A la caza de taxis pirata en Barajas: «Piden 50 euros por coger un Uber»
Una decena de personas captan viajeros en el aeropuerto para pedirles un VTC o llevarles en sus propios coches
Ciberpolicías a la caza de estafas: del bizum inverso a las tarjetas clonadas
A primera hora de la tarde en la T-4 del aeropuerto de Barajas se forman colas y aglomeraciones de viajeros internacionales que acaban de aterrizar en la capital y que buscan dejar estas instalaciones cuanto antes. En su inquietud y desesperación hay quienes ... encuentran una oportunidad para lucrarse ilegalmente. Los trabajadores que frecuentan estas instalaciones cifran en una decena a los piratas que aprovechan esta situación para ofrecerse a cogerles un VTC a precios más caros, llevarles en sus propios coches e incluso siendo taxistas con licencia que cometen prácticas ilegales van a la caza de clientes fuera de las áreas establecidas para ellos. «El negocio es tan lucrativo que se pueden permitir pagar la sanción, sacar el coche del depósito y seguir con ello», explica Jesús Fernández, portavoz de la Federación Profesional del Taxi de Madrid.
Vestido con un traje oscuro, camisa y corbata, uno de estos individuos que acuden hasta el aeródromo madrileño para hacer su jornada busca a clientes entre la multitud. Su 'modus operandi' es sencillo: identifica a una mujer, se acerca, le pregunta a dónde va y se ofrece a cogerle un VTC. La mujer, que llegaba a la ciudad desde Irlanda y tan solo pensaba en descansar, accede a su oferta, por la que este individuo le pedía 50 euros.
Acto seguido, le agarra la maleta y la conduce por la pasarela mecánica hasta unos ascensores que llevan al espacio habilitado a los vehículos VTC para la recogida de clientes –siempre bajo demanda previa–. Mientras esperaban a que llegara su transporte, Domingo se puso el chaleco reflectante que mostraba el logo de la Federación del Taxi de Madrid e informó a esta mujer de la práctica ilegal en la que estaba, inconscientemente, involucrada.
«El Uber lo tiene que pedir ella. Tú a esta señora luego le vas a pedir dinero. No es algo que haces voluntariamente», le recrimina Domingo a este pirata. Tras unos minutos en los que ambos acabaron enzarzados en una discusión, la viajera decidió sacar su teléfono y pedir ella misma el transporte que la llevaría hasta su Airbnb.
«Todo esto lo hacen sin poner un coche ni tener ningún carnet. Si le pillan por esta captación, le pueden poner una multa de 4.001 euros», explica a ABC este taxista que durante algunos de sus días libres acude a este aeropuerto para dar caza a estos individuos.
Aunque el perfil del cliente puede variar, la técnica que utilizan siempre gira en torno a ofrecer una alternativa más rápida y, según ellos, más barata. Un viaje legal desde la capital hasta el aeropuerto tiene un coste fijo de 33 euros. La T-4, en torno a la hora de comer, se convierte en el espacio perfecto para esta actividad ilegal, puesto que estas personas aprovechan el cambio de turno de los policías y la llegada de los vuelos transatlánticos para actuar. «Muchos de los viajeros vienen de Colombia, Perú o Ecuador, países en los que esta situación no está regulada, por lo que aprovechan su desconocimiento para conseguir lucrarse ellos mismos. Esta media hora para ellos es crucial», detalla Domingo a este periódico con un ojo puesto en encontrar a más piratas.
A los pocos minutos de frustrar su primer viaje ilegal, consigue identificar a otro que acelera el ritmo cuando reconoce a este taxista. Iba acompañado de un hombre ecuatoriano que había captado en la cola de los clientes situada nada más salir del vestíbulo de llegadas a esta terminal. Llamando la atención a través de susurros de «transporte económico» entre los que aguardan su turno, este hombre de mediana edad ya conocido por los taxistas habituales del aeropuerto ofrece viajes en su propio vehículo. Domingo camina detrás de ellos y les aborda para informar al cliente de que esa práctica estaba prohibida y de las distintas opciones de transporte que podía coger. Se decantó por el taxi y le acompañó de vuelta hasta la cola. El conductor ilegal no se mostró resistente ni insistente.
