¿Por qué hay tantos terremotos en Granada? Esta es la explicación
Hay un zona sísmica en Sierra Elvira, cerca de la capital, porque allí choca la placta tectónica europea con la africana, algo que no se puede evitar pero sí advertir
Un terremoto de magnitud 4,2 al sur de Alborán hace temblar Melilla, Málaga y Granada

La tierra tiembla en Granada más que en otros sitios, es un hecho constatable. Los geólogos calculan que en la provincia se producen unos dos mil movimientos de tierra al año, por fortuna insignificantes en la inmensa mayoría de los casos. Aunque también los ha habido muy graves, como el de Alhama de Granada en 1884, que produjo 800 muertos.
Ya en el siglo XX se recuerda -los más mayores sobre todo, porque lo vivieron- el de 1956, que se notó especialmente en los pueblos de Atarfe y Albolote y que sea saldó con trece víctimas. Y por supuesto, mucho más cerca, está en la mente de todos el enjambre sísmico que se produjo a principios de 2021 -en plena pandemia- y que llegó a generar terremotos de 4,4 grados de intensidad. Lo pasaron realmente mal en sitios como Santa Fe o, de nuevo, Atarfe, pero no hubo víctimas mortales.
La explicación es sencilla: la placa tectónica africana y la europea chocan en un punto del mapa donde se sitúa Sierra Elvira, en las cercanías de la capital. Los choques llegan cada cierto tiempo de manera inevitable. Granada es una zona sísmica y eso es lo que hay. Sí se puede prevenir su inminencia, eso por lo menos es un alivio.
Hay quien intenta llegar más allá con sus investigaciones. En el Instituto Geológico y Minero de España, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, publicaron un estudio que mostró la relación entre las variaciones de parámetros químicos de las aguas termales y los terremotos.
El estudio se llevó a cabo en la cuenca de Granada, donde hay fallas activas que atraviesan la Vega. Estas fallas, subraya, son a su vez las responsables de la presencia de manantiales termales en el entorno de Granada, como los históricos baños de Sierra Elvira, ya que «permiten el ascenso a la superficie de aguas procedentes de acuíferos profundos, y por lo tanto calientes».
Un estudio interesante
Esta dualidad ha impulsado a los investigadores a muestrear un par de sondeos termales durante la crisis sísmica que se vivió en Granada entre finales de 2020 y principios de 2021, que tuvieron en el mencionado enjambre de enero su peor episodio.
Los responsables del estudio, Rosa María Mateos y Juan Antonio Luque, supieron aprovechar «la oportunidad única que les ofrecía la secuencia de terremotos para buscar ese indicio precursor que abriera una nueva línea de investigación» y descubrieron que la secuencia sísmica estuvo relacionada principalmente con el movimiento de la falla de Santa Fe y contabilizó 3.110 terremotos, seis de ellos de magnitud superior a 4.1 Mw (magnitud momento). El mayor (4.5 Mw) tuvo lugar el 12 de agosto de 2021 y dio por finalizada la serie. Los hipocentros de los terremotos fueron muy superficiales, de ahí que gran parte de ellos (353 terremotos) se sintieran por la población y generaran una clara alarma social.
Los dos sondeos termales, muy cercanos a la falla de Santa Fe, se muestrearon en 19 ocasiones, cubriendo muy bien el periodo de mayor concentración de terremotos y de mayor magnitud, que tuvo lugar en enero y febrero de 2021. En cada ocasión, se analizaron más de 45 parámetros químicos, así como la temperatura, la conductividad y el pH del agua termal 'in situ'.
Los resultados de este estudio pionero son esperanzadores, ya que ponen de manifiesto variaciones hidroquímicas relevantes según la frecuencia y la magnitud de los terremotos, especialmente de parámetros como la sílice (SiO2), el ión cloruro (Cl), el hierro (Fe) y el calcio (Ca).
Inyección de sulfatos
Destaca claramente el ion sulfato (SO4), cuyos picos preceden a los terremotos de mayor magnitud. «Esto indica que, previamente al terremoto, hay una rápida entrada de agua del acuífero profundo, muy rico en sulfatos, ligado a la dilatación de la falla. En un argot menos científico podría decirse que se produce una inyección de sulfatos antes del terremoto de gran magnitud«, afirmó en ese sentido Rosa María Mateos.
La investigación representa así un paso en la búsqueda de precursores sísmicos. En el caso de Granada, el ión sulfato puede ser el delator de terremotos inminentes. «Este estudio abre un nuevo panorama que requiere de una monitorización continua de la composición química del agua procedente de acuíferos termales que aprovechan las fallas sismogénicas para aflorar», concluyó Juan Antonio Luque.
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