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CINCO AÑOS DE LA PANDEMIA

Natividad Laín: «Por lo rápido que morían mis pacientes me di cuenta de la magnitud del virus»

Perdió 7 kilos en primera 'línea de fuego' contra la pandemia, que se llevó a cinco de sus colegas médicos. Cinco años después, pide aprender de los errores para que no vuelva a ocurrir

El doloroso recuerdo del Covid-19 en España cinco años después, en imágenes

La doctora Laín (a la derecha) junto a una colega agradecen en esta imagen de 2020 la ayuda de la población con el personal sanitario ABC
María José Muñoz

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Ayer, 14 de marzo, se cumplieron cinco años de la declaración del estado de alarma por la pandemia del coronavirus. Por entonces, el Servicio de Urgencias del hospital 'Virgen de la Salud' de Toledo había 'cerrado' unos días antes con medidas de aislamiento. Para la doctora Natividad Laín, médico de Urgencias y presidenta del Colegio de Médicos de Toledo, empezaba una odisea que tardará mucho en olvidar.

—¿Se hablaba ya de Covid cuando se determinó el aislamiento?

—Todavía no era oficial pero el Servicio de Urgencias empezó a ver cuadros respiratorios. Leímos toda la biblografía que se había publicado, que era fundamentalmente de China, pero no habían publicado ni la magnitud ni los casos graves que tenían en la UVI. Habían censurado la magnitud del problema.

—¿Cuándo se dio cuenta de esa magnitud?

—La mayoría de los profesionales nos dimos cuenta la semana siguiente. Nosotros ya estábamos con precaución unos días antes, desde el 8 o el 9 de marzo. Yo tuve guardia el 7 de marzo y recuerdo que ese día ya nos empezaban a mandar a gente con clínica respiratoria y empezamos a hacer alguna PCR, que teníamos muy pocas. Teníamos a los enfermos respiratorios apartados del resto, estableciendo así una serie de fronteras.

—¿Cuándo llegó la gran ola?

—Inmediatamente después llegó el tsunami, a la semana siguiente. A partir de que se cerrara oficialmente el 14 de marzo, ya fue un tsunami; empezó a venir gente, gente, gente disparada. Al principio no éramos tan conscientes de la magnitud porque lo desconocíamos, pero a partir del día 18 o 20 de marzo ya lo comentábamos entre los compañeros. Vi que muchos de los pacientes que yo había ingresado con sospecha clínica de Covid -porque la mayoría no tenían un diagnóstico certero al no poderles hacer pruebas de confirmación microbiológica- empezaron a morirse; vi que habían muerto muchísimos. Y yo me dije pero esto qué es. Se había muerto un porcentaje muy superior al esperado y otros estaban evolucionando mal. Comenzamos a alarmarnos: era un proceso mucho más grave de lo que esperábamos.

—El empeoramiento de los pacientes era rapidísimo.

—Nos dimos cuenta de que pacientes que ingresaban por su propie pie, a las 48 horas estaban ya con una insuficiencia respiratoria severa, que ya no podían ponerse de pie, y a los tres días ya estaban en la UVI. Había enfermos que habían entrado andando a la urgencia, que a las 48 horas habían empeorado y hacían insuficiencia respiratoria. A la semana estaban aislados.

La doctora Natividad Laín, a la puerta del Hospital Universitario de Toledo H. FRAILE

—¿El peor día que recuerda?

—No lo recuerdo porque la naturaleza es muy sabia y lo olvidas, pero me acuerdo que hubo días en que ya no teníamos ni sillas para sentar a los pacientes. Tuvimos que utilizar las sillas de nuestras salas de trabajo y de los estares de enfermería, las sacamos para sentar a los enfermos. Se habilitaron todas las salas disponibles y se reorganizó todo el sevicio de urgencias para poder atender en áreas sucias y áreas limpias.

—En un principio, ustedes no tenían EPIS de protección.

—Nos daban las medidas de protección que había, pero eran insuficientes. Nuestras primeras mascarillas FP2 y las quirúrgicas nos las cambiábamos cada 21 días; teníamos que firmar para que nos dieran otra. Y las medidas de protección las teníamos que redistribuir, se las ponían los que estaban en las áreas sucias, las áreas Covid. Pero los enfermos no traen escrito el diagnóstico en la frente: abuela al área limpia porque viene con un traumatismo craneoencefálico, y te pones a explorarla, la auscultas, tiene fiebre: la abuela se ha caído porque tiene un Covid como un camión. Y la has atendido sin medidas de protección porque las reservábamos para los que estaban en área Covid; no había suficientes.

—Entonces, hubo contagios entre pacientes, médicos...

—Claro, el personal se contagiaba, pero no hubo tantísimos contagios como en la segunda oleada porque implementamos pronto las medidas de protección en la Urgencia. Hubo contagios entre pacientes, claro. Aumentó la violencia de género, venía gente por agresión, iba a área limpia pero resulta que además tenía Covid. Las mujeres estaban encerradas en sus casas con sus agresores. O un señor que viene con una hernia y que dice: «como no paro de toser se me ha salido la hernia»: Covid perdido.

—¿Qué edades tenían los pacientes?

—Tuvimos de todo. El Covid afectó a todo el mundo, lo que pasa es que efectivamente ciertos pacientes con patologías crónicas y de cierta edad -que además eran plutipatológicos- tenían más riesgo. Otro momento duro fue cuando nos tocaba atender a nuestros propios compañeros, de las urgencias, de las plantas, enfermeras, médicos. Y los teníamos que atender los que quedábamos sanos. Yo tuve la suerte de no contagiarme hasta 2021. En la primera oleada no se contagiaron demasiados médicos, pero en la segunda se contagiaron un montón. En el Colegio de Médicos tuvimos cinco muertes. Y eso es muy duro, ver a tus compañeros morir. Te afecta psicológicamente.

—El movimiento solidario fue importante durante la pandemia.

—La solidaridad que se dio entonces entre compañeros no la he vuelto a ver. Hubo que reorganizar a todo el hospital. Lógicamente, las áreas médicas tenían una sobrecarga de trabajo a lo bestia, los que atendíamos Covid; y las áreas quirúrgicas estaban casi de vacaciones porque hubo que suspender toda la cirugía. Hubo muchos compañeros quirúrgicos que voluntariamente se prestaron a ayudar en las áreas médicas. De hecho, en la primera oleada no solo tenías a los residentes que te tocaban sino que voluntariamente también bajaban los residentes quirúrgicos a las áreas médicas para ayudar con el Covid.

—Y en el caos, eso emociona.

—Emociona y te ayuda, porque no dábamos abasto. Los directores médicos se pusieron la bata y se pusieron a trabajar. Alguno se puso malo, la mayoría cayeron, y por eso fue bien, porque mandaron los subalternos, los mandos medios -que tienen mucha más cabeza-; cayeron todos los jefes y se organizó por los mandos intermedios. También llegaron muchos médicos jubilados y se pusieron a ayudar, sobre todo en el seguimiento de pacientes.

—¿En algún momento se seleccionaba a los ancianos que se derivaban a los hospitales desde las residencias, como dicen que ocurrió en Madrid?

—Aquí en Castilla-La Mancha, a nosotros en urgencias -a partir de la segunda ola- nos dieron un busca para que nos llamasen los médicos que atendían a los enfermos en las residencias, y la verdad es que nunca les dijimos que no los trajeran. Cuando me llamaban por el busca -era difícil cogerlo porque estaba vestida de 'torero', con el EPI puesto viendo pacientes- se les preguntaba ¿has visto al paciente, consideras que tienes que mandarlo? Pues mándalo. A ningún residente se le negó el traslado al hospital.

—Faltaron respiradores.

—Hubo déficit de respiradores yo creo que en toda España. Se acabaron los componentes de Philips y hubo que reorganizar el sistema sanitario en base a algo que era como un stunami totalmente desconocido y que nos desbordó. Regina Leal siempre ha dicho -y estoy de acuerdo con ella- que en Castilla-La Mancha se dobló el sistema sanitario como un junco, pero no se llegó a quebrar. Pasamos situaciones muy malas pero logramos sobreponernos.

—Transcurridos cinco años de aquello, ¿qué piensa usted?

