Guillermo Garabito - La sombra de mis pasos
No se puede huir de Madrid
En Madrid todo pasa a la vez y lo fácil es perdérselo y de paso perder el tren

Madrid es una trampa de la que uno ya no puede escapar. Se va con intención de un rato, de trabajar y huir, hasta que te atrapa y descubres que no hay trenes más allá de las ocho y veinticinco. Porque a partir de las ... ocho no existe el resto de España. Suerte que allí todavía es verano por este dumping estacional y no refresca aún.
A las siete en punto de la tarde Madrid es un fogonazo de felicidad para los enamorados. Y después, cuando anochece en tecnicolor, uno siente la tentación de quedarse indefinidamente, de no coger el coche y hacer la mili, que dice Raúl del Pozo. Madrid es una mili literaria, según parece, donde se hace lo mismo que aquí pero con más pompa y circunstancia. Madrid es una fiesta a cada hora. El miércoles fui a la de ‘Zenda’ a celebrar sus cinco años de vida. Ahí estaba todo Madrid esperando a que Arturo Pérez Reverte, con pinta de general de brigada sin el fajín, pasara revista a los asistentes. Fue curioso ver cómo se cuadraba incoscientemente todo el mundo cuando entró; quizá porque Raúl, como de costumbre, tiene razón y la mili -al menos la de las letras- se sigue haciendo en Madrid.
A la misma hora Iván Redondo presentaba libro en el Palace, porque la capital lo tiene todo: exasesores políticos convertidos en novela, amigos firmando contratos editoriales notorios, novelistas pasando revista a las tropas y a Pedro Sánchez escribiendo cien veces en un folio en blanco: «No indultaré terroristas por un puñado de euros».
En Madrid todo pasa a la vez y lo fácil es perdérselo y de paso perder el tren. No sé a quién se le ha ocurrido que es viable conciliar nada si el último AVE que sale de Madrid en dirección a Valladolid es a las ocho y veinticinco. El ‘bullying’ ferroviario como estrategia perfecta contra la despoblación… ¡Mis felicitaciones! Y la culpa -por supuesto- será de Ayuso, directora general de Renfe. Ahora que quieren cobrar las autovías, prohibir los vuelos cortos, declarar el coche particular como un bien de lujo y que todos vayamos en tren porque la vida es amable y rosa… Ya puestos a chulearnos, podrían facilitar al menos los horarios disponibles para la sodomía.
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