«Esta no es una situación nueva a la que nos enfrentamos, sino que es una práctica habitual en nuestro sector. Tenemos peleas a diario contra ellos, constantemente», cuenta el portavoz de la FPT.
Joselito, el Diligencias, el Marroquí o el Colombiano son algunos de los piratas reconocidos por los taxistas que frecuentan el aeropuerto madrileño. Domingo lamenta que el resto de trabajadores del sector no colaboren con su labor como le gustaría y agradece el «gran trabajo» de los agentes de la Policía Municipal del aeropuerto, así como la colaboración de los trabajadores de seguridad.
Telebotellón
Desde que comenzó a ahuyentar a estos conductores ilegales, el taxista asegura que es notable la disminución de la presencia de estos individuos. Además, esto no es algo que afecte exclusivamente a los taxistas, sino también a otros trabajadores de estas instalaciones. «Los que venden tarjetas telefónicas dentro del vestíbulo también se ven atacados diariamente, ya que les roban los clientes», explica a este periódico.
La difusión de esta práctica ha llevado a los piratas a diseñar tarjetas de contacto, camuflando su verdadero trabajo con el de una empresa de transportes y mudanzas. «Es una manera de contactar con estos conductores ilegales. Me confundieron con un viajero, me dieron una de estas tarjetas y me dijeron que hasta tenían 'telebotellón'», señala.
Eso sí, estas actividades ilegales no solo las llevan a cabo individuos ajenos a este sector. Madrid cuenta con más de 15.600 licencias de taxi, entre las que hay conductores legales que también se saltan la reglas que marca la normativa en su propio beneficio. Estos, a los que también se les llama piratas, aparcan en el espacio habilitado para radio taxi –exclusivo para vehículos que han sido demandados por un cliente previamente–, caminan hasta la fila que se forma en esta terminal y guían a los clientes hasta sus coches. «Todo esto sin hacer la cola como el resto de sus compañeros», cuenta.
Domingo identificó a dos de ellos llegando a este estacionamiento de la T-4. Ambos caminaron hasta la cola en busca de clientes y, a los pocos minutos, llegó el conocido como el Marroquí, que al percatarse de la presencia de Domingo avisó al otro taxista y abandonó el aeropuerto. Este segundo tuvo menos suerte y, cuando volvió a donde había aparcado, pasó un coche patrulla de la Policía Municipal. Dejar el coche en este espacio sin que nadie haya solicitado previamente el servicio supone una multa de 1.001 euros, una sanción con la que este conductor se acabó yendo a casa tras esa jornada.
«Cuando un taxista reincide en esta práctica, se enfrenta a que le precinten el taxímetro y no pueda trabajar en seis meses, un año o lo que estime el Ayuntamiento de Madrid», explica Domingo, que admite también que con esta labor que lleva a cabo teme que le pueda «pasar algo», pero lo considera importante en defensa de su propio trabajo.
La Policía Municipal de Madrid cuenta con la Comisaría de Apoyo Vial y Transportes, actualmente compuesta por más de medio centenar de policías. Entre sus funciones se encuentra realizar controles y habilitar puestos en las principales estaciones de la capital para evitar esta práctica. «Se realizan controles específicos en los lugares que se considera que hay mayor tránsito de usuarios de este medio de transporte, como terminales del aeropuerto Adolfo Suárez Madrid Barajas, estaciones de tren (Chamartín o Atocha) e inmediaciones de hoteles», señalan a ABC fuentes del cuerpo.
Traducido en cifras, en 2024 se han realizado un total de 160 controles específicos, en los que se han redactado unas 700 denuncias a taxi, 43 de ellas atribuibles a piratas. Además, se han inmovilizado 30 coches que realizaban transporte público de viajeros en vehículos de hasta nueve plazas sin la autorización correspondiente.
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