CARTAS AL ALCALDE
Los bañistas en paro
Por esa condición de poblachón de asfalto necesitamos la piscina, que es el lujo de verano
La casa del 27
En Madrid no hay playa, alcalde, pero tampoco hay piscina. O hay poca. Quiero decir que Madrid va resultando mucho y muy bien como ciudad de alta postal, tras las muchas obras cumplidas, más las que aún hay en curso, pero nos faltan ... piscinas.
Rueda algún dato por ahí que deja a Madrid poco puntera, respecto a otras ciudades, si miramos el número de piscinas, según el número de habitantes.
Hablo, principalmente, de piscinas públicas, que van desde la de Arganzuela, o Carabanchel, hasta la de Ciudad Lineal, o Fuencarral El Pardo. Luego hay diez o doce más, desde la de Latina hasta las de Villaverde o San Blas.
Para los varios millones de bañistas que somos, por estas fechas, nos falta hueco de remojón. Somos los bañistas en paro de la temporada. Sorprende, por paradójico, que una gran ciudad sea ciudad escasa en piscinas, alcalde, porque Madrid tiene su mes mejor en agosto, según diagnóstico de Gómez de la Serna, aún vigente, y agosto sin piscina es menos agosto.
Igual hay quien pretexta que no es condición de lo urbano una piscina, ahí en medio, entre supermercados y farmacias, pero precisamente por esa condición de poblachón de asfalto necesitamos la piscina, que es el lujo de verano, cuando no hay playa, como es el caso.
La gente acude a pillar bronceado en los costados del Manzanares, y hasta en parques diversos he visto yo estos días muchachas de bikini, que quedan como sirenas de dulce susto, a orillas del tráfico de una avenida, como doradas maravillas de costa que de pronto han caído en medio de la barahúnda de la ciudad, donde el 'peatonaje' aún se ajetrea de traje, y de prisa.
Son bañistas sin baño, que acampan en un recodo de césped, que sale gratis, y tiene vistas a los autobuses.
MÁS INFORMACIÓN
Pero nos faltan piscinas, alcalde. Nos falta tener a mano una piscina. Las públicas, que es de lo que hablo, están entre un euro y treinta y cinco céntimos para la chavalería, y dos euros y veinticinco céntimos para los adultos.
Son una alegría barrial y popular de tantos que no van a poder cumplir la escapada al mar, ese soñado albedrío. Barrial alegría de trimestre, tan popular y aliviadora. Y tan escasa.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete