CARTAS AL ALCALDE
El viandante bólido
El peatón, en Madrid, es generalmente un peatón con el susto encima
Interviú

A menudo hemos empujado aquí la duda de la molestia del patín, o patinete, que es una musa de la época de cielos abiertos de cuando Madrid era gobierno de Manuela Carmena. Incluso aquí hemos repetido la duda de la molestia de la ... bicicleta, que ha ensanchado alegremente su uso como si Madrid Central fuera otro corazón de Ámsterdam, pero sin canales, y con cuestas de pedanía.
El patín, o la bici, viven el difícil equilibrio de compartir, a ratos, el espacio con el peatón, que en Madrid es generalmente un peatón con el susto encima. Pero uno quisiera echar también aquí, al aire, la duda de si estorba mucho, o poco, o nada, el 'runner', que es el como se titula ahora al mozo que se pone a trotar entre semáforos. Mozo, o moza.
El 'runner' es un velocista que toma la ciudad, a cualquier hora, como si estuviera rodando un videoclip de sí mismo. No digo que el 'runner' no tenga todo el derecho a un maratón de solitario de la calle Segovia hacia arriba, y luego hacia abajo. Entiendo que sí, me parece que sí.
Lo que pasa, alcalde, es que el 'runner' va muy equipado de cascos musicales, ensimismamiento de púgil, ajuar de escaparate y zapatillas de astronauta de lo suyo, con lo que igual el peatón tiene ante el 'runner' otra cautela más de viandante al que no le cunde.
El 'runner' es un viandante que va de bólido, y lo mismo estamos ante otra suerte del patín, o de la bici, con el 'runner 'en marcha, mayormente si la calle es estrecha, como pasa en Madrid, en tanto barrio. El 'runner' es un patín sin patín, una bicicleta que se ha olvidado de coger la bicicleta.
El 'runner 'está muy bien, solo que está muy bien si por la acera caben él, un peatón y un patinete, los tres con holgura, porque si no estamos ante la reinvención del atasco.
Vengo a decir, alcalde, que aquí nos hemos echado todos a la calle a darle al pedal, o a la zapatilla de diseño, y el paseante propiamente dicho se va quedando como una reliquia de la ciudad que no tiene sitio para él, a modo, salvo en los parques de desperezo y en las aceras de holgura. No es exageración literaria. Arrímese usted al cogollo del meollo de la ciudad, ahí en las órbitas de la Puerta del Sol, y verá qué amenidad de estorbos vivos nos lo ponen difícil. Cada día.
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