¿Qué comían los soldados alemanes? La verdad de la ración de combate más asquerosa de la IIGM
A pesar de que la alimentación era aceptable durante la mayor parte de la campaña, cuando entraban en batalla apenas disponían de carne de caballo y galletas más duras que el yeso
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El 6 de junio de 1944 fue un día especial: el estallido de la Gran Cruzada contra el nazismo en la vieja Europa. El mando aliado lo sabía y, por ello, el bueno de Ike Eisenhower abrió la cartera con el objetivo de que sus hombres fueran agasajados con un rico desayuno. Así, para los soldados que desembarcaron en Normandía se prepararon filetes de cerdo, helados, donuts y café recién hecho. Los británicos hicieron lo propio y repartieron bistec enlatado en las raciones de combate de sus soldados. Fue una buena forma de empezar aquella contienda.
Los soldados alemanes no tuvieron tanta suerte. Mientras que sus enemigos disfrutaban de unas raciones de emergencia pensadas para ser energéticas y agradar al paladar, ellos tenían que conformarse con las 'Eiserne portion', más conocidas como las 'Raciones de hierro'. Su nombre bien podría referirse al material del que debía estar hecho el militar para meterse aquello entre pecho y espalda, pues contaban con unas galletas saladas tildadas de 'placas de cemento' por los soldados y unas latas de carne envasada que podían proceder de caballos.
El día a día
La idea que existe en la sociedad es que los militares se pasan el día comiendo raciones de campaña sacadas de una lata. Pero nada más lejos de la realidad. De hecho, este tipo de menús eran utilizados solo en caso de extrema necesidad. ¿Qué ingerían la mayor parte del tiempo los militares germanos? Por lo general, alimentos calientes (y sabrosos, dadas las circunstancias) elaborados en cocinas de campaña que acompañaban a los ejércitos: las llamadas 'Gulashkanone'. Unos armatostes tirados por caballos que, como recuerda Demet Güzey en 'Food on Foot: A History of Eating on Trails and in the Wild' se parecían a una «pieza de artillería con una larga chimenea».
Cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial, la ración diaria ('Portionsatz') del soldado alemán se dividía en tres ingestas. La primera de ellas era un desayuno más bien escaso. La más importante se hacía en la comida, donde los militares se metían entre pecho y espalda la mitad de calorías de todo el día. Para terminar, se despedían del sol con una cena ligera que les permitía resistir hasta la mañana siguiente. Así lo afirma David Westwood en su completísima obra 'German Infantryman (2) Eastern Front 1941–43': «La comida del mediodía ascendía a la mitad del total, la cena a un tercio, y el desayuno de la mañana siguiente a una sexta parte».
A medio día, los soldados alemanes tomaban pan de centeno, carne de todo tipo (incluso de caballo), harina de soja, pescado, frutas y verduras frescas (cuando disponían de ellas los cocineros), patatas, legumbres, pudin en polvo y leche condensada. Esta comida solía ser caliente, era convertida en estofados la mayoría de las veces, y entregada desde las 'Gulashkanone'. En el desayuno, en cambio, les entregaban apenas un trozo de pan, mantequilla o margarina, mermelada y algo de embutido. Todo ello, además del habitual café de 'imitación' (el real era un lujo) hecho a base de nueces o bellotas. La cena era similar.
Durante la contienda, y antes de la misma, las cantidades de alimento entregadas a los soldados estaban reguladas. De hecho, y tal y como señala Westwood, se asignaba una porción diferente según al trabajo que desempeñaba cada combatiente. Así pues, la 'Ración 1' ('Verpflegungssatz 1', la que más cantidad contenía) estaba destinada a los militares de las primeras líneas; la 'Verpflegungssatz 2' iba dirigida a las unidades de ocupación y comunicaciones; la 'Verpflegungssatz 3' a los militares asentados todavía en Alemania y, por último, la 'Verpflegungssatz 4' era para las enfermeras y aquellos que desempeñaban un trabajo de despacho.
Al contrario de lo que sucedía en otros ejércitos, el alemán se sacrificaba a nivel alimenticio por aquellos hombres que se encontraban en primera línea de fuego. Así pues, estos hombres recibían una cantidad algo superior de comida que aquellos que se hallaban en un despacho. Quizá el ejemplo más claro fuera el de la carne. Mientras que los miembros del 'Verpflegungssatz 1' ingerían 136 gramos por jornada, los militares del 'Verpflegungssatz 4' tomaban tan solo 56. Con el pan sucedía algo parecido, aunque la diferencia era menor: 700 por 600 entre ambos 'Verpflegungssatz'.
Comida de campaña
Sin embargo, el inexorable avance a través de los campos de la vieja Europa impedía a los germanos transportar siempre las cocinas de campaña. Por ello, el ejército alemán contaba, a su vez, con una serie de raciones ideadas para suplir a sus chefs en pleno campo de batalla. La primera era la ración de marcha o 'Alarmverpflegung'. Según explica Chris McNab en 'Hitler's Armies: A history of the German War Machine 1939–45', esta comida era fría y se entregaba a los combatientes en tránsito durante un período que no podía exceder los tres o cuatro días consecutivos. En palabras de este experto, así como Westwood, el menú tenía unos 987 gramos de peso y se componía de lo siguiente:
-700 gramos de pan.
-200 gramos de carne fría o queso.
-60 gramos de galletas.
-9 gramos de café (o 4 gramos de té).
-10 gramos de azúcar.
-6 cigarrillos.
Aunque en la actualidad es conocida como 'Ración de hierro', la realidad es que se llamaba 'Eiserne Portion' ('Porción de hierro'). El nombre, en este caso, es importante. Y es que, la verdadera 'Ración de hierro', era la que estaba destinada a los animales más valiosos, como los caballos.
Más allá de esta curiosidad, la 'Eiserne portion' era una ración de combate con comida enlatada y empaquetada que se entregaba a los soldados alemanes y que estos solo podían ingerir cuando se lo autorizaba su oficial. ¿Cuál era el momento oportuno? Por lo general, cuando los combatientes llevaban varias jornadas comiendo raciones de 'Alarmverpflegung' y no había posibilidad alguna de tomar ningún tipo de alimento caliente o frío por ausencia de avituallamiento o problemas con las cocinas de campaña.
Solo en ese momento los mandamases permitían a sus hombres abrir sus 'Raciones de hierro'. En caso contrario, comer esta ración de emergencia era sinónimo de acabar arrestado y llevarse un severo correctivo. De hecho, para evitar que se ingirieran sin ningún criterio, solían ser entregadas poco antes de partir hacia el campo de batalla. Así lo afirma, al menos, el historiador Douglas E. Nash en su dossier 'Carne envasada en la «Ración de hierro» del ejército alemán': «Normalmente se emitían inmediatamente antes de la partida de una unidad para el campo, y se reabastecían cuando era necesario». A nivel práctico, los combatientes la portaban en el 'Sturmgepäck', la mochila de dotación. Y la llevaban junto a una especie de poncho que les protegía del frío.
Raciones de hierro
La gran mayoría de expertos que han recopilado información sobre la 'Eiserne Portion' coinciden en que carecía de pequeños lujos como caramelos o chocolate, cosas que si incluía la 'Ración K', el equivalente de los privilegiados soldados americanos. La 'Ración de hierro' fue, por tanto, la máxima expresión de la una mentalidad, la germana, basada en la practicidad. Y es que, fue ideada para albergar la mayor cantidad de calorías en el menor espacio posible. El resultado fue que se ganó en ligereza, pero a costa del sufrimiento del paladar. Al menos, según explicó el historiador militar Andrew Robertshaw en declaraciones para el 'Canal Historia': «A simple vista era el peor de todos. Pero cuando lo pruebas, ves que era mucho peor».
En la práctica, la 'Ración de hierro' incluía los siguientes elementos:
–250 gramos de 'Zwieback' (galletas saladas o duras). Era la porción de hidratos de carbono de la 'Eiserne Portion'. Venían envueltas en papel encerado y su contenido total equivalía a unas mil calorías. «No caducaba nunca y duraban muchísimo, pero los alemanes decían que eran como placas de cemento», añade Robertshaw. De hecho, los soldados solían introducirlas en agua para ablandarlas e hicieron multitud de bromas durante toda la campaña sobre ellas. No en vano afirmaban que podían detener el impacto de una bala disparada a quemarropa.
–150 gramos de verduras en conserva.
–200 gramos de 'Fleischkonserve' o carne envasada. Era entregada en una lata cuya característica principal es que carecía de marcajes que desvelaran su procedencia. Los animales de los que provenían podían ser desde cerdos, hasta caballos. «Para abastecer la demanda inagotable de carne en conserva, plantas de conservas de toda Alemania y los países ocupados fueron arrastrados al esfuerzo bélico. Así pues, se mezclaron latas de carne de Francia con latas de jamón de Dinamarca, Alemania, Italia, Bélgica e incluso latas de sardinas de Marruecos», desvela Nash.
En la práctica, la carne enlatada que recibían los soldados germanos era insípida. De hecho, y debido a que uno de los pocos marcajes que tenía era el de AM, era conocida por los militares como 'Alter naulesel' ('mula vieja') o 'Anisus Mussolini' (el 'culo de Mussolini') por los italianos. Aquellas letras equivalían, sin embargo, a 'alimento militar'.
–25 gramos de café.
–25 gramos de sal.
La 'Ración de hierro' pesaba un total de 650 gramos (850 gramos embalada). Con todo, también había una media ración que incluía 200 gramos de carne enlatada y 250 gramos de galletas. Esta pesaba un total de 535 gramos con embalaje. De hecho, en teatros de operaciones como el soviético, donde era difícil desplazar las cocinas de campaña, se llegaron a repartir hasta tres 'Eiserne portion' a la vez. A pesar de lo prácticas que eran las «Raciones de hierro», no eran demasiado apreciadas por los soldados en campaña. Casi al final de la contienda, en 1944, el ejército generalizó los 'Grosskampfpäcken' ('Ración extendida'), unos menús de emergencia similares a las K norteamericanas que incluían, además de carne y galletas, barritas de chocolate y frutas, caramelos, cigarrillos y galletas dulces.
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