el mando. Su momento había llegado. Después de casi tres años esperando, se convirtió en capitán general de una armada. «El culmen del desastre se vivió cuando, al llegar al entorno de Filipinas, murió Jofre de Loaysa. Fue entonces cuando Elcano, que no había sido jefe hasta entonces, adquirió el grado de Gran Capitán de esa armada. Logró su gran ambición, que era dirigir una expedición», añade el experto.
Amarga muerte
Por desgracia, el cargo le duró menos de una semana. Exactamente seis días, como desvela el mismo Insua en declaraciones a ABC. Según este experto, en la actualidad se desconoce de qué murió, aunque se sospecha que lo que acabó con él fue el escorbuto. Así anotó este suceso el mismo Urdaneta en su diario: «Lunes, a seis de agosto, falleció el magnífico señor Juan Sebastián Elcano».
Apenas una jornada después se celebró el entierro en honor del marino. Tal y como explica Manuel Lucena en su artículo sobre este insigne español para la Real Academia de la Historia, el 7 de agosto su cadáver «fue envuelto en un sudario y sujeto a una tabla con cuerdas». A continuación, los restos fueron llevados hasta la cubierta del barco, donde la marinería le rezó un Padre Nuestro y varios Ave Marías. Cuando terminaron las exequias, se colgó del cadáver un peso y se lanzó al vasco al mar. «No hubo músicas, ni banderas, ni galas, ni nada. Así había despedido Elcano al capitán general frey García Jofre de Loaysa, y así le despidieron a él», añade el español en su artículo. De esta forma terminó la vida de uno de los hombres más insignes de nuestro país.
«En todo caso, la gran victoria de Elcano fue Urdaneta, entonces aprendiz de la expedición. Y es que, tras este viaje, regresó a México, se hizo cosmógrafo y promovió la expedición que terminó convirtiendo el Estrecho en algo inútil al hallar una nueva ruta. A su regreso este paso se abandonó. A partir de entonces la existencia del Estrecho se llegó a olvidar. En su obra 'La Araucana' (publicada en 1569), el soldado Alonso de Ercilla llegó a obviar la existencia del paso. De hecho, el camino dejó de ser practicado hasta la expedición de Drake», finaliza Insua.
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