I Encuentro ABC Familia
«Ir al psiquiatra no es una catástrofe, es el punto de partida de la solución a un sufrimiento»
Los expertos insisten en que los padres no deben echarse la culpa y sí colaborar y confiar en los profesionales sanitarios
Desde el inicio de la pandemia por el Covid-19 en 2020, la salud mental de los niños y adolescentes en España ha sufrido un notable deterioro. Antes del confinamiento ya se estimaba que el 10% de los niños y el 20% de los adolescentes sufría trastornos mentales, pero tras la pandemia se ha provocado un aumento de hasta el 47% en los trastornos de salud mental de los menores, según datos del grupo de Trabajo multidisciplinar sobre Salud Mental en la Infancia y Adolescencia.
María José Penzol, psiquiatra en la Unidad de Hospitalización Breve para Adolescentes del Hospital Gregorio Marañón, aseguró durante el I Encuentro de ABC Familia 'Salud mental en los adolescentes: Cómo detectar problemas y abordarlos con eficacia', que las principales dolencias que se encuentra en su unidad son trastornos de ansiedad, de conducta alimentaria, cuadros depresivos, desesperanza, autolesiones e ideación suicida. «Hasta hace un par de años contábamos con dos unidades de hospitalización en la Comunidad de Madrid para adolescentes, pero hemos tenido que reaccionar ante las nuevas necesidades. Actualmente disponemos de cinco unidades en hospitales públicos y dos unidades de hospitalización breve concertadas».
Explicó que los padres deben estar atentos a las diferentes señales que pueden indicar que su hijo puede sufrir problemas de salud mental. «En los niños más pequeños nos debe llamar la atención cualquier cambio en su funcionalidad, en si dejan de hacer actividades con las que antes disfrutaban, en los cambios en su carácter, en que su rendimiento escolar empeora, en si se quieren quedar en casa y se aíslan, lloran con frecuencia... Lo cierto es que a veces es difícil diferenciar cuál es el límite de la normalidad. A mí me sirve como guía determinar si hay sufrimiento. En ese caso, hay que intervenir tanto en la propia persona como del entorno«.
Respecto a los adolescentes, aseguró que le preocupan especialmente aquellos con dificultades de comunicación social. «Muchas veces no hay un diagnóstico como tal sobre esta dificultad de comunicación social, pero se trata de chicos que les resulta complicado integrarse en el grupo de amistades, que no consiguen tener amigos porque no saben manejar bien las relaciones sociales y sufren muchísimo. Cierto es que en los últimos años se ha sustituido la comunicación personal, cara a cara, viendo la expresión de las personas por una comunicación a través de una pantalla en la que se transmiten emociones a través de emoticonos. Además, les conduce a una situación de aislamiento en su habitación, a puerta cerrada, y lo que ven a través de la pantalla les hace especialmente vulnerables a situaciones de gravísimo riesgo«.
Luis Martínez-Abarca, director de colegios CEU, coincidió con esta experta en que hay que preocuparse por este tipo de señales en los menores como la tristeza, la búsqueda de la soledad, que esconda partes del cuerpo... «El problema que tenemos en los colegios es que muchos de estos síntomas son coincidentes con transformaciones propias de la adolescencia, pero cualquiera de ellos son una llamada de atención, lo que nos lleva a poner en marcha un protocolo para demostrar si se trata simplemente de una situación natural por su edad o es algo más serio».
Incidió Martínez-Abarca en que ante este tipo de sospechas «el sector educativo no se puede poner de perfil justificando que 'como es un asunto de salud mental no nos corresponde'. Al ser el grupo CEU tan grande contamos con un equipo multidisciplinar de médicos, psiquiatras, farmacéuticos, especialistas en familia, etc., con el que hemos creado el programa Mentis, que trabaja en aspectos fundamentales como la prevención, que es muy importante para evitar la fragilidad de nuestros adolescentes, la detección temprana y, por último, el acompañamiento. Se trata de un programa extremadamente ambicioso en el que lo esencial son siempre las personas y, por lo tanto, en la parte de prevención trabajamos asuntos como la educación emocional, la afectivo-sexual... que permiten al niño cuestiones clave como el reconocimiento de sí mismo, de sus limitaciones o saber salir de la soledad de las pantallas y relacionarse con sus iguales de manera presencial«.
En esta línea, también están formando a sus docentes e incorporando en los colegios a psicólogos clínicos «que nos ayudan a esta detección temprana, a la derivación en caso necesario, o a seguir un tratamiento y unas pautas en relación con la familia. La familia aquí es esencial, absolutamente esencial. Es decir, el colegio no es un mundo aislado entre profesores y alumnos. Sin la familia, las posibilidades de éxito son nulas«.
Matizó que cuando se detecta un problema de salud mental en un alumno y se procede a llamar a la familia, se produce un momento muy delicado. «Debemos empatizar con los padres y hacerles comprender que esto no es una catástrofe, sino que este es el punto de partida de la solución. Esa es la clave. Les transmitimos que existen especialistas que pueden ayudar a su hijo y no tiene por qué quedar ningún tipo de secuela en el niño. Cuando los progenitores perciben que el problema va acompañado de una solución, de un horizonte, la noticia la entienden mejor y se genera la confianza necesaria para poder producirse la derivación para trabajar juntos«.
La psiquiatra del Hospital Gregorio Marañón coincidió en que la familia es un elemento fundamental en el plan terapéutico. «Hay que implicar a los padres, hacerles partícipes, informarles, pero también ayudarles. Nadie sabe de salud mental hasta que tienes una situación cerca. Por eso, en nuestras unidades de hospitalización y de tratamiento intensivo hacemos terapia con grupos de padres. Es un momento fantástico para escucharles, para también para que nosotros podamos aprender cuáles son sus dificultades y poder resolver sobre el terreno sus dudas. Lo primero que hacemos con los padres es trabajar ese sentimiento de culpabilidad que tienen. Se preguntan qué podían haber hecho antes, cómo no se dieron cuenta... Yo les suele decir que es tremendamente difícil y quien da la señal de alarma es el colegio«.
Félix Notario, presidente de la Sociedad Española de Medicina de la Adolescencia (SEMA), advirtió, no obstante, que desgraciadamente hay muchas realidades familiares y padres que no están por la labor de colaborar y que ni siquiera se comunican con los hijos. «Precisamente, para que la labor de prevención sea un éxito es necesaria una buena comunicación basada en la confianza, de tal manera que permita detectar cualquier signo de problema de salud mental. Algo tan simple como la comunicación entre los miembros de la familia, que compartan actividades, que cenen juntos, que dejen los móviles aparcados en el salón por la noche... fomenta muchos aspectos positivos».
No dudó al asegurar Notario que las nuevas tecnologías han dado lugar a una generación muda que pierde la comunicación oral y verbal, tal y como señaló María José Penzol, primando la comunicación a través de la pantalla y del chateo. «Es un riesgo porque va a provocar un aumento en el nivel de aislamiento e incluso problemas muy graves como el acoso en todas sus facetas. El bullying es un asunto que vemos cada día en las consultas. Todo lo que hay que hacer es un buen uso de las tecnologías. Nosotros como adultos, como padres, como sociedad, debemos dar un ejemplo a estos chicos. La fórmula mágica no existe y hace falta analizar cada caso, porque por lo que nos dicen los padres, el 90% de los menores tiene dependencia de sus dispositivos«.
En palabras del director de colegios CEU «sería absurdo negar la utilidad de la tecnología porque nos permite potenciar nuestro trabajo. Lo que ocurre es que trasladar este concepto a los niños no es sencillo, porque lo preocupante no es tanto que la utilicen, sino que su uso les lleva a la soledad frente a la pantalla, les aísla de las relaciones presenciales, tanto en el colegio con sus amigos como con la familia. El segundo problema es que se convierten en un reflejo de una realidad que no es real y pueden elegir lo mejor de sí mismos o lo que quieren representar de sí mismos, que no es exactamente lo que son. Es un asunto muy importante porque ellos tienen que reconocerse, saber quiénes son porque, de lo contrario, supone la renuncia a su esencia, a la no aceptación de su propia identidad«.
También manifestó María José Penzol su preocupación respecto al uso tan excesivo de las pantallas. «Los adolescentes están perdiendo el tiempo porque las plataformas están creadas para ser adictivas. La totalidad de los padres que se sientan conmigo en la consulta manifiestan que sus hijos hacen un uso excesivo y les gustaría que fuese de otra forma. ¿Qué es lo que ocurre? -se preguntó durante el encuentro-, pues que no son capaces de quitarles el móvil y me piden que lo haga yo. En definitiva, en la consulta intento devolver a los padres el liderazgo y la autoridad de tomar decisiones sobre la vida de sus hijos porque veo que se sienten incapaces. Pretendo devolver a los padres esta capacidad de poner normas y límites«.
«No se puede actuar de otra manera -añadió Félix Notario- porque hemos sido muy sobreprotectores con estos adolescentes y hemos permitido circunstancias como que al cumplir diez años tengan hasta un móvil mejor que el nuestro, de última generación con un precio de casi 2.000 euros. Hace falta que todos paremos un poco para reflexionar qué estamos haciendo como padres«.
María José Penzol recordó, además, que la adolescencia es una edad de desarrollo muy intenso y rápido en el que los jóvenes comienzan a construir su propia identidad. «Para tomar decisiones tienen que apoyarse en el grupo. El contacto social en esta etapa es algo absolutamente obligatorio y necesario. Vemos adolescentes que van todos vestidos igual porque necesitan pertenecer a ese grupo y así no sentirse inseguros. Su desarrollo corporal es tan rápido que llega un momento en que no se reconocen y tienen que ir construyendo su identidad más allá de la expectativa de los padres y de la sociedad en esa situación de aislamiento. Yo creo que las familias tienen que empezar a tomar conciencia de esto«.
Todos los ponentes resaltaron la importancia de que las familias se conciencien para estar más atentas a este tipo de cuestiones y aportar en esta labor de prevención de problemas porque, tal y como destacó María José Penzón, la adolescencia es un momento en que los jóvenes están en plena construcción de su vida y «es diferente tener una enfermedad mental grave, como una esquizofrenia a los 50 años o empezar a consumir sustancias a los 50 años, cuando cuando uno tiene su familia, su carrera, su trabajo, que hacerlo en plena juventud. En los adolescentes produce una ruptura de su proyecto de vida«.
En este sentido también quiso llamar la atención sobre un asunto que le preocupa cada vez más como es que el consumo de sustancias se está normalizando de una forma alarmante, «cuando sabemos que el cannabis es uno de los factores desencadenantes de trastorno mental grave, en concreto esquizofrenia y trastornos psicóticos. Los especialistas de salud mental no nos cansamos de decirlo«.
El consumo de alcohol también es otro motivo de preocupación para Félix Notario. «Es la verdadera droga en la adolescencia. Su consumo descendió algo al inicio de la pandemia, pero ahora estamos esperando un rebrote. Es preocupante la tolerancia social a estos consumos, como ocurre igualmente con el cannabis bajo una apariencia de naturalidad y de que este tipo de drogas no son tan malas como parece. Sin embargo, dan de lleno en el cerebro adolescente y condiciona su futuro«.
Pese a la situación preocupante de la salud mental en los adolescentes, María José Penzol se manifestó optimista al recalcar que «nuestra actitud, ilusión y energía está basada en el optimismo. Cuando un joven ingresa en nuestra unidad, los padres transmiten muchísima angustia, desconocimiento, sorpresa, dudas, tristeza, culpabilidad, desesperanza y yo les aseguro que iniciar un tratamiento en una intervención en salud mental es una oportunidad y es el principio del camino de la recuperación. Detectar estos problemas, y una vez que se conocen y se empiezan a abordar, es una oportunidad para reconstruir el proyecto de vida«.
Como conclusión, Luis Martínez-Abarca, director de colegios CEU, insistió en la importancia de tener presente que «hay que ser padre desde el primer día y olvidarse de la culpa cuando aparece en casa un problema de salud mental porque tenemos profesionales magníficos para poder tratar y acompañar a los hijos».
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La prevención es para Félix Notario el mejor mensaje de optimismo para los padres, «sobre todo si seguimos creyendo en la familia como pilar fundamental del abordaje de cualquier problema vinculado a la salud mental. El adolescente es una realidad biológica, psicológica y social, necesitamos que todos nos apoyemos para que sea una etapa llena de felicidad y de estímulo».
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