De Hernán Cortés a Neil Armstrong: la historia de los viajeros que han cambiado el mundo
Pepe Pérez-Muelas recorre siglos de aventuras y exploracion en 'Homo viator: el descubrimiento del mundo a través de los viajeros' (Siruela)

Se dice con demasiada alegría y poca reflexión que la humanidad se civilizó cuando pasó de ser una especie nómada de cazadores recolectores a una de agricultores y ganaderos asentados en poblados fijos. En realidad, como advierte con precisión Cooper, personaje de la película de ficción 'Interstellar', los seres humanos «somos exploradores, no granjeros» y siempre hubo y habrá alguien que quiera convertir el más allá en el más acá. Esa incapacidad de estarse quieto también es civilización. O al menos esa es la convicción que ha llevado a Pepe Pérez-Muelas a escribir su ensayo 'Homo viator: el descubrimiento del mundo a través de los viajeros' (Siruela).
«Si los seres humanos han conseguido llegar a donde están, a estar en lo alto de la escala evolutiva, fue gracias a que se hicieron viajeros. No solamente con el paso al Homo erectus, que ahí literalmente empezaron a viajar, a caminar, a vencer al miedo hacia lo que había en el horizonte, sino a lo largo de toda la historia, como cuando a finales del siglo XV se dieron cuenta de que el mundo se les había quedado pequeño y quisieron ir más allá con unos descubrimientos que conectaron todos los continentes, o después con la carrera por el Polo Norte y el Polo Sur», explica este profesor de Literatura con formación en la École Normale Supérieure de París.
Su obra recorre los siglos, desde la Antigüedad a la carrera especial, y los continentes, de la Antigua Roma al Nuevo Mundo, buscando la huella de exploradores incurables como Elcano o Gagarin. Gracias a los vuelos baratos y el turismo de masas, una mayor cantidad de personas ha viajado por el globo, pero a la vez nunca ha habido tan pocos viajeros. Pérez-Muelas aclara que no es lo mismo viajar que desplazarse: «No sé si podemos considerar viajeros a esta gente que acude al centro de una gran ciudad para beberse un café en el Starbucks. Creo que viajar tiene más que ver con la forma de descubrir, de sentir, de leer, de estar».
El fin de los dioses
Primero son los pioneros, y luego los turistas. Las colas kilométricas que se forman camino del Everest son una muestra del proceso típico del Homo Viator, porque «es tan humano sobreponerse a las limitaciones físicas para conquistar en solitario la montaña como el destrozarla luego, perderle el respeto. El ser humano conquista un territorio y automáticamente lo doméstica, y al domesticarlo ya lo echa a perder. Lo pervierte y le quita, incluso en nuestro mundo laico, su aire de morada de los dioses», asegura.
–¿Qué es lo que hizo tan especiales a los navegantes ibéricos del siglo XVI y qué les movió para cambiar el mundo?
–Evidentemente la razón económica está presente. La caída de Constantinopla bloqueaba la Ruta de la Seda y Europa necesitaba recibir las especias con urgencia, porque su riqueza y su nivel de vida dependían de ello. Portugal exploró la vía africana para luego ir a la India, mientras que Castilla se echó la manta a la cabeza y probó el Atlántico. El hombre del siglo XV ya tenía en su haber, en su punto de mira, que el mundo no era tal y como se había planteado en muchos aspectos de la Edad Media occidental cristiana. Se empezaron a redescubrir a los clásicos y a interiorizar que la Tierra era esférica. Y si le sumamos el conocimiento a los avances técnicos, la fruta ya estaba lo suficientemente madura como para dar un paso más. Si no llega a ser Castilla o ser Portugal, hubiese sido otro.
–El factor económico suele ser el principal argumento que se da para explicar las exploraciones españolas, pero luego aparecen personajes con la vida solucionada, véase el caso de Cabeza de Vaca, explorador de gran parte de lo que hoy es el sur de EE.UU, que no tenían ninguna necesidad de meterse en ese lío. ¿Qué pasaba por su cabeza?
–Hay un barniz de leyenda negra que nos apunta a interpretar que los españoles que iban a América eran todos unos muertos de hambre, desarrapados que no tenían nada que hacer, que se le habían cerrado todas las puertas en España. Creo que no es del todo cierto, porque sí, España exportó a gente desesperada, pero también a gente que aquí tenía una buena vida y que quería probar oportunidades allí. Es el factor viajero que tiene la humanidad, el no conformarse nunca con lo conocido, de querer ir más allá. De ensanchar sus propios límites a la vez que estaba ensanchando los límites del mundo. El paradigma de Cabeza de Vaca me parece extraordinario porque creo que muy pocos viajeros sufrieron como él. Cabeza de Vaca va andando desde Florida hasta casi la Ciudad de México. Sufrió el ataque de los indios, un naufragio y aún así quiso volver una vez logró escapar de todas estas adversidades. Es como Odiseo, que pasa mil aventuras y aún así quiere seguir.