—Quizá debiéramos hacer un ejercicio de volver a recordar porque, a lo mejor, por salud mental, intentamos muchas veces recordar lo bueno y nos olvidamos enseguida de lo malo. Sería conveniente, de vez en cuando, acordarnos de lo malo para que no vuelva a ocurrir. Yo, por aquel entonces, era presidenta autonómica de los colegios de médicos, y sé que no nos daba tiempo a nada.A los periodistas les decía que no era momento de hacer declaraciones, es momento de trabajar y ver enfermos; yo no puedo parar. Y además no quiero equivocarme y decir lo que siento porque puedo ser injusta. Porque vienes hecha polvo del hospital -yo adelgacé siete kilos- llegabas a tu casa y en tu casa tienes familia. Muchas familias de sanitarios que tenían gente con riesgo se aislaron y vivían solos. He de agradecer que se habilitaran residencias para sanitarios y la alcaldesa de Toledo se puso a nuestra disposición porque había gente que venía en el AVE y tenían que ir andando al hospital. En los taxis solo podía ir uno y entonces pusieron más autobuses, y más taxis. La alcaldesa, el consejero de Sanidad, el presidente Page, el presidente de la Diputación...todos se pusieron a nuestra disposición. También los médicos sindicalistas dejaron la liberación y se pusieron a ver enfermos, y mis directores médicos también. Todo el mundo arrimó el hombro.

—¿Piensa que esto podría volver a ocurrir?

—¿Por qué no? Igual que tuvimos la pandemia de la gripe en 1917 y otra en 2020 de Covid. No le digo que vuelva a haber una pandemia tan grande, pero sí las habrá porque ahora la movilidad geográfica es mucho más alta y las enfermedades se transmiten más que hace un siglo. No hay duda de que va a haber virus nuevos y que se van a transmitir, claro que sí. Esperemos que aprendamos de lo que hemos hecho.

—Aprender de los fallos...

—Una de las cosas que se puso de manifiesto es la dependencia tan absoluta que tenemos de los suministros y eso debe cambiar. De hecho, después se hizo un Plan de Reserva Estratégica de material, que se debe revisar, mantener y aumentar. Y las vacunas fueron un antes y un después en la pandemia. A partir del verano, -aunque luego hubo una segunda oleada y una tercera- los enfermos fueron mejor y no hubo tanta mortalidad porque ya sabíamos más, mejoramos los medios de aislamiento y los tratamientos. Sabíamos más sobre cómo se comportaba el virus. Cuando se empezaron a probar fármacos que tenían resultado, los pacientes mejoraron.

—¿Cómo se comportó la población?

—La pandemia también puso de manifiesto nuestras carencias como población, somos muy dependientes de otros países. Aprendimos que tener un autoabastecimiento y no estar en manos de terceros es muy importante a la hora de afrontar al menos las primeras oleadas. España tenía una industria textil floreciente que se ha hundido y lo hemos dejado todo en manos de los chinos. Los médicos subsistimos durante días por donaciones. Los de Osi Food Solution cerraron la fábrica y nos donaron sus monos de trabajo; y unas costureras nos hicieron EPIS con materiales de fundas de colchón, y los utilizamos mucho tiempo. En la primera oleada, de marzo a mayo, también nos ayudaron mucho donaciones de gente que nos prestó todo lo que tenían, talleres locales que nos mandaban lo que podían. Y nos lo poníamos todo. Pasábamos calor, no sabe usted lo que hemos sudado metidos en las EPIS.

—¿Qué es lo que más le sobrecogió?

—Que a las familias tuviéramos que comunicarles por teléfono la muerte de su ser querido y algunas se te echaban a llorar. Y encima te daban las gracias. Sus familiares entraron andando al hospital y no volvieron a verlos más. Al principio no conocíamos la enfermedad pero aprendimos, y una vez que aprendimos y aprendió la población, las cosas cambiaron. Y no sabe usted la población cómo se comportó. Se presentaban con tartas, los niños de los colegios nos hicieron pantallas, asociaciones de vecinos, gorros. Todo el mundo se volcó para ayudarnos. Y nosotros lo cogíamos todo como materiale de protección. Había unas batitas que me llegaban a mí por los codos, pero que nos las poníamos. Había días que no teníamos otra cosa.

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