Los descendientes de Eduardo Dato, sobre los detalles del brutal asesinato del presidente del Gobierno
Su tataranieta desgrana los detalles del magnicidio en pleno centro de Madrid, a manos de un comando de anarquistas, del líder conservador que impulsó la reforma social y laboral más importante del siglo XX

«Mi tatarabuelo sabía perfectamente que lo iban a matar», asegura María del Pilar Espinosa de los Monteros . A su espalda, decorando el amplio salón de su casa en el centro de Madrid, un gran óleo del que fuera tres veces presidente del ... Gobierno durante la Restauración española. En la habitación contigua, como si de un pequeño museo se tratara –«siempre estuvo muy presente en nuestra familia»– otro retrato de Eduardo Dato , la mesa de su antiguo escritorio, una vitrina llena de condecoraciones y las fotografías de Alfonso XIII , Don Juan de Borbón y Don Juan Carlos I , con sus respectivas dedicatorias personales.
«Yo creo que él no fue un hombre de grandes ambiciones políticas –continúa–. La última vez que el Rey le pidió que fuera presidente, no gozaba de mucha salud y no tenía ganas de gobernar, pero España estaba fatal y el Partido Conservador, dividido, así que aceptó aún sabiendo que su vida corría peligro». La actual duquesa de Dato añade que, dos días antes del magnicidio, su tatarabuelo estuvo comiendo con Alfonso XIII para trasladarle las amenazas que sufría, y que luego fue a ver a Antonio Maura al Senado para comunicarle que estaba cansado y que iba a dejar el cargo. Quedaron para hablar de ello el 9 de marzo de 1921 por la mañana, pero la reunión jamás llegó a celebrarse.
[Las imágenes del asesinato de Eduardo Dato]
La noche anterior todo sucedió muy rápido. El vehículo que trasladaba a Dato desde el Senado hasta su domicilio llegó a la Puerta de Alcalá a las 20.00 horas. En el instante en que disminuyó la velocidad para girar hacia la calle Serrano, una motocicleta con sidecar ocupada por tres hombres vestidos con mono de trabajo se aproximó por la parte trasera. Sin que el conductor tuviera tiempo de reaccionar, dos de ellos ametrallaron el coche a bocajarro y, a continuación, avanzaron hasta el lateral para descerrajar otros dos disparos más contra el presidente.
«Nos han matado»
Menos de cinco segundos después, los asesinos se dieron a la fuga a gran velocidad. «Al principio pensé que había estallado un neumático, pero con los últimos disparos, el lacayo cayó sobre mí, al tiempo que exclamaba: “Nos han matado”. Herido mi compañero, me lancé a tierra y fui a abrir la portezuela. Horrorizado, vi al presidente como muerto, con la cabeza reclinada sobre el respaldo y una gran cantidad de sangre brotando de su frente y de su cara», declaró el chófer después.
Al escuchar los gritos, este aceleró en dirección al domicilio en la calle Lagasca, desde donde fue trasladado inmediatamente a la Casa de Socorro de Buenavista. Allí ingresó cadáver, con 64 años. Encontraron ocho balas en el cuerpo de este presidente conservador que, según Manuel Pimentel , «fue muy avanzado a su tiempo y sería importante que lo reivindicáramos en la actualidad». El que fuera ministro de Trabajo entre 1999 y 2000, durante el Gobierno de José María Aznar, está convencido de que «su estudio histórico está, sin ninguna duda, muy por debajo de sus logros, si tenemos en cuenta la honda huella que dejó con sus leyes. Fue un coloso político al que no se conoce hoy proporcionalmente a la gran talla de su obra».
Acababa así, de forma abrupta, la vida del hombre que impulsó y protagonizó la reforma social y laboral más importante del siglo XX. El mismo que evitó, además, que España entrara en la Primera Guerra Mundial . Dos hitos históricos por los que Dato tuvo que sufrir enormes presiones de las principales potencias europeas y enfrentamientos con la gran mayoría de políticos, intelectuales y periodistas del país, convencidos todos de que teníamos que enviar a nuestros jóvenes a las trincheras para ser un país importante y respetado. A costa, eso sí, de sumar unos cuantos muertos a los más de 20 millones que provocó el conflicto.

