Últimas tardes con la peseta
El 30 de junio es el último día para canjear la que fue nuestra moneda por euros. Del Banco de España a la Plaza Mayor, seguimos sus huellas por Madrid

España es tan España que ni siquiera hay ‘quorum’ historiográfico para ubicar el origen terminológico de esa moneda y de esos billetes por los que pasó la Historia convulsa de nuestro país: la peseta . Hay quien lo supone una derivación del término ‘peso’, ... que es el de uso más común allá en los países hermanos de habla hispana; hay quien lo entiende como una feliz creación del sano pueblo español. En cualquier caso, los numismáticos más ceñudos sacan de los estantes y los trapillos de gamuzas una monedita, ya pasada de tiempo, que acuñó José Bonaparte en Barcelona en 1813. Pero esta peseta catalana (peseta como vocablo tiene desinencia del idioma catalán) sólo fue de uso en la Ciudad Condal y alrededores, y no hay que hacer más referencias al espíritu ahorrador de los catalanes, sino simplemente consignar lo que pasó en lo que entonces era España: un Cafarnaún de pesos, medidas, donde no había manera de fijar el precio de una gallina, una finca o una capa toledana.
En tiempos de La Gloriosa
Andando el tiempo, la peseta, como la peseta que algunos conocimos y hoy enterramos, nacería en el convulso año de 1868 . Tiempo de aquella revolución —La Gloriosa— que los de la LOGSE estudiamos de tapadillo y que mandó al exilio a Isabel II y puso en España un Gobierno provisional (como tantos).
Entonces, en un alarde de modernizar «este viejo país ineficiente» (Gil de Biedma ‘dixit’), se instituyó la unidad monetaria, ya sí, de la peseta. Y Madrid, desde entonces, tendría ya el monopolio para su acuñación en la llamada ceca, origen de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. Y, con más o menos fortuna, se empezó en el metal a reflejar motivos patrios. En esta primera peseta, una matrona hispana duerme una suerte de siesta alegórica con la cabeza apoyada en los Pirineos y los pies en Gibraltar; el artista no pensó en la incomodidad de Guadarrama en el reposo de la musa, pero en una monedilla tampoco es cuestión de ponerse exquisito. Monedilla, ésta, que llamaron «perra gorda» o «perra chica» según las hambres que pasaran nuestros paisanos de cuando entonces.
'El billetaje'
Así, pues, que iba pasando la Historia trágica de España con su moneda, que como objeto tuvo momentos de mayor o menos acierto artístico. Juan de Ávalos y hasta Benlliure colaboraron en el asunto, y lo que no se puede olvidar tampoco es el papel moneda, lo que llaman los castizos ‘el billetaje’ , el mismo que los tratantes de ganado llevaban amarrado en un montoncito sujeto por una guita y que iban paseando por el casino y por las tascas más o menos sórdidas de la capital. Cuando venían a sus cuidados del negocio o a darse placeres más inconfesables.
Porque ya hablar de los billetes es hablar de quienes han figurado en ellos. ¿Quién no recuerda los roques canarios con un retrato de Benito Pérez Galdós , o la idealización de Hernán Cortés en esos papeles verdes que eran como la felicidad relativa de la clase media y auguraban buena tarde en los cines y en los billares?
Aunque personajes de la España que quiso ser gloriosa para el mundo hay muchos. Famosos que paisanos de toda condición han llevado en la faltriquera en una nómina que va de Velázquez a Calderón , de ahí a Isabel de Castilla (sin fajín), y de ahí a Echegaray (menos plúmbeo en los billetes que en la realidad) o a la barbilla y el prognatismo de Carlos V , según lo vio Tiziano en Muhlberg.
La cuestión es que hay que ir, ahora que ya sí que sí, a las numismáticas del centro de Madrid. Donde hay carteles avisan de que las monedas del franquismo y la democracia carecen de valor coleccionista «frente a lo que han contado algunos medios». Ir y hablar por ejemplo con Ángel Fernández en su local de la calle Mayor, donde nos contará que las pesetas que más morbo dan a los coleccionistas, aun en tiempos de twitter y ‘bizum’, son las pesetas que se acuñaron en 1869, de «las que sólo existen 100 unidades » y cuyo «precio en el mercado, según el estado de conservación, puede oscilar entre 10.000 y 20.000 euros». Para la entrada de una moto, por ejemplo.
Melancolía de oficio
Ángel también muestra a ABC la célebre moneda acuñada en Barcelona, y se ve que la numismática es un arte o una afición que conjuga a partes iguales la Historia y una melancolía vaga por el propio oficio y por quienes pusieron su rostro en las divisas.
Y todo este homenaje a la peseta, ahora que el día 30 será imposible de canjear por el euro , pasa también por la puerta del Banco de España . Al ladito de la Cibeles y su historia de custodia mitológica del oro patrio. Allí, no pocos madrileños pasan con cepillos como de iglesia haciendo ruido de lata y esperando sacar 50 euros, el que más. Hubo listas para hacer esta operación de cambio que España/Madrid ha dejado para última hora. Finalmente entra quien lleve aquellas pesetas que estaban en vigor cuando llegó el euro.
'Patio de operaciones'
Los amables beneméritos que custodian la entrada cuentan que todo esto de euros por pesetas se hace en lo que llaman ‘patio de operaciones’. El vigilante de seguridad, socarrón, intenta nivelar la cola: «Por favor, dos filas, que me desniveláis la calle» (Alcalá cae en pendiente hacia el Paseo del Prado). Allí el jovencito Mauro Bravo Torres, con su madre, se deja fotografiar con una ristra de billetes antiguos que parecen haber sido impresos hoy mismo.
La peseta se nos va ya para siempre, el 30 de junio, con ese recuerdo amoroso de darle su nombre a una estación de metro de la línea 11, la que va a La Fortuna. Ni una ni otra (pesetas y fortunas) hemos tenido muchas .
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