1.700 kilómetros en coche para fichar por el PSV: Lucas Pérez, el futbolista viajero con pánico a volar
El delantero gallego acaba de llegar al PSV Eindhoven tras recorrer 1.700 kilómetros por carretera
Ningún romance es eterno: Lucas Pérez abandona el Deportivo

Es imposible sumar los kilómetros que acumula Lucas Pérez (36 años) en la maleta. Porque en su larga y peculiar trayectoria futbolística ha jugado en cinco regiones españolas y en cuatro naciones de Europa. Ha recorrido el país y el continente de punta a punta, ... nada extraordinario en su profesión si no fuera por un detalle íntimamente relacionado con la movilidad: tiene miedo a volar.
El pasado viernes Lucas arribó a Eidhoven, ciudad holandesa distante 1.700 kilómetros por carretera de Madrid, donde residía el jugador gallego desde que hace un mes se despidió del Deportivo por «motivos personales».
El delantero afronta un nuevo reto deportivo en un campeonato, el neerlandés, que todavía no conocía. Antes, además de hacerlo en el club de su ciudad, La Coruña, había vestido las camisetas del Alavés, Rayo Vallecano, PAOK de Salónica, Arsenal, West Ham United, Elche y Cádiz. En esa lista faltan sus experiencias ucranianas, precisamente el origen de su pánico a los aviones. O eso dicen, porque Pérez no suele hablar de ello.
Es una historia que arranca en Vitoria, donde le pilló la llegada de Dmitry Piterman. Tras comprar el Alavés, el desahogado empresario ucraniano salió huyendo y dejando numerosas deudas. Entre ellas, sueldos y primas que les debía a los futbolistas. Tras una escala en su tierra gallega, Lucas puso rumbo al Rayo Vallecano, entonces propiedad de Rumasa —empresa de otro peculiar hombre de negocios, José María Ruiz Mateos— y presidido por su mujer, la no menos peculiar Teresa Rivero.
El atacante llegó en la última y convulsa etapa del mandato de los Ruiz Mateos, así que también hubo problemas de índole económica y en enero de 2011 decidió emigrar por primera vez fuera de España. Su contrato expiraba en junio, pero el Rayo le dejó marchar a Ucrania tras negociar un abanico de posibles compensaciones si alcanzaba diferentes objetivos —título de Liga o clasificación para la Champions o la Europa League— con el club de destino, el Karpaty Lviv.
Como su nombre deja entrever, el Karpaty es un equipo profesional de la ciudad de Lviv (Leópolis), ubicada en los Montes Cárpatos. Un lugar donde ni las comunicaciones ni la vida profesional y personal fueron fáciles para el futbolista español.
Los amigos de la infancia de Lucas contaron en 'La Voz de Galicia' sus impresiones en la primeras visita que le hicieron a Ucrania: «Llegamos en un avión de hélice... Con el burro llevando las maletas. ¡Un burro sacaba las maletas y tiraba de ellas! No la cinta eléctrica, ¡un burro! Y había tanques, y todo lleno de militares en uniforme... '¿Dónde cojones estamos?', nos dijimos».
El delantero coruñés aguantó dos años en Lviv, pero lo pasó mal. Muy mal. Tampoco cobraba con regularidad, los compañeros del equipo no aceptaban del todo bien a los futbolistas extranjeros y luego estaban los trayectos en aquellos aviones, muchos de ellos con propulsión a hélice y no demasiada estabilidad en el aire.
Sus numerosos viajes posteriores, fruto de sus fichajes por el Dínamo de Kiev, el PAOK griego y los dos clubes londinenses (Arsenal y West Ham) tampoco ayudaron. Fue en esos años, tras vivir algunas experiencias peliagudas en el interior de una aeronave, cuando decidió evitar en lo posible volver a pisar un aeropuerto.
Y no lo ha hecho. En su aclamado regreso a casa, al Deportivo, ha vivido varias situaciones curiosas debido a esa fobia. En ocasiones, periodistas de alguna lejana provincia de Galicia acudieron al hotel donde se hospedaba el equipo coruñés el día antes del partido para entrevistar a Lucas. Cuando la expedición gallega llegaba, Pérez no estaba. Sus compañeros habían viajado en avión, pero él lo hacía en coche.
A Canarias es imposible llegar por carretera desde la Península, así que el pasado 7 de diciembre, en el minuto 90 del encuentro Deportivo-Zaragoza, Lucas Pérez se puso a protestar delante del árbitro de forma tan insistente como incomprensible. No había razón alguna para ello. O sí. El delantero deportivista ya había visto cuatro tarjetas amarillas en las 26 jornadas de Segunda disputadas. Es decir, si le mostraban la quinta debería cumplir sanción y, cosas del calendario, a la semana siguiente el conjunto coruñés tenía que jugar en Tenerife. El colegiado tuvo que amonestarlo. Lucas no voló. Y menos mal. El equipo sí lo hizo, pero el partido fue suspendido por inclemencias meteorológicas, así que el Deportivo regresó. Y tuvo que viajar a Canarias el pasado 29 de enero, otro ida y vuelta, para disputar el encuentro aplazado. Pérez ya no formaba parte de la plantilla.
El pasado viernes, Lucas madrugó. Se subió a su vehículo y, tras más de 14 horas de autopista, llegó a última hora de la tarde a Eindhoven. Descansó en el hotel, el sábado pasó el reconocimiento médico y el domingo fue presentado oficialmente como nuevo jugador del PSV.
Por supuesto, su nuevo club le había ofrecido los pertinentes billetes de avión para el desplazamiento. El futbolista español renunció. A los dirigentes neerlandeses seguramente no les sorprendió mucho. Una de las figuras históricas del fútbol naranja, Dennis Bergkamp, fue mundialmente famoso por su pánico a volar. El centrocampista vivió un viaje infernal con la selección de Holanda cuando acudieron al Mundial de Estados Unidos 1994. Hubo una amenaza de bomba antes de despegar y luego, ya en el aire, sufrieron una caída libre durante varios segundos. No volvió a volar.
Lucas Pérez ha aterrizado en un pequeño país —5.500 km2— donde los desplazamientos son cortos. El PSV tendrá que ir a Londres para jugar la vuelta de los octavos de final de la Champions, pero el delantero español no está inscrito. Un problema menos.
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