«Manifiesto de Adhesión a las Naciones Aliadas»
La revista «Iberia», fundada por Ramón Pérez de Ayala, publicó el «Manifiesto de Adhesión a las Naciones Aliadas» contra Dato, que fue firmado por Unamuno, Manuel de Falla, Menéndez Pidal, Gregorio Marañón, Azorín , Valle-Inclán y Ortega y Gasset , entre otros más de sesenta escritores, pintores, compositores y escultores. La tensión era tal que Pío Baroja calificó aquel debate público, en las páginas de ABC, de «guerra civil».
«Fue su decisión más dura y el ambiente que soportó fue brutal –subraya la duquesa de Dato–. Se le tiraron encima unos y otros y tuvo que convencer al Rey de que era necesario a pesar de que los alemanes estaban bombardeando a los navieros españoles para forzar su decisión. El conde de Romanones escribió otro manifiesto durísimo titulado “ Neutralidades que matan ”, pero mi tatarabuelo siguió empeñado en la neutralidad. Entendió que no había dinero, que acabábamos de superar las consecuencias del desastre del 98, que todavía luchábamos en Marruecos y que el Ejército estaba desmotivado. Y, sobre todo, consiguió que todos los presidentes posteriores respetaran su decisión mientras durase la guerra».
Para el exministro de Aznar, sin embargo, sus transformaciones más importantes se produjeron en el ámbito laboral. El historiador Roberto Costa Martínez califica estas en su reciente tesis, «El presidente idóneo: una biografía de Eduardo Dato» (UNED, 2020), de «visionarias, pues consiguieron esbozar la sociedad del futuro». Pimentel destaca su arrojo al crear el primer Ministerio de Trabajo , «una de las carteras nucleares hoy en día». Y explica que, «a pesar de gobernar en un momento de gran inestabilidad, dictó leyes que transformaron a España: estableció por primera vez los descansos dominicales, la protección de los menores y las mujeres frente a la explotación y las bajas por accidente laborales y enfermedad. Sus medidas fueron vanguardistas, pues supo ver que los trabajadores debían tener derechos».
Dato, el «socialista»
Espinosa de los Monteros aclara que la creación del ministerio fue la culminación de las medidas que empezó a implementar, en 1899, cuando fue nombrado ministro de Gobernación por Francisco Silvela: «Ahí también lo pasó muy mal, porque un sector de la derecha comenzó a llamarle “socialista” y muchos de sus compañeros se dieron de baja del Partido Conservador. Él, sin embargo, estaba convencido de que había que corregir el desequilibrio entre los obreros y los patronos. Pensaba que el Estado no podía permitir las condiciones infrahumanas en las que vivían los trabajadores. Antes que él, si uno enfermaba, iba directo a la beneficencia. Además, creó el Instituto Nacional de Previsión, base de la actual Seguridad Social, y el Instituto de Reformas Sociales para proponer leyes que mejoren las condiciones laborales, además del derecho a la huelga».
A la vista de estos avances, resulta paradójico que fueran tres anarquistas quienes le acribillaran, pero así ocurrió según la versión oficial. Apenas se conoció la noticia, se emitieron órdenes de detención de cualquier motocicleta que circulase en un radio de 90 kilómetros. Los asesinos, sin embargo, habían decidido permanecer en Madrid hasta que la situación se calmase y se levantase el cerco policial. Los dos primeros días llevaron una vida de derroche y fiestas, hasta que la Policía localizó el sidecar en un garaje de Arturo Soria con cinco pistolas y doscientos cartuchos desperdigados. El primero de los asesinos en ser detenido fue Pedro Matéu , antes de que se cumpliera una semana del magnicidio. Sus dos compinches cayeron inmediatamente después: Luis Nicolau y Ramón Casanellas .
En los posteriores interrogatorios confesaron que habían atentado contra el presidente por haber aprobado la Ley de Fugas y amparado la represión del movimiento obrero en Barcelona, la cual provocó centenares de víctimas. Fue ahí donde el anarquismo le condenó a muerte , a pesar de los avances sociales y laborales que había logrado en los veinte años anteriores. «Todo lo que representa el poder está mal visto por los radicales, pero a estos no hay que buscarles razones lógicas, porque son la sinrazón pura. Son asesinos y punto», expone Pimentel.

La seguridad de Dato
La duquesa de Dato no duda de que su tatarabuelo estaba angustiado por las amenazas, pero nunca se preocupó de reforzar su seguridad. En el trayecto de vuelta a casa apenas había cinco guardias repartidos por el recorrido, sin que ninguno le siguiera. El vehículo, además, no estaba blindado y solo le acompañaban el chófer y un soldado. « Era consciente de que estaba en el punto de mira , pero parece que lo afrontó con serenidad. No sé la razón, pero no hizo nada por evitarlo », señala.
Antonio Maura contó tras su muerte que «no había conocido a un político más vacunado contra la ambición y la vanidad que Dato». Sus principales opositores, como Pablo Iglesias y Alejandro Lerroux , acabaron halagándole. El historiador Carlos Seco Serrano sostuvo que «su ascenso al poder contribuyó a serenar la vida política», mientras que Manuel Pimentel concluye: «Merece ser conocido, respetado y valorado. Los españoles nunca vivimos en paz con nuestro pasado. Solemos matar a nuestros héroes y creo que viviremos mejor si reconocemos la labor de las personas que provocaron cambios importantes en nuestra sociedad».
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