Pedro Sánchez viaja a China sin el respaldo de la UE y bajo la lupa de Trump
El presidente realiza su tercera visita en dos años para tratar de promover un acercamiento europeo al régimen
Espera abandonar Pekín llevándose más inversiones en energías renovables y vehículos eléctricos
La sombra de la «paradiplomacia» de Zapatero enturbia una visita llena de incógnitas
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El próximo 11 de abril el presidente del Gobierno Pedro Sánchez estrechará la mano del líder chino Xi Jinping por tercera vez en dos años, un apego repentino sin precedentes: el mismo número de visitas bilaterales requirió a sus predecesores veinte años. Basta ... esta aritmética decuplada para evidenciar la naturaleza insólita del acercamiento a China, caracterizado según fuentes con conocimiento de causa como una precipitación oportunista ante el panorama geopolítico que sugiere, además, la involucración de intereses ilegítimos.
El primer viaje de Sánchez tuvo lugar a finales de marzo de 2023; un fugaz saludo tras el aislamiento de la pandemia, despachado en cuarenta y ocho horas y copado por la guerra de Ucrania. «Fue una visita rara, se preparó a toda velocidad y quedó un poco deslucida», confesaban a ABC actores involucrados en su organización. Las prisas estarían en parte justificadas, sugerían estos, por la voluntad de apuntalar el perfil geopolítico del presidente ante la perspectiva de unas elecciones generales adversas y la rumoreada posibilidad de un epílogo profesional en organismos internacionales.
En septiembre de 2024 regresó. Su aparición tuvo entonces por contexto la guerra comercial en ciernes desatada por los aranceles europeos a los coches eléctricos chinos. Sánchez aprovechó la coyuntura para ofrecerse como mediador entre ambas partes, reconoció estar «reconsiderando» su postura y llamó a Estados miembros y Comisión a hacer lo propio.
Estas declaraciones causaron un estupor todavía palpable en las embajadas europeas, elevado a enojo cuando un mes más tarde España pasó del sí a la abstención. Pese a que la delegación española aterrizó en Pekín asegurando en privado que el sentido de su voto no formaría parte de las conversaciones, esta se vio sometida a una enorme presión, según ha tenido constancia ABC.
Dicha campaña intimidatoria tuvo una dimensión pública, en forma de investigación a las importaciones del porcino europeo, del que España es de lejos primer proveedor, y otra confidencial, aún más intensa, en la que China llegó a amenazar con paralizar sustanciales inversiones en suelo español. El ministro de Economía CarlosCuerpo, uno de los principales impulsores de los aranceles a nivel comunitario, no formó parte de la comitiva pese al marcado carácter comercial del misma.
Así, la claudicación de Sánchez reproduce una tendencia perversa que, de manera irónica, conecta con la razón de ser de estos aranceles. Su imposición por parte de la UE, tras el escarmiento de la energía rusa, venía a suponer una defensa preventiva ante el acaparamiento deliberado de una industria crítica por parte de un régimen potencialmente hostil que podría emplearla de manera coactiva. Esto es: el juego de fuerza al que sucumbió Sánchez para no apoyar los aranceles es el mismo que prueba la necesidad de los mismos.
«El cambio de posición del presidente Sánchez con los vehículos eléctricos ha sido muy importante. Ha sido muy apreciado por las empresas chinas y lo agradecemos con 10.000 millones de inversiones», afirmaba la semana pasada el embajador chino en Madrid, Yao Jing, sin sorna aparente y con cifras abstractas. «Queremos entrar en el mercado europeo y España es la mejor puerta para hacerlo», ya había adelantado en octubre del año pasado durante su intervención en el Foro Vocento España-China.
Liderar Europa
Este tercer viaje, previo paso por Vietnam, trata también de aprovechar las circunstancias. El terremoto geopolítico desencadenado por el regreso a la Casa Blanca de Donald Trump ha generado en el seno de la UE un debate entre redoblar la firmeza ante China para complacer al estadounidense o, por el contrario, bascular hacia el gigante asiático. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha dado señales de preferir esta segunda dirección. Durante su intervención en el Foro Económico Mundial de Davos llamó, en un marcado cambio de tono, a aprovechar «la oportunidad de profundizar nuestra relación con China y, cuando sea posible, incluso ampliar nuestros lazos comerciales y de inversión» ante -añadiría días después en Bruselas- «una era de geopolítica hipercompetitiva e hipertransaccional».
Varias voces de alto nivel político apuntan a este diario que el Gobierno habría detectado la oportunidad de encabezar dicho movimiento, proyectando una imagen de aparente liderazgo europeo -necesaria tras el aparente fracaso de su plan para mancomunar la financiación del rearme- y maximizando así los beneficios comerciales. El saludo de Sánchez y Xi resultaría más efectista aún si el próximo miércoles Trump anuncia sus nuevos «aranceles recíprocos», que en el caso de Europa podrían alcanzar hasta el 20%, los más altos desde que comenzara la política común allá por la década de los cincuenta.
Se trata, en cualquier caso, de un movimiento arriesgado. Por un lado, la senda europea dista de estar decidida. En la UE hay molestias por que China no parece dispuesta a hacer concesión alguna al entendimiento, convencida de que el contraste con Trump compensará su inmovilismo. «Solo quieren que cancelemos los aranceles a los vehículos eléctricos y ya esta», comenta un destacado diplomático europeo; esto es, eliminar la trampa inicial en la que ya ha caído Sánchez. La visita a Pekín iniciada este jueves por el comisario de Comercio, Maros Sefcovic, aspira a lograr avances en ese sentido.
Por otro lado, EE.UU. responderá. «El interés de China es que Europa dé un vuelco en las relaciones económicas y estratégicas con la UE. Sánchez quiere ser punta de lanza por nuestro posicionamiento estratégico en el extremo opuesto a Trump, quiere que parezca que gracias a él se inicie este reseteo», explica Alicia García-Herrero, economista jefe para Asia-Pacífico del banco de inversión Natixis. «Esto nos va a salir por un ojo de la cara. Hay que medir las fuerzas, una cosa es ir con la UE y otra ir solo y salir en la foto. China no te lo va a pagar. Hay poco que ganar de ir en avanzadilla y mucho que perder».
Todo ello configura una agenda de marcado carácter institucional, que conmemorará el vigésimo aniversario de la «asociación estratégica integral» entre China y España y servirá de antesala para la visita oficial de los Reyes programada para la segunda mitad del curso. Sánchez espera abandonar Pekín llevándose más inversiones en energías renovables y vehículos eléctricos. Además, una fábrica de componentes busca destino, y BYD estaría sorteando su tercera planta en Europa entre «países amigables». Alemania parte a priori como favorita, aunque una investigación preliminar de la Comisión sobre las operaciones de la firma china en Hungría podría paralizar nuevos proyectos. «Las relaciones están mejor que nunca», sentencian en Moncloa.
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