La palabra de una mujer joven
El día de hoy es histórico porque la futura jefa del Estado ha renovado su compromiso con la norma fundamental de la que emanan nuestros derechos y deberes. No ha sido cualquier cosa
La Princesa Leonor jura la Constitución
Las promesas importan. Jurar es uno de los pocos actos de habla en los que el pasado, el presente y el futuro se reúnen. La palabra se cumple a futuro, pero el compromiso siempre se retrotrae al momento fundacional del juramento. El día de ... hoy es histórico porque la futura jefa del Estado ha renovado su compromiso con la norma fundamental de la que emanan nuestros derechos y deberes. No ha sido cualquier cosa. La futura reina se iguala, por voluntad y por deber, a todos los ciudadanos que lo somos, precisamente, por estar sometidos a una norma compartida.
El riesgo de los privilegios legales quedó consignado en la Ley de las XII Tablas en Roma y ya antes, en Grecia, se había hecho cuerpo en el concepto de 'isonomía'. Un pueblo no es sólo una multitud de semejantes. Como advirtiera Cicerón, el pueblo no es el conjunto de personas reunidas de cualquier modo, sino que se une por un acuerdo común con respecto a un derecho con el que Leonor hoy, de blanco, se comprometió de forma pública. El mismo Cicerón es autor de otra célebre cita: 'Fundamentum est iustitiae fides', es decir, el fundamento de la Justicia es la fidelidad. Y cabría decir, de la fidelidad a una promesa como la que acabamos de presenciar. Nadie se tomó más en serio la República que el pensador de Arpino, aunque el nombre sagrado de la cosa pública resultaría hoy más compatible con una Monarquía parlamentaria que con los abusos de quienes legislan 'ad hominen' para salvar sus intereses personales.
Nietzsche decía que somos el animal al que nos es lícito hacer promesas. Pero creo que se equivocaba. El juramento no es un instrumento solamente lícito, sino también imprescindible. Cada vez que juramos nos comprometemos con una manera muy concreta de hacer futuro. Doña Leonor, estrenando la responsabilidad que imprime la edad adulta, juró cumplir y hacer cumplir el pacto de convivencia, en una ceremonia que en su solemnidad contrasta con las miserias habituales que de un tiempo a esta parte corrompen las palabras en ese mismo hemiciclo. Las pinturas, las virtudes cardinales grabadas en los vidrios y la exigencia de las maderas nobles de la cámara se vieron correspondidas por la gravedad de las palabras con las que la futura Reina asiente a su deber y a su destino.
El mismo espacio que semanalmente es testigo de insultos y falacias se reconcilió con la altura de un verbo solemne y comprometido. Juró la Princesa Leonor ante una cámara en la que reside la soberanía nacional y no popular, como erradamente apuntó Armengol. Y a muchos nos renovó la esperanza en una ley escrita que por encima de los desafíos puntuales sabrá prevalecer. Porque la Justicia, al igual que el bien, la verdad y la belleza, acaban venciendo. Y los españoles, le pese a quien le pese, seguiremos siendo iguales y semejantes a nuestra futura Reina.
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