Entrevista
Fernando Savater: «Me han dado el portazo después de media vida»
«Hay que abandonar ya las ideas de una verdadera izquierda: la izquierda es una patraña», explica el filósofo a ABC
'El País' despidó el lunes a Fernando Savater por sus críticas a la línea editorial

'Carne Gobernada', el nuevo libro de Fernando Savater, llega a las librerías este miércoles precedido por la polémica de su despido de 'El País', el diario donde el pensador escribía desde hacía casi medio siglo. En sus páginas encontramos el ejercicio de ... nudismo emocional del intelectual, pero también el desprejuiciado cuaderno de bitácora del hombre. Del que se lanza a nadar sin guardar la ropa y nos habla del viaje que va de la izquierda de su juventud al constitucionalismo de su madurez, del amor superlativo por Pelo Cohete al desprendido e inesperado por K, del deseo pasional por la primera al carnal por la segunda. Porque son estos los tres nervios que articulan el trayecto.
¿Son la política, el amor y el deseo los tres grandes temas de una vida o los tres en los que todos acabamos cambiando de opinión?
En mi caso, son las pasiones que han regido y estimulado mi vida. Este es un libro cercano e íntimo, casi como una charla en la que comparto confidencias. Por eso surgen esos tres temas.
Confidencias que van de la muerte al sexo, del feminismo al poliamor. Habla de vicios, ideales, recuerdos. Y de una evolución en lo político que se ha visto reflejada en sus columnas en el periódico que le acaba de despedir.
Me han dado el portazo después de media vida, sí. Me llamó Pepa Bueno y mantuvimos una conversación cordial, sin ninguna estridencia. Pero ha sido casi como despedirme de mí mismo.
¿Lo esperaba?
Lo veía probable. Había bastante tensión. El periódico cada vez se radicalizaba más en su postura y era más evidente la disparidad con la mía. Pero yo siempre he pensado que eso tenía un hueco. Y cada vez había más voces dentro protestando también por ese exceso de gubernamentalidad, lo que me hacía pensar en la posibilidad de un cierto giro. Quizá era que quería verlo positivamente.
Su despido de 'El País'
«Lo veía probable. Había bastante tensión. El periódico cada vez se radicalizaba más en su postura y era más evidente la disparidad con la mía»
¿Falta pluralidad?
La pluralidad es uno de esos valores que se predican pero no se practican. Yo creo que una cosa era ver las discrepancias dentro de mis columnas y, otra distinta, verlo escrito en un libro, con un análisis muy crítico de lo que es el periódico en este momento. Y luego, el eco que ha tenido.
Pero tanto no han cambiado sus posturas.
No, yo no me he convertido en otra cosa, no he dado ningún bandazo. La idea de libertad e igualdad, de una democracia radical, es la que he defendido desde siempre. Lo que pasa es que antes lo adaptaba a otros esquemas y poco a poco le he ido quitando todo ese ropaje inútil y he ido a lo esencial. Sobre todo al ver cómo funciona lo que otros llaman izquierda.
Aquello de la izquierda y la verdadera izquierda…
Eso de la izquierda verdadera me pone muy nervioso. Hay que abandonar ya las ideas de una verdadera izquierda: la izquierda es una patraña. Lo que hay que buscar no es la izquierda verdadera, sino un gobierno para un estado de derecho, con garantías constitucionales.
¿Y este no lo es?
Este es una cáfila de indocumentados. Y no podemos esperar que indocumentados que han acabado a duras penas el bachillerato vayan a levantar el país. De ahí lo más que puede salir es un Pedro Sánchez, un tipo que no tiene en la cabeza más que vulgaridades, rodeado de gente de la misma calaña. Ver funcionar a estos supuestos progresistas lo que puede es servir para que haya quien abra los ojos. Es lo que pasa cuando te dan un golpe fuerte, uno como el que para mí fue la violencia terrorista en el País Vasco. La clase política, en este momento, es de una enanez mental extraordinaria, sin calidad intelectual.
El Gobierno de Sánchez
«Es una cáfila de indocumentados. Y no podemos esperar que indocumentados que han acabado a duras penas el bachillerato vayan a levantar el país»
Hablando de esa calidad, últimamente los manifiestos de intelectuales los firma gente como Carlos Bardem, Rozalen, Pepe Viyuela o Bob Pop. Antes los firmaba usted, Francesc de Carreras, Félix de Azúa, Félix Ovejero, Arcadi Espada… Y antes lo hacían Unamuno, Pérez de Ayala, Valle-Inclán, Ortega y Gasset o Azorín.
Tenemos unos llamados intelectuales con una estatura nivel internet. Casi ninguno tiene verdadera categoría intelectual o artística, son simples representantes de sí mismos que apoyan a cualquier gobierno que les muestre benevolencia. Lo que quieren es que sus chiringuitos funcionen bien.
Habla en su libro de la vejez y, desde esa vejez, ¿ve relevo?
Más que buscar un relevo, o tratar de formar una élite intelectual, creo que lo que habría que hacer es formar a personas que sepan lo que hacen. Formar ciudadanos. Creo que hay que replantear la educación porque hay un abandono claro de la exigencia. Hay que lograr una generación de ciudadanos preparados para el ejercicio racional de la política. Que recuperen la conversación pública.
¿Cree que es posible algo así?
Más que preguntarnos si eso puede pasar, o qué es lo que va a pasar, tenemos que preguntarnos qué vamos a hacer.
¿Y qué vamos a hacer?
Resistir y no resignarnos. Esto no es irrevocable. Hay que buscar la posibilidad democrática de librarse de esta gente, de sustituirlos por otros mejores. No es verdad eso de que todos los políticos son iguales: los hay mejores y peores. Y estos son muy malos, así que hay que buscar otros mejores.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete