Muere Robert Gottlieb, un editor voraz
Trabajó con escritores tan relevantes como Toni Morrison, Doris Lessing o John Cheever
Ocupó cargos de responsabilidad en las editoriales Simon&Schuster y Knopf y llegó a dirigir la revista 'The New Yorker'
Robert Gottlieb, el rey midas de la edición

Robert Gottlieb, el editor que ha estado detrás de algunos de los escritores más relevantes del último medio siglo, ha fallecido a los 92 años en un hospital de Nueva York. Con su muerte, se va una de las figuras más influyentes en la literatura estadounidense ... : ha ocupado cargos de responsabilidad en las editoriales Simon&Schuster y Knopf, ha custodiado a varios premios Nobel e incluso llegó a dirigir la revista 'The New Yorker', en una incursión no demasiado exitosa, la única, quizá, que no resolvió con esa brillantez a la que acostumbró a todos durante su larga trayectoria en el ámbito de la edición literaria.
Lector voraz desde niño por herencia familiar, se estrenó como asistente editorial en Simon & Schuster con apenas 24 años, y en su treintena ya era asistente editorial. Lejos de las excentricidades de Gordon Lish (el corrector intrusivo de Raymond Carver) y sin tanta fama como Maxwell Perkins (al que Colin Firth interpretó en una película), su discreción no le impidió ser uno de los mejores editores de su tiempo, si no el mejor. En la nómina de escritores con los que trabajó figuran premios Nobel –Toni Morrison, Doris Lessing o V. S. Naipaul–, novelistas –Joseph Heller o Salman Rushdie–, cuentistas –John Cheever– y figuras de máxima relevancia como Bill Clinton, Lauren Bacall o Bob Dylan.
Su labor consistía en «aplicar el sentido común de cualquier buen lector» a los libros con los que trabajaba. Así resumía su manera de entender la edición: «Leo los manuscritos muy rápido, en cuanto me llegan. No suelo usar lápiz en la primera lectura porque se trata de sacar impresiones. Cuando lo termino, llamo al escritor y le digo lo que está bien y qué problemas veo. Luego vuelvo a leer el manuscrito, con más cuidado, y señalo aquellos aspectos que vi problemáticos para tratar de averiguar qué está mal. La segunda vez busco soluciones. Editar requiere dar respuestas. Es muy importante no intentar que el autor escriba un tipo de libro en concreto».
«Editar requiere dar respuestas. Es muy importante no intentar que el autor escriba un tipo de libro en concreto»
En su época más productiva, llegó a editar entre 20 y 30 obras al año. Leía a toda velocidad, pero esto no le impedía ser puntilloso hasta los detalles más pequeños. La tipografía usada, el precio del libro... todo pasaba por sus ojos. Contribuyó al éxito de 'Trampa-22', de Joseph Heller, con un cambio de título de última hora. El título previsto era 'Trampa-18', pero el lanzamiento de una novela llamada Mila 18 les obligó a variar el número. Con John le Carré podía llegar a mantener discusiones de hasta 25 minutos por un punto y coma, «porque cada punto y coma era una cuestión de vida o muerte». Publicar, decía, es «básicamente hacer público el entusiasmo de uno mismo».
Tras su primera etapa en Simon & Schuster, en 1968 se incorporó a Knopf como editor jefe y vicepresidente, y cinco años después fue nombrado presidente. Gottlieb estuvo detrás de la titánica tarea de Robert Caro por escribir la biografía de Lyndon B. Johnson: el primer volumen salió publicado en 1982 y aún hoy Caro sigue trabajando en la vida del expresidente estadounidense, apurando para publicar el quinto y último episodio, ya sin el concurso de su editor. Entre 1987 y 1992, Gottlieb fue editor de la legendaria revista 'The New Yorker', después de treinta y cinco años de gobierno de William Shawn. La aventura salió regular –«El periodismo me parece extraño, no lo entiendo», diría después– y volvió como editor a Knopf, esta vez para hacer encargos selectos.
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En 2016, a sus 85 años, hizo su último servicio al mundo de las letras con la publicación de sus memorias, que Navona tradujo al español con el nombre 'Lector voraz'. En este libro hace balance de su vida y refleja cómo fue el trato con algunos de los egos más grandes de la literatura. V. S. Naipaul era, según Gottlieb, «narcisista y esnob», y Salman Rushdie «desagradable» y «desagradecido». Una de sus mayores satisfacciones fue trabajar con Katharine Graham, la editora del 'Washington Post' que hizo caer a Nixon. Graham no tenía ninguna fe en su talento como escritora, pero Gottlieb la animó a contar su vida y el resultado fue premio Pulitzer de Biografía. Curiosamente, Gottlieb no escribió sus memorias a iniciativa propia, sino animado por un hijo. Decía que no disfrutaba escribiendo. Su naturaleza era trabajar con los textos de otros.
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