García Pimienta aún no se ha enterado que entrena al Sevilla FC
El entrenador no sólo estuvo muy desacertado en su dirección de partido ante el Athletic, sino en sus declaraciones previas al choque
Llueve sobre mojado en Sevilla. Cualquiera puede decirme que menuda guasa gasto con este inicio. El doble sentido nunca fue mi fuerte. Pero lo cierto es que es una afirmación que describe a la perfección la sensación que transmite un equipo y un club ... que han decidido ser presas de su tenebroso destino. Incluso de una hinchada que lo ha aceptado, como quien sabe que algo malo le va a suceder, lo intuye o presiente, y se deja llevar sin ponerle remedio. Sin buscar el porqué de las cosas. Existen dos realidades incontestables en este Sevilla. La primera es que su plantilla tiene defectos. Importantes. El descenso de nivel de la misma era esperado. Pese a ello, su puntuación es mejor que en los dos últimos años. Un grupo de jugadores excesivamente imberbes y a los que el Sánchez-Pizjuán se los traga por la presión de dar buena imagen a los que nunca te abandonan. Y los que ya podrían comenzar a peinar canas tampoco colaboran en exceso. Los primeros 45 minutos de Saúl y la pitada que se llevó al ser sustituido pueden explicarle bien que no debe apoyar en la distancia al Atlético de Madrid, que los amores para un sevillista se tienen de uno en uno y van siempre engalanados con un mismo escudo. No se puede portal el brazalete y lanzar guiños a quien no te quiso en verano. El bienquedismo con quien te da protección ahora, miarma. Puede que su sustitución fuese la única decisión acertada del entrenador en una tarde para olvidar.
Porque se acentúa demasiado que el Sevilla tiene una plantilla limitada para mirar un poco más arriba. Como si Mallorca, Osasuna o Rayo contasen con las del Bayern. Uno de los problemas del equipo y, por ende, del club, es que nadie le ha sabido explicar a García Pimienta, o el entrenador es duro de mollera y no se quiere enterar, de que está sentado en el Sánchez-Pizjuán como entrenador del Sevilla. Esta sería la segunda realidad incontestable. Que ese cargo representa más de lo que quizás hubiese imaginado en su carrera y que debe hacer gala de ello cada vez que le pongan por delante un micrófono. No molesta que califique al Athletic Club como equipo grande. Más club que equipo en su grandeza, siendo referencia nacional. Pero colocar por delante la frase que su Sevilla «compite bien contra los grandes» antes de recibir a un Athletic repleto de rotaciones es un chiste de mal gusto. Que el conjunto vasco levantó una Copa 40 años después, con el Sevilla habiendo conquistado hasta once títulos en este siglo. Y seguro que Pimienta conoce ese dato a la perfección. Ese mensaje no es de humildad, sino de un enfermizo empequeñecimiento que trasciende más allá de una simple rueda de prensa. Le estás diciendo a tus jugadores que son peores que el rival; le estás diciendo al club que mucho haces con lo que tienes; le estás diciendo a tu afición que vayan asimilando la derrota antes de que el balón eche a rodar. Pero, ¿qué estás diciendo, García Pimienta? Un sinsentido. Un Sevilla desprotegido desde sus propios líderes o referentes.
El parón no viene ni bien ni mal, sino todo lo contrario. Espera el Betis en el horizonte sevillista, dentro de esa medianía de temporada donde no se pasa ni frío ni calor. No es más importante por tratarse de un derbi, sino por no desproteger uno de los pocos tesoros que le quedan al Sevilla, como es el competir en todas las circunstancias ante su eterno rival. El equipo hace un par de actuaciones medio decentes al mes para hundirse y borrarse cada vez que le toca actuar como local. Ha asumido que el resto del curso será así. Que el día que Lukebakio se pone en modo guadinesco no hay opciones de llevarse la victoria. Si el entrenador no es capaz de agitar el árbol o mover las entrañas de los sevillistas, ahora desde la grada hasta el terreno de juego, alguien debería coger esa bandera dentro del club. El problema es quién. No es que no exista ese perfil, que no se encuentra actualmente en el organigrama, es que además les ha comido la lengua el gato. Se ha dejado a Pimienta como único portavoz del Sevilla, con el riesgo que conlleva que siga pensando que dirige a Las Palmas y su altavoz sólo lleve mensajes de autocomplacencia y medianía. No hay más cera que la que arde, ahora que estamos inmersos en esta Cuaresma pasada por agua. El Sevilla es preso de sí mismo. Y de quienes lo dirigen con la misma cortedad de miras de su entrenador. No había caído hasta ahora mismo, claro, están hechos el uno para el otro. Qué Dios coja a los sevillistas bien confesados.
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