la dorada tribu
Coronado, el seductor esquivo
Esta fama de galán de mucha hemeroteca la lleva el actor entre la media sonrisa del pícaro y el gesto seguro de la resignación
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Jose Coronado ha sido Tirso Abantos, pero ya no, porque se ha acabado la serie 'Entrevías', un éxito hasta nueva orden. Coronado ha hecho un carrerón en la tele, donde le hemos visto perder pelo, para bien, o dejarse una melena de malo, que le ... queda como a los guapos la gomina. Tiene cosas en el panorama inmediato de estrenos, como 'La chica de la nieve', o 'Legado'. A Coronado quizá no le das un alegrón si le recuerdas que también ha sido ligón imbatible, más allá de sus triunfos de actor, pero aún peores famas puede cargar un hombre. Me gusta traer hoy, aquí, para él, la sentencia de bar que un actor me regaló a propósito de otro actor: «No le quitas una novia ni en la ficción». Pues a Coronado no le quitas una novia ni en la ficción. De modo que más allá, o más acá de la ficción, mejor ni hablar. Y eso que ha tenido Coronado novias. Desde la modelo Esther Cañadas, cuando era Esther Cañadas, hasta Amparo Muñoz, también cuando era Amparo Muñoz. Desde alguna duquesa de paso hasta la consorte de estilo de un cantante de concurso.
Álbum de familia
Para qué precisar, si tampoco queremos colocar un susto sabatino de recordatorio a tantos maridos en curso. Da un poco de pudor hacer un álbum de la familia de las novias de Coronado, porque nos sale un elenco de doble página, pero sí reseñaremos que nuestro hombre es un trueno al respecto, eso sí. Hay en lo alto de su biografía dos mujeres de importancia, y de vitola. Paola Dominguín y Mónica Molina. Con la primera tuvo un hijo, Nicolás, y con la segunda una hija, Candela. Paola y Mónica son dos bellezas distintas y emocionantes, y tienen ambas talento alto en sus oficios respectivos, que en Paola es la imaginación efervescente, y en Mónica es la canción de estremecedora seda. Paola, en su día, arriesgó que estaba enamorada del «hombre más guapo que pueda imaginarse», y ese hombre era Jose Coronado. Es. Después de Paola vino un romance no sabemos si sólo de titular con Isabel Pantoja, y así todo seguido hasta hacer una carrera que es carrerón. Esta fama de galán de mucha hemeroteca la lleva Coronado entre la media sonrisa del pícaro y el gesto seguro de la resignación. Pero es un seductor apabullante, y tirando a esquivo. Parece vivir en un cabreo por ser guapo, y hace bien. De ir evitando los papeles de galán ha hecho la ruta de mérito. Rompió en las faenas de artista haciendo un anuncio de whisky, en Menorca, con dos suecas, y luego se ha llevado un Goya estelar como mejor actor, por 'No habrá paz para los malvados'. Eso, entre otros reconocimientos diversos, y de quilate.
Es un Goya guaperas, un duro que las enternece, el poli más apolíneo del barrio
Tuvo larga racha de crápula, en el Madrid de la movida, y de ahí tira él de recursos, cuando procede, porque la interpretación tiene para él una mitad de método, y otra mitad de instinto. O sea, que importa la biografía, naturalmente. Coronado, como actor, ha logrado 'una cabeza', en el sentido en el que los románticos decían cabeza. De modo que es un Goya guaperas, un duro que las enternece, el poli más apolíneo del barrio. Ahora gasta algunas greñas, según el momento, y entradas encanecidas, y las dos cosas le caen bien. Empezó cuando en lo suyo se repartían el podio Resines, Imanol, y tres más, y ahí sigue, veterano de juventud, y guapo aunque prefiera no oírlo. Sigue entre los escasísimos seductores de ahora, y de siempre, a los que no hay quien les quite una novia. Ni en la ficción.
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