Así cargó Clara Campoamor contra el «terror ejercido por la chusma resentida» de la República
La famosa diputada republicana luchó por el derecho al voto de las mujeres y terminó huyendo de España durante la guerra, aterrorizada por los asesinatos en masa perpetrados por los milicianos

Hace poco les contábamos en ABC la historia de Antonio Bahamonde, un antiguo delegado de Propaganda del gobierno franquista que trabajó en Sevilla de manera voluntaria, durante la Guerra Civil, a las órdenes del temido general Queipo de Llano. Estaba convencido de ... que tenía que apoyar el golpe de Estado para acabar con la República, pero luego renegó de los sublevados al ver, desde su posición privilegiada, «cómo se asesina fríamente a los hombres que se atreven a tener ideas patrióticas, sin importar si son de derechas, católicas o monárquicas».
Bahamonde contó su transformación en 'Un año con Queipo. Diario de un nacionalista' (Ediciones Españolas), un libro que publicó al huir de España en 1938 y en el que carga contra la violencia ejercida por el jefe del golpe militar en Sevilla. Tal y como apunta el historiador Alfonso Lazo en la reedición de la editorial Espuela de Plata de 2005, se trata de una obra de propaganda a favor del bando republicano, «donde todos los criminales están a un lado y las víctimas al otro, pero que debe ser puesto en paralelo con otros documentos memorialistas de testigos presenciales donde se recogen las otras atrocidades, es decir, los crímenes no menores del bando republicano».
Los testimonios en este segundo grupo no son escasos y algunos no fueron escritos por sus enemigos, precisamente. Es decir, por simpatizantes o militantes del ejército franquista, sino por personalidades republicanas. El caso más paradigmático y famoso es el de Clara Campoamor, la diputada gracias a la cual el Congreso de la Segunda República reconoció el derecho al voto de las mujeres. Una demócrata convencida que, sin embargo, terminó huyendo de España, el 26 de agosto de 1936, un mes después del inicio de la guerra, aterrorizada por los asesinatos en masa y sin juicio que estaban llevando a cabo los milicianos y por temor a que algún «incontrolado» del Frente Popular la matara a ella misma.

«Odiosa propaganda de clase»
«Terror ejercido por una chusma resentida, envenenada con una odiosa propaganda de clase», describió Campoamor los meses que siguieron a la victoria del Frente Popular, el inicio de la guerra y el pánico desatado por la retaguardia en su ensayo 'La revolución española vista por una republicana'. Un libro escrito a vuela pluma durante su exilio suizo, que fue publicado por primera vez en París y en francés, en 1937, y reeditado hasta en seis ocasiones por la Editorial Renacimiento entre 2005 y 2018.
La autora incluía un demoledor análisis del proceso de autodestrucción del proyecto republicano y de los orígenes del conflicto. Contaba cómo el Frente Popular, en tres meses, había violado la constitución democrática, destituido al presidente de la nación y eliminado todo rastro de legalidad hasta empujar a los españoles a una carnicería. Así criticaba, por ejemplo, la pasividad de la República ante el asesinato del diputado monárquico José Calvo Sotelo, el 13 de julio de 1936, que desencadenó la contienda: «El Gobierno no tenía más que una salida si quería lavarse la imputación de crimen de Estado que se le hacía, además de restablecer la disciplina entre los guardias de asalto: tenía que aplicar las sanciones que el crimen exigía. Ni siquiera lo intentó».
La situación, según Clara Campoamor, no era mucho mejor en los meses previos: «Al haberse impuesto definitivamente los métodos anarquistas, desde la mitad de mayo hasta el inicio de la guerra, Madrid vivió una situación caótica: los obreros comían en los hoteles, restaurantes y cafés, negándose a pagar la cuenta y amenazando a los dueños cuando aquellos manifestaban su intención de reclamar ayuda a la Policía. Las mujeres compraban en los ultramarinos sin pagar, por la buena razón de que las acompañaba un tiarrón que exhibía un elocuente revólver. Además, a pleno día y en el centro de la ciudad, los pequeños comercios eran saqueados y se llevaban el género amenazando con revólver a los comerciantes que protestaban».

La «anarquía» de Madrid
En este sentido, la diputada feminista defendía que «la joven República española osciló durante cinco años entre soluciones extremistas de la izquierda y de la derecha, y no hay organismo por fuerte que sea que pueda resistir los peligrosos experimentos de aprendices de la política». Estos aprendices eran los mismos que Campoamor temía que le quitaran la vida por su reconocida independencia de criterio, al negarse a justificar las carnicerías de ningún bando. Le daba exactamente igual que estas las hubiera cometido el suyo propio.
Clara Campoamor, de hecho, huye de la zona republicana porque teme ser asesinada por orden de su compañera Margarita Nelken, la diputada socialista que pedía la muerte para todos los fascistas, se hubieran sublevado o no, e invitaba a asesinar a las «hembras de los señoritos». «La anarquía que reinaba en la capital ante la impotencia del gobierno y la absoluta falta de seguridad personal, incluso para los liberales, me impusieron esa prudente medida [...]. Se sabe que los autores de los excesos, o los que han tolerado que se cometan, siempre encuentran excusas, aunque consistan en pretender que hay que juzgar las revoluciones en su conjunto y no en sus detalles, por elocuentes que sean. ¡Y yo no quería ser uno de esos detalles sacrificados inútilmente!» , apuntaba.
La líder del feminismo español había trabajado desde los 12 años sin gozar nunca de fortuna personal. Cuando cumplió los 34 años, en el último tramo de la Restauración, decidió poner fin a sus carencias formativas y, en sólo dos años y medio, aprobó las 30 asignaturas de Bachillerato y la licenciatura en Derecho y se convirtió en una reputada jurista. En 1931 fue nombrada diputada en unas Cortes Constituyentes donde solo había tres mujeres. Ella era la única que, además, defendió el sufragio femenino, para lo que no dudó en enfrentarse a su propio partido, de la misma forma que no dudó en cargar contra el Frente Popular más tarde.
La huida del Frente Popular
Durante los diez primeros meses de 1934 fue directora general de Beneficencia y Asistencia Social, un cargó en el que desplegó una actividad desbordante a favor de los mendigos y de los invidentes. Ese mismo año abandonó el Partido Radical, por sus excesos en la represión de la Revolución de Asturias, e intentó unirse a Izquierda Republicana, pero su admisión fue denegada. Campoamor era tan crítica con la deriva del régimen que acabó convirtiéndose en un elemento indeseado por la gran mayoría del espectro político de su querida República. Por eso huyó a la casa de su camarada Antoinette Quinche en Suiza cuando le sorprendió el golpe de Estado de 1936 en Madrid.
«El gobierno del Frente Popular se ha apartado de sus deberes nacionales que consistían en no dejar caer el país en un estado de desorden revolucionario y ha faltado igualmente a sus deberes internacionales que consistían en no arrastrar Europa a una posible guerra internacional», opinaba en el citado libro, una vez establecida en el exilio. Allí tuvo que sobrevivir escribiendo biografías de Quevedo, Sor Juana Inés de la Cruz y Concha Espina y traduciendo obras y artículos franceses.
Hasta su muerte en Lausana en 1972, intentó regresar a España en varias ocasiones, pero la dictadura no lo permitió. Los últimos quince años de su vida los pasó en compañía de la familia Quinche, en cuya casa falleció olvidada. No existe una sola fotografía del barco 'Baden' en el que Campoamor embarcó en Alicante para salir de España… y todavía hubo que esperar una década para que la opinión pública empezase a recuperar su figura y a valorar su enorme aportación a la historia de España.
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