ILUMINACIONES
'Ma nuit chez Maud', cuando la vida es pura apuesta
Esta película de Rohmer es una exploración sobre el amor y el tiempo con el trasfondo de la filosofía de Pascal
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Si puede ser escrito o pensado, puede ser filmado. La frase es de Stanley Kubrick, pero no estoy seguro de que sea cierta. El lenguaje del cine es de naturaleza visual, la literatura está hecha de palabras. Hay una distancia insalvable entre lo que ... se piensa y lo que se puede expresar en una pantalla. Eric Rohmer abordó este reto al que aludía Kubrick en 'Ma nuit chez Maud', un filme estrenado en 1969 y premiado con el oscar a la mejor película extranjera y la Palma de Oro de Cannes. La crítica fue unánimemente buena. Y con toda justicia porque si hay una obra cinematográfica en la que la filosofía y el cine logran un maridaje consumado es en este trabajo.
La historia es una reflexión sobre la naturaleza del amor y, más allá, sobre los efectos devastadores del tiempo. Pero, como en toda gran creación, hay muchas capas superpuestas en este filme de aparente sencillez, pero de perturbadora profundidad.
La trama gira en torno a un ingeniero de 34 años que trabaja en la fábrica de Michelin en Clermont-Ferrand y que se enamora de una joven católica. El papel es interpretado por Jean-Louis Trintignant de una manera sobria y convincente. El ingeniero, que ha llegado hace tres meses a la ciudad tras un periplo por varios países, es un seductor inconstante que duda en asumir algún compromiso. Pero decide que la muchacha a la que ha visto en misa será su mujer. Todo se complica cuando un viejo amigo le invita a cenar en casa de Maud, una mujer divorciada con una hija.
El filme tiene dos largas secuencias que condensan el dilema moral de los personajes
Jean-Louis se siente atraído por Maud, que le invita a dormir en su cama en medio de una gran tempestad de nieve. Finalmente se acuestan juntos, pero no consuman el amor. Maud intenta seducirle, pero él opta por buscar a la chica que ha conocido casualmente. Finalmente la aborda y tiene éxito. El vínculo con Maud, interpretada por Françoise Fabian, se interrumpe y ella abandona Clermont.
Tras la compleja relación de los tres personajes, late en toda la película la filosofía de Blaise Pascal, continuamente leído y citado. Jean-Louis confiesa que detesta el jansenismo de Pascal porque introduce la duda sobre la seguridad de la fe, pero en el fondo el ingeniero es un pascaliano que busca un sentido a la vida. Cuando Maud le echa de su cama, le reprocha que es un hombre que nunca sabe qué hacer.
La película tiene dos largas secuencias que condensan el dilema moral de los personajes. La primera es una conversación entre el ingeniero y un profesor de filosofía que ha sido su amigo desde la adolescencia. Sentados en un café en una cruda noche, discuten sobre Pascal. El debate gira en torno a la idea de la apuesta. El amigo de Jean-Louis defiende que tiene sentido apostar, aunque las posibilidades sean mínimas si la ganancia es infinita. Nada se pierde al creer en Dios, aunque la probabilidad de que exista sea muy pequeña. El ingeniero desmonta la tesis con el argumento de que no tiene sentido jugar cuando las posibilidades son muy escasas. En el amor, llegará a decir, hay que ir sobre seguro.
Confesiones íntimas
La segunda conversación se desarrolla en el dormitorio de Maud. Ambos se acaban de conocer, pero realizan una serie de confesiones íntimas. Maud muestra su interés por abrir una relación con Jean-Louis, pero este no quiere comprometerse con una mujer que no le ofrece ninguna seguridad y que cuestiona sus principios. Ella se burla y le tacha de hipócrita e incoherente.
Cuando vi la película en 1972, quedé totalmente fascinado. Había dejado Burgos y llevaba en Madrid tan sólo unas semanas. El filme de Rohmer no sólo supuso el descubrimiento de una nueva forma de hacer cine, sino que generó mi curiosidad por la 'nouvelle vague'. Tres años después, conocí al filósofo Gilles Deleuze en Vincennes. En un paseo por el bosque tuve la oportunidad de hablar con él de 'Ma nuit chez Maud', una película que le fascinaba. Recuerdo que me dijo que ningún cineasta había reflexionado con tanta lucidez sobre el tiempo como Rohmer. Tuve que volver a ver el filme para comprender sus palabras, ilustradas por la escena final en la que Jean-Louis y Maud se encuentran cinco años después en una playa. Ambos están casados y ella es infeliz. Nada es como era y las oportunidades perdidas nunca vuelven porque el tiempo es una flecha que avanza es una sola dirección.
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