–¿Está de acuerdo con el término de Descubrimiento?
–Es una visión muy eurocéntrica, pero yo me siento cómodo llamándolo Descubrimiento de América, aunque podemos discutir quién está descubriendo a quién. Eran dos mundos que se encontraron. Y como sucede en la historia, a veces se encuentran de forma sangrienta y a veces, de una forma más satisfactoria para la historia. Al final es difícil juzgar hechos históricos que sucedieron hace cinco siglos y desde luego nos equivocamos si los juzgamos con los ojos de nuestros días. He intentado contar experiencias viajeras de personajes como, por ejemplo, Cortés, que me parece una figura esencial en la historia de España y noble en el sentido de que tenía una voluntad de entendimiento. Cortés tuvo hijos con la Malinche... Y luego también tenemos el ejemplo de Pizarro, que es completamente diferente, que es un soberbio, enloquecido y sanguinario que quiso arrasar con todo lo que hay en la historia del mundo.
«No sé si podemos estar orgullosos de la historia desde nuestro punto de vista, pero desde luego no tenemos que avergonzarnos»
–Lo que tienen ambos en común es que son viajeros que no quieren regresar al lugar donde habían nacido.
–Viajar es como una especie de droga. Aparte de que son creaciones suyas, que no quieren dejar atrás. Cuando Colón llegó a lo que hoy es América aún no era América, que empezó a serlo cuando Colón murió. No sé qué historiador fue quien dijo que España inventó a América, y estoy bastante de acuerdo. Inventó América utilizando unos moldes europeos en algunos casos desfasados y, en otros, adaptados a una nueva realidad geográfica, política y económica. Y de ahí surgió América, del choque de varias civilizaciones. No sé si podemos estar orgullosos de la historia desde nuestro punto de vista, pero desde luego no tenemos que avergonzarnos.
–¿Cómo es el perfil del viajero que quiere descubrir el mundo desconocido?
–Está el deseo de aprender. Raíces que no lo atan al lugar en el que está. Y el inconformismo... Dentro de cada viajero y, sobre todo, hablando de los grandes viajeros que yo menciono en 'Homo Viator' hay muchísimo inconformismo, una querencia a no quedarse con lo conocido, a querer ir más allá, a buscar siempre otra justificación que explique el mundo. Desde Colón, pasando por Armstrong, a Gagarin, está esa inteligencia que no les deja conformarse con lo que tienen a su alrededor y buscan algo más.
–¿Realmente la expedición de Magallanes y Elcano cambió el mundo?
–Sí cambia el mundo, pero no tanto porque la Tierra sea redonda, sino porque sitúa a América en el centro del mapa. Desde el punto de vista español, se descubre que hay más territorio al otro lado y de ahí se pasa a Filipinas, a China... La economía se vuelve internacional y la iconografía americana se llena de Cristos y vírgenes de influencia oriental, con rostros muy redondos y tal. Es la globalización...

–Machu Picchu descubierto por los conquistadores españoles y luego olvidada durante siglos es un ejemplo de que no basta llegar, sino divulgarlo luego en el mundo anglosajón.
–Sí, de hecho pasa lo mismo con Pedro Báez, que descubre las fuentes del Nilo en el siglo XVI en Etiopía y siglos después es un inglés el que dice haberlo hecho. Y a pesar de que hubo un jesuita español que escribió una crónica que demostraba el descubrimiento, ha costado hasta bien entrado el siglo XX que el mundo acepte que el primer europeo en llegar a las fuentes del Nilo era un español y no un inglés. Y sucede lo mismo con Elcano, que en muchos libros de textos ingleses es ignorado y se dice que fue Francis Drake el primero que dio la vuelta al mundo. En fin, es un poco sonrojante.
–Actualmente, la conquista del espacio, tanto de Marte como de otros proyectos, parece moverse en manos privadas. ¿Ha sido así a lo largo de la historia o son los estados quienes han explorado el mundo?
–En la historia de la humanidad hay de todo. Por ejemplo, en la conquista de Alejandro Magno hasta la India, que no dejó de ser un viaje, fue lo que podemos llamar un Estado quien lo pagó. Pero, por poco tiempo atrás, tenemos a Jenofonte con la expedición de los 10.000, que eran mercenarios, una empresa privada militar igual que el grupo ruso de Wagner. No en vano, en el caso de Elon Musk o el dueño de Amazon surgen cuestiones morales que no estamos preparados para responder aún. Si llegan a la Luna, ¿la Luna de quién es? Hay una bandera norteamericana puesta, ¿pero eso qué conlleva? Pero bueno probablemente Elon Musk tenga más de turista que de viajero.
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