Campeonato de Europa de Atletismo
Águeda Marqués: «El 3.000 es lo justito para no empezar a pensar»
La segoviana confiesa que París 2024 le cambió la vida, pero disfruta del día a día y de su llegada a la élite
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En junio veía los Europeos de Roma en casa; en agosto, disputaba la final olímpica de París 2024. Un subidón de adrenalina que la llevó a sentarse a la mesa con las mejores y de la que no se quiere bajar. De palabra y risa ... fácil, dispuesta a todas las preguntas, Águeda Marqués (Segovia, 25 años) atendió a ABC por teléfono para contar aquel verano intenso, qué se siente en el pelotón de la élite y cómo no bajar de allí.
—¿Cómo está?
—Estoy bien, bueno, un poco mala; no sé que ha pasado en esta pista cubierta, que no he parado de ponerme mala. Pero espero estar preparada para el sábado (serie de los 3.000). Y de forma, creo que bien, que podemos hacer un buen papel y con muchas ganas.
—¿Con qué objetivos llega?
—Lo que fluya. Lo voy a disfrutar, voy a darlo todo, como siempre. Los campeonatos internacionales me motivan mucho más, verme con gente muy buena. Voy a darlo todo y a ver qué pasa.
—¿Cómo le cambió la vida en este 2024, sobre todo desde los Juegos?
—Entre que era algo que no me esperaba, pasar a la final, y por el tema de las entrevistas, que también se le dio mucho bombo, no me esperaba tanta repercusión a nivel mediático, y en unos Juegos Olímpicos. Sí, claro que te cambia la vida.
—Fue finalista en aquel 1.500 parisino, y llega a Países Bajos como campeona de España de 3.000. ¿En qué le ayuda entrenarse una prueba para la otra?
—Si te preparas el 3.000, sí puedes hacer un buen 1.500. Pero cada prueba tiene lo suyo, su entrenamiento específico. El 1.500 te da esa chispilla. Si compites con gente más fondista, y si la carrera no sale muy rápida, te puedes defender. Tienes un plus bastante bueno. Pero el beneficio es mayor al revés: las carreras de fondo te ayudan mucho en las carreras de menos distancia. Preparando el 10.000 o el 3.000, luego me suelo encontrar muy bien en el 1.500 porque coges muy buena base aeróbica.
—¿Y dónde se siente más cómoda o quiere sentirse cómoda en todas?
—Yo me siento más cómoda en el 1.500. Considero que es mi prueba y el ritmo me sale natural. Para mí es muchísimo más fácil llevar ese ritmo aunque no lo esté preparando. Pero también me encuentro muy bien en pruebas de 3.000 o 10.000, más de fondo, pero porque las trabajo más y pongo más de mi parte. No me sale de forma tan natural.
—¿Y cómo se prepara la cabeza?
—En las carreras largas hay más opciones de que la mente se te vaya. Pero no sé cómo lo hago. Yo es que tampoco pienso mucho (risas). El 3.000 es lo justito para no empezar a pensar. Pruebas como el 5.000 y el 10.000 sí son más mentales. He hecho solo dos 5.000 en mi vida, y lo veo criminal. No es que te despistes. Pero llevas un ritmo muy fuerte, muy agónico y tu cuerpo lo que quiere es parar este sufrimiento cuanto antes, por favor. Te desconcentra y mentalmente es una barrera muy fuerte que tienes que trabajar.
—¿Cómo es centrarse en una estrategia y no volverse loco con lo que hagan los demás?
—No sé, es que al final a mí me representa mucho el centrarse en uno mismo, en lo que uno puede controlar. Porque lo que hagan los demás yo no lo puedo controlar. Siempre salgo a intentar lo que yo sé hacer y lo que puedo hacer.
—¿Y cómo se baja de esos cuatro minutos en el 1.500 (tiene 4:03.78)?
—Uy, pues eso... dímelo tú (risas). Creo que estoy para bajar de esos cuatro minutos. De verdad que lo creo, que me veo capaz, y simplemente es trabajar igual que el año pasado y que el cuerpo me deje mostrar todo ese trabajo. Hay que escucharse a uno mismo, sobre todo por las lesiones, que nos respeten. Seguir trabajando y ser constante.
—Demostró en París que está entre las mejores, ¿motiva para seguir así o relaja porque ya se ha logrado?
—El año de los Juegos y los propios Juegos me han quitado no un peso de encima, pero me han hecho sentirme por primera vez realizada como atleta. Si me muero ahora mismo no pasa nada. Puedo morirme a gusto. He conseguido mi sueño, y he sido inmensamente feliz. Y va a ser complicado que alguna experiencia lo mejore. Pero claro que sí. A partir de ahí, te pones objetivos más fuertes. El nivel internacional va subiendo y tú también quieres mejorar y estar ahí con ellas.
—¿Qué está ocurriendo últimamente que se mejoran tantos récords?
—No sé a qué es debido, la verdad. Pero sí se están haciendo verdaderas locuras. Lo único que puedo hacer es quitarme el sombrero, pero no tengo la llave mágica.
—También sigue habiendo demasiados casos de dopaje...
—Antes me rayaba mucho porque creo que es superinjusto y quita muchísimas oportunidades a atletas que van limpios. Pero me he demostrado y con mi pareja (Adrián Ben) que se puede llegar arriba estando limpia y haciéndolo bien. Y prefiero no pensarlo porque te come, te come y no te lleva a ningún lado. El dopaje no va a desaparecer, va a estar siempre ahí, es una realidad, así que prefiero no pensar más en ello.
—El equipo está con mucha ilusión y, sobre todo, muy buen ambiente. ¿Es real, no hay piques ni competencias?
—Para mí, una parte importantísima del atletismo son las personas con las que lo compartes. Es una maravilla que haya buen rollo en el equipo, porque es con lo que te vas a quedar cuando dejes este mundillo. Es lo mejor, de verdad. Y además, marcarte unos objetivos; ir a por ellos; te impulsan a ser mejor. Tener esas metas engancha muchísimo.
—¿Ha tenido algún momento de bajón, con tantos kilómetros encima?
—En invierno, mi máximo ha sido 150 kilómetros, nunca he pasado de ese número. Normalmente oscila entre 120 y 140. En época de competiciones, menos. A mí me encanta entrenar. Lo mejor de los entrenamientos es cómo te sientes luego, que dices, qué bien, me siento superbién con el día de hoy y estás superfeliz. Y lo peor cuando te mueres en alguna serie muy dura. Generalmente soy feliz yendo a entrenar. Me da más pereza cuando tenemos doble sesión, porque solemos estar reventados ya desde por la mañana. Pero la sesión principal, voy con mucha felicidad todos los días.
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