Donde habita el olvido
El paraíso devastado
El complejo turístico croata, hoy abandonado, se convirtió en símbolo del régimen de Tito
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Algunos lugares abandonados parecen guardar el espíritu de las personas que los habitaron. Es lo que sucede al visitar Kupari, un complejo turístico situado a unos pocos kilómetros de Dubrovnik en Croacia. Edificios en ruinas, sin tejados, llenos de escombros, con las ventanas destrozadas y ... la vegetación invadiendo lo que antaño fueron espacios de los que disfrutó la vieja aristocracia centroeuropea. Y todo ello junto a una playa en la costa dálmata, con un mar apacible de aguas azules que resalta la devastación de lo que era aquel paraíso del ocio.
No fue un terremoto, ni una crisis económica ni un cambio de los gustos lo que provocó la destrucción de este enclave en el Adriático. Fue el conflicto entre Croacia y Serbia a principios de los años 90 la causa que propició el abrupto final de Kupari, convertida en un escenario de la guerra. Los rebeldes croatas se hicieron fuertes en sus edificios en octubre de 1991 para resistir el asedio de los soldados serbios. La aviación de Milosevic bombardeó los hoteles durante varias semanas y, cuando los combates llegaron a término, Kupari quedó como uno de los símbolos de los horrores de aquel enfrentamiento en la antigua Yugoslavia.
La historia se remonta a 1921 cuando dos empresarios checoslovacos compraron una fábrica de ladrillos y decidieron construir un hotel al borde de la playa en un paraje de frondosa vegetación. Dos años después, el Gran Hotel Kupari, con 170 habitaciones, empezaba a acoger a sus primeros huéspedes. Disponía de un restaurante con cocina francesa, un invernadero y terrenos para cultivar verduras. La flor y nata de la sociedad checoslovaca y vienesa empezó a desplazarse a la costa dálmata.
El Gran Hotel Kupari fue saqueado por las tropas croatas que se llevaron el mobiliario, las vajillas, los espejos y los cuadros del que había sido uno de los hoteles más selectos de Europa en los años 30. Finalmente, quemaron el edificio de piedra de estilo `belle époque', cuya estructura exterior sobrevivió. Todavía se pueden ver los impactos de los proyectiles en su fachada.
El conflicto entre Croacia y Serbia a principios de los años 90 propició el abrupto final de la localidad, convertida en un escenario de la guerra
Décadas antes, al finalizar la II Guerra Mundial, el presidente Tito aprovechó sus instalaciones para albergar a soldados heridos. Más tarde, el presidente yugoslavo decidió convertir el lugar en un centro de veraneo de los cuadros del Ejército. Fascinado por la belleza del sitio, Tito decidió construirse una villa. Su idea era crear un nueva 'Riviera eslava' que demostraría al mundo los avances del socialismo autogestionario frente al rígido inmovilismo soviético. Kupari recobró su antiguo esplendor y se transformó en el principal centro turístico de Yugoslavia. Hasta el punto de que Nicolae Ceaucescu copió el modelo en la costa rumana del mar Negro.
Kupari llegó a tener una capacidad de hasta 4.600 camas tras la decisión del régimen de edificar nuevos hoteles. En concreto, se construyeron ocho en la década de los 60, algunos enormes como el Pelegrin, que fue utilizado por Tito como un icono de la modernidad de su régimen. Fue diseñado en 1963 por el arquitecto David Finci. Hoy se conservan sus largas balconadas de hormigón frente a la playa, que ofrecen desde lejos el aspecto de un barco varado. El Pelegrin, con más de 400 habitaciones, funcionó de forma intermitente hasta 1999, pero finalmente fue abandonado al igual que había sucedido con los otros hoteles. El potencial turístico de la costa de Kupari es tan alto que algunas empresas se han interesado desde 2016 por invertir en su recuperación. Pero ninguno de esos proyectos ha prosperado.
«Pasé en Kupari los veranos de mi infancia y adolescencia en los años 70. Mi padre era un alto oficial del Ejército. Había piscinas donde se jugaba al waterpolo, pistas de baloncesto, un campo de fútbol y una bolera. En invierno, se hospedaban deportistas de élite. Era un sitio lleno de vida», recuerda Edin Brajovic, que confiesa que ni en sus peores sueños pudo imaginar el futuro.
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