El Vaticano aborda la titánica restauración del baldaquino de Bernini en San Pedro
Se recuperarán los diseños dorados que el artista trazó en sus columnas y bronces. Las obras comenzarán el 12 de febrero
El coste total, unos 700.000 euros, será cubierto por la organización estadounidense los Caballeros de Colón
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La basílica de San Pedro ha decidido restaurar una de sus obras emblemáticas, el imponente baldaquino que Gian Lorenzo Bernini concluyó en el año 1635. Las obras comenzarán a mediados de febrero y concluirán en diciembre. Aunque la prioridad es detener su degradación, ... el Vaticano aprovechará para recuperar los diseños dorados que trazó Bernini en sus columnas y bronces, que deslumbraban a los peregrinos al entrar en la basílica. Éstos aparecen en diseños antiguos y ahora se celan tras una mezcla de grasa y mugre, resultado de precedentes intervenciones y del polvo acumulado a lo largo de los siglos.
«Es una restauración compleja y necesaria, con un significado ligado al Jubileo de 2025», aseguró el cardenal responsable de San Pedro, Mauro Gambetti. Se comprometió a proceder «con temor y con alegría, pues es un monumento muy conocido y de enorme valor histórico. Se alza sobre el altar papal y señala el lugar de la presencia de la tumba del apóstol en el Vaticano, que es el punto central de la basílica», subrayó.
El baldaquino tiene 400 años, mide 30 metros de altura, pesa 63 toneladas y está hecho de una decena de materiales. Para restaurarlo ha sido necesario el permiso del Papa Francisco, que ha recibido garantías de que las obras concluirán a tiempo para la inauguración del Jubileo, en Navidad de 2024, y que no interferirán en las ceremonias del pontífice. El coste total, unos 700.000 euros, será cubierto por la organización estadounidense los Caballeros de Colón.



«Bernini decía que el baldaquino había salido bien por casualidad, pues iba improvisando a medida que lo alzaba sobre la tumba de Pedro», recuerda Pietro Zander, responsable de las obras de arte de la basílica vaticana. «Ahora volveremos a verlo tal y como él lo dejó», promete durante la presentación de los trabajos de restauración. En declaraciones a ABC, Zander ha paragonado el proyecto con la restauración de la Capilla Sixtina, concluida en 1999, cuando se 'redescubrieron' los colores originales de los frescos de Miguel Ángel. «Una vez que retiremos los andamios y veamos el baldaquino tal y como lo concluyó Gian Lorenzo Bernini quedaremos impactados, nos parecerá diferente, pues esa pátina oscura esconde los detalles que embellecían esta obra maestra del Barroco», adelanta.
Proceden con prisas sobre todo debido a «exigencias de conservación». La decisión de intervenir se ha tomado después de que una reconstrucción digital milimétrica del monumento, hecha en octubre a partir de seis mil fotografías en alta definición, mostrara que, además del polvo que cubre los bronces, hay trozos de metal agujereado y maderas sueltas. «Si se observa atentamente, se constata que hay un degradado estado de conservación y que necesita manutención extraordinaria», aseguró Alberto Capitanucci, responsable técnico del proyecto.
El baldaquino es la pieza principal de la basílica de San Pedro y se remonta al verano de 1624. En aquel entonces, la reconstrucción de la basílica había culminado, pero la grandeza del lugar y la cúpula de Miguel Ángel eclipsaban la tumba del primer apóstol, y era necesario buscar un elemento que obligara a dirigir la mirada de los peregrinos hacia ese lugar. Entonces, el Papa Urbano VIII convocó un concurso para buscar al artista que lo diseñara. La convocatoria era una pura formalidad, pues el pontífice ya había decidido que se ocupara su arquitecto de confianza, Gian Lorenzo Bernini, de 25 años. El proyecto consistía en alzar sobre el altar papal un ciborio de metal que evocara un palio del que colgaban telas preciadas. Bernini consiguió reproducir en bronce la ligereza y suavidad de los tejidos de Persia, que parecen ondear dulcemente sobre sus cuatro columnas salomónicas.
«El artista contó en su equipo con su padre y su hermano, y se sirvió de la ayuda de Francesco Borromini, quien contribuyó a definir la dimensión del baldaquino para que respetara las enormes proporciones del templo», explica Pietro Zander. Recuerda que, para dar con la medida exacta, realizaron modelos de baldaquino de madera, de yeso y finalmente de cera, antes de fundir definitivamente los bronces.



El baldaquino, más alto que cualquier edificio de Roma de su tiempo, fue inaugurado el 29 de junio de 1633, pero completado dos años más tarde. Actualmente se ve desde casi todos los puntos de la basílica. Fue restaurado por última vez en 1758, hace más de 250 años. Entonces, durante tres meses, llegaron a trabajar sesenta personas al mismo tiempo para limpiarlo, remover la oxidación y fijar las piezas. Ahora, será encerrado de nuevo en una estructura de andamios, una 'jