especial alemania y españa: destino común
«Alemania no es culpable de nuestros excesos»
Entrevista a Francisco Belil, ex consejero delegado de Bayer y Siemens en España
Español educado con institutriz alemana en el seno de una familia de industriales catalanes germanófilos, Belil ingresó en Bayer en 1972 y la dirigió en España durante diez años, hasta 2006, cuando fue nombrado consejero delegado de Siemens en 15 países del sur de Europa. Lleva cuatro días jubilado y planea dedicarse a la formación y a devolver a la sociedad parte de las muchas cosas que le ha aportado, mediante clases, participación en consejos de empresas, ONGs y trabajo social.
Pregunta (P)—Disculpe los diez minutos de retraso. ¿Es uno de los defectos hispanos más evidentes?
Respuesta (R)—Ser puntual favorece la eficiencia, porque mientras los demás esperan, pierden el tiempo, aunque ahora las tecnologías te permitan trabajar. Los alemanes planifican mejor. Yo tengo citas con colegas con un año de anticipación. Ser así te hace predecible y eficiente.
P—¿Es un lujo amortizar a una persona de su experiencia y talento?
R—Tiene sentido establecer reglas. He cubierto una etapa y es bueno cambiar. Las grandes compañías alemanas son más estrictas en el cumplimiento de los plazos. Los españoles también deberíamos plantearnos cómo aprovechamos la experiencia y el talento. Se trata de emular lo que hacían antes las familias, donde se producía una transferencia natural de conocimiento entre mayores y jóvenes.
P—¿Heredó la admiración a lo alemán de su abuelo industrial?
R—Mi abuelo era ingeniero y tenía fábricas de colorantes y explosivos cuando el número uno mundial era IG Farben, que fue la «madre» de Bayer, Basf y Hoechst. Siempre se comparaba con los mejores y por eso admiraba a los alemanes, a quienes intentaba emular y, si era posible, superar. También he absorbido de mi abuelo cómo trataba a las personas, que son las que marcan la diferencia en las empresas.
P—Siempre hay un camino mejor para hacer las cosas y hay que atreverse a probarlo. ¿Cuál tenemos que intentar los españoles?
R—Hay coincidencias en el diagnóstico de nuestra enfermedad. Hemos de atrevernos a tomar la medicina, aunque sea amarga, sabiendo que nos va a curar. Podemos recuperar el tiempo perdido, pero empecemos ya, porque desde Siemens, que está en 191 países, he podido comprobar que la competencia no duerme. Tenemos que avanzar con reformas estructurales dolorosas, pero es lo que toca, como el enfermo que recibe quimioterapia o se somete a una operación. Es duro, pero es el paso necesario para la curación.
P—¿El talón de Aquiles de la economía española está en la competitividad, donde hemos caído a posiciones de Barbados y Malasia?
R—La dirección es la buena, pero hemos de poner el pie en el acelerador para recorrer lo antes posible el camino de las reformas. No podemos aspirar a un aprobado justillo. Si la receta médica indica que debemos tomar una dosis de cien miligramos de una sustancia, no podemos tomar sólo la mitad porque simplemente no te curas. En España tenemos todo lo que se necesita para ser un país de primera, pero hemos de tener la voluntad para hacerlo.
P—¿Vamos bien encaminados en el modelo productivo, cuando gastamos más en loterías que en I+D+i?
R—En el pasado, España no era nadie en el mundo del deporte. En los Juegos de 1992 creció el medallero y de repente empezamos a emular lo que hace el Barça en la Masía, que es un modelo de éxito basado en detectar el talento entre los jóvenes. Crear referentes positivos es muy bueno para el país, porque aumentamos la autoestima y contribuimos a que las cosas sean mejores. Si somos capaces de hacer proezas en el deporte, ¿por qué no lo logramos en otras áreas que son más importantes, como la ciencia y la tecnología, donde España tiene talento suficiente para ser una potencia en I+D+i? Nos lo tenemos que tomar en serio y poner el foco en eso para darle el valor que tiene. No es comparable la atención que los medios dedican al deporte respecto a la ciencia y la técnica, cuando es lo que nos aporta la calidad de vida de la que gozamos todos. Desde controlar el fuego a la invención de la rueda o internet, el progreso de la humanidad depende de los avances en ese campo.
Hemos de atrevernos a tomar la medicina, aunque sea amarga, sabiendo que nos va a curar
P—¿La subasta por adjudicarse el proyecto Eurovegas no parece que vaya en ese sentido de modelo productivo?
R—Las economías más prósperas son las que tienen una economía equilibrada. Los monocultivos como país no tienen a la larga tanto éxito como las economías diversificadas. No hay que colocar todos los huevos en la misma cesta del turismo. Para mi país deseo lo mejor, es decir, una economía diversificada, que pasa por más industria y también por un sector turístico potente. Alemania nunca ha perdido su base industrial. Tiene grandes compañías, pero también medianas que son enormemente competitivas. Deseo algo similar. No me identifico con el modelo Las Vegas, pero solo si trae riqueza al país y supone un proyecto más, sin olvidar potenciar a la industria y el desarrollo armónico del resto de sectores.
P—¿Tenemos buenos capitanes y tripulación para salir airosos del proceloso mar de la crisis?
R—Tenemos excelentes capitanes, sólo tenemos que darles la oportunidad de ponerles en el puente de mando y evitar selecciones negativas. Con mar en bonanza, cualquiera lleva el barco. Cuando se pone a prueba la excelencia es en situaciones adversas.
P—Pero no hay ni una sola universidad española entre las cien primeras del mundo…
R—Entre las 200 primeras tenemos a dos. Una vez más, no es que no sepamos o no podamos, es que no queremos. Si somos capaces de tener tres escuelas de negocios en el top-ten mundial (IESE, ESADE e IE), deberíamos tener por lo menos tres universidades al mismo nivel. El café para todos no es bueno. No podemos medirnos todos por el más bajo. Tenemos que hacer como mi abuelo, fijarse en el mejor e intentar emularlo
P—¿La permanente exigencia de austeridad y rigor no transmite en exceso la imagen de una Alemania dura, rígida, dogmática, exigente, casi dominante?
R—Si estás sano puedes hacer tu vida, pero cuando vas al médico quieres curarte. Estamos enfermos como país por nuestros propios excesos: nos hemos inflado de pasteles, hemos bebido y fumado y no hacemos deporte y ahora tenemos dolores por todas partes. Lo que nos dice el médico es duro: dejar de fumar, régimen, hacer ejercicio y tomar pastillas. Pero el médico no tiene la culpa. Igualmente no podemos culpar a los alemanes de lo que no han hecho. Tampoco podemos exculparnos de nuestra responsabilidad al asumir deudas. Es bueno que alguien nos discipline después de tanta indisciplina.
P—Los socialdemócratas españoles lo denominan «síndrome de Berlín»…
R—Yo no quiero que mi médico sea blandengue, porque deseo curarme y cuanto antes.
P—¿Va bien la construcción europea si se atiende más a las elecciones nacionales?
R—Tener elecciones estatales no puede anular las autonómicas o las locales. Sueño con una Unión Europea más allá del euro; una Europa unida y potente donde no existan de verdad las fronteras y para eso necesitamos que los países y los políticos sean más generosos para entregar soberanía. Si ambicionamos una potente Europa frente a Estados Unidos, Rusia y China, necesitamos tener una soberanía común, pero estamos muy lejos, porque todos piensan en egoismos locales. Sin generosidad, Europa no será nunca una potencia. Igual nos pasa en España.
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