Los cuadernos inéditos de Marguerite Duras
El próximo 31 de enero, el sello Tusquets publicará las notas autobiográficas de la escritora francesa junto a seis textos hasta ahora desconocidos en español
Marguerite Duras entre tinieblas

No hay piel suficiente para tanto desgarro. Hasta ahora inéditos en español, Tusquets publica los 'Cuadernos de la guerra y otros textos', de la escritora Marguerite Duras. A lo largo de más de 400 páginas, la francesa se abre y nos ... abre en canal. No fueron pensados como una obra, pero acaban componiendo un conjunto en el que todo está relacionado. Los cuatro cuadernos redactados durante la contienda bélica y justo después de ella, entre 1943 y 1949, evocan una época crucial en su vida, su estilo y su vocación. Contienen los apuntes de sus mejores libros.
Envueltas en lo cotidiano, aunque con una coherencia que las hace parecer escritas del tirón, las notas dibujan un paisaje de devastación exterior e interior. Abordan una infancia marcada por la violencia de su hermano y su madre, pero también la aparición de su primer amante; la muerte de su primer hijo; sus actividades en la Resistencia; la deportación y el regreso de su marido Robert Antelme desde la Alemania nazi. Los 'Cuadernos de la guerra' han sido editados por Shophie Bogaert y Olivier Corpet y traducidos del francés por María Condor. LLegarán a las librerías el 31 de enero.
Cuatro cuadernos
Tanto en el primero de los 'Cuadernos de la guerra', bautizado como 'Cuaderno rosa marmolado', como en el resto, tienen rasgos comunes: la reflexión descarnada sobre el cuerpo, la equivalencia entre guerra y niñez, pobreza y sumisión. «Veo la guerra bajo los mismos escolares de mi infancia». En los borradores de 'El amante', aparecen muchas de las ideas ya recogidas en esos folios: «La guerra es un acontecimiento que hay que sufrir en toda su duración. Del mismo modo, la infancia que sufre su estado». El tiempo de la niñez y el de la guerra imponen la experiencia de la sumisión y empujan a una rebelión. «Tendré que volver a hablar de los golpes. Verdaderamente recibí muchos», escribe.
«Cuando tenía a catorce años, poco antes de conocer a Léo, mi hermano mayor, que estaba estudiando en Francia, regresó a Indochina. En virtud de una extraña emulación, él también adquirió la costumbre de pegarme. Siempre había alguien pegándome. Cuando mamá no me pegaba de la manera que le gustaba, le decía: 'Espera', y la relevaba. Pero ella se arrepentía enseguida, porque cada vez pensaba que no saldría viva». La pobreza de sus años en el actual Vietnam, la violencia familiar, las tensiones entre franceses y colonos y el hallazgo del deseo y el sexo en ese contexto, asignan a Marguerite Duras el estatus de una combatiente o, lo que es peor, de alguien que intenta mantenerse viva. Ese desgarro la acompañará toda su vida.
Bofetadas
El segundo de los legajos recibe el nombre de 'Cuaderno Presses du XX Siècle'. De las cuarenta y cuatro páginas, las doce primeras están dedicadas a la redacción de la única novela inconclusa, 'Théodora'. El tercero, llamado 'Cuaderno de cien páginas' reúne relatos que formarán parte de sus diarios 'El dolor', así como el sobrecogedor pasaje 'No muerto en deportación', y en el que se barrunta la angustia por el regreso de su marido Robert. «Los que esperan la paz no esperan nada. Yo ni siquiera pienso en la paz, querría saber dónde está él, saber algo (…) Vivo de hora en hora, persisto de la mañana al mediodía. Siempre nada. La paz me parece un crepúsculo que se extenderá sobre muertos», relata ella desde un París fantasmagórico y una calle Saint Benoit muy distinta de la que hoy posee una placa conmemorativa en la que fue su casa.
El último de los cuatro 'Cuadernos de la guerra' es el 'Cuaderno beige', conformado por noventa y dos hojas escritas entre 1946 y 1949. La gran mayoría están desprendidas y la redacción resulta discontinua. Si algo distingue este bloque de los anteriores es la precisión en la descripción del dolor: el físico y el moral. A la manera de un díptico, Duras narra primero la pérdida del niño que espera y el deplorable estado físico en el que llegó su marido tras ser ser torturado por los nazis. La profusión de los detalles del despojo se manifiestan ya no en páginas, sino a bofetadas.
«Tenía tras de sí un abismo de dolor, la muerte estaba detrás de él, el volvía de allí, era evidente, se desenredaba de la muerte, salía de allí agarrado al hueso de su chuleta como un ahogado a un resto del naufragio. No se atrevía aún a soltarlo, aún, en aquellos primeros tiempos, no perdía ni una miga de pan. Yo lo miraba, todo el mundo hacia lo mismo, un desconocido lo hubiera mirado también, pues era un espectáculo inolvidable, el de la vida ciega. El de la vida escarnecida, humillada, a la que han escupido y golpeado y se habían asegurado de que estaba herida de muerte hasta la raíz, y he aquí que en el más profundo espesor del cuerpo seguía manando un hilito de vida, el árbol seco no está muerto, al pie de él hay un brote. Y vuelve a salir. Y la señal de que vuelve a salir es el hambre, más que el hambre el devorar obstinado, ciego, el del recién nacido en el seno».
Los inéditos
El último capítulo, 'Los otros textos', reúne narraciones dedicadas a su infancia, su juventud y los miembros de su familia, que aparecen reunidos en 'La infancia ilimitada', así como seis relatos de ficción, todos hasta ahora inéditos. Destaca de ese conjunto sangrante y doloroso el relato '¿Es usted, hermana Marguerite?', una variante del texto dedicado a la muerte de su primer hijo, completamente dialogado, en el que Duras interroga a la monja del hospital dónde está el cuerpo sin vida del niño y qué harán con él.«Quiero tenerlo conmigo una hora. Es mío». «Es imposible. Está muerto».
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