ASÍ LO CONTÓ ABC
La faena para la historia que no vio, «o no quiso ver», Corrochano
La tarde de Chicuelo ante Corchaíto, el inicio del toreo moderno en 1928, tuvo que ser valorada a posteriori por el crítico de ABC
Año cien después de Chicuelo

Para muchos fue una de las faenas más importante de la historia, la que marcó el inicio del toreo moderno. La tarde del 24 de mayo de 1928 en la vieja plaza de Madrid pasó a los anales por todo lo que hizoManuel Jiménez 'Chicuelo' ... al toro Corchaíto, de la ganadería salmantina de Graciliano Pérez Tabernero. El sevillano le cortó las dos orejas, pero la importancia de lo sucedido llegó en las crónicas y en los análisis que de lo ocurrido en el ruedo se hicieron después. Y en un primer momento hubo para todos los gustos.
En la edición de ABC del 25 de mayo, Gregorio Corrochano hace un recorrido por la actuación de Chicuelo: «Ha hecho dos faenas, tres faenas, ni el toro se agota, ni él tampoco. Todos los pases de la nomenclatura taurina aquí están». Escribió el crítico abecedario sin excesivo entusiasmo, aunque se empleó más al recalcar la ligazón de los muletazos. «Para todos los gustos. Del mío, fueron los últimos naturales, cuando ya había que enganchar al toro en la muleta y tirar de él y hacerle pasar. Tengo mis preferencias. No me importa que el toro pase porque le dé la gana; me interesa mucho más que el toro pase cuando le dé la gana al torero.» Y apunta que esa parte de lo realizado por Chicuelo fue más de su gusto.
La mayor parte de la crítica madrileña se entregó a la faena del sevillano, especialmente Federico M. Alcázar en 'El Imparcial', que concluyó su crónica: «¡Salve, Chicuelo! ¡Salve tu arte soberano! Cuando todo se borre y pierda en la historia del toreo, quedará esa faena como una cumbre memorable».
Las dos crónicas abrieron una fuerte polémica entre los aficionados, que el erudito Pepe Alameda plasmó en su libro 'El hilo del toreo'. Se dijo entonces que Corrochano «no vio, o no quiso ver», la faena de Chicuelo, y hasta que su crítica fue «tendenciosa». Pero el crítico de ABC había valorado perfectamente todo lo que sucedió con Chicuelo y Corchaíto, y la importancia que tuvo lo visto en la plaza de Madrid. No pasó una semana cuando la crónica de la corrida celebrada el domingo 27 de mayo, tres días después del suceso, se la dedicaba a Chicuelo, que aquel día no toreó en Madrid, pero ahí seguía su obra.
'Evocación', tituló Corrochano. «El domingo, el ruedo no estaba barrido con esa pulcritud. Había arena removida, de los tercios del uno hacia los medios, podríamos decir que había rastro o huella. Los espectadores íbanse acomodando y miraban hacia el lugar indicado. Alguno con aficiones de cicerone, preguntaba al de al lado: ¿Usted no vino el jueves? No señor. Allí fue. Y le señalaba la huella».
Tanta personalidad
Con esta introducción se presumía que de algo grande se trataba. «No sé cuándo se acusó con más fuerza la evocación, sí cuando Rayito intentaba inútilmente torear con la izquierda, o cuando Barrera giró con el capote en ese adorno al que dio Chicuelo tanta personalidad. Pero el recuerdo de Chicuelo prendió la corrida del domingo. No sólo estaba en los espectadores, sino también en la preocupación de los toreros».
Y se preguntaba el crítico abecedario por qué. «Sin duda porque de todo lo que ha hecho Chicuelo en el toreo fue lo que tuvo más personalidad, y la personalidad en el arte es fundamental. Y porque levantó en medio de la plaza de Madrid un monumento al olvidado pase natural». Seguía: «Y Rayito queriendo convencer a los del ocho que quería y no podía torear con la izquierda. Y los del ocho, que habían visto a Chicuelo dar quince o más naturales, enganchando al toro y tirando en la última serie, diciéndole a Rayito lo que tenía que hacer».
Sentencia Pepe Alameda: «Es curioso que el antichicuelista Corrochano advierte ya la proyección hacia el futuro que entrañaba la faena de Chicuelo». Para muchos, una de las mejores de la historia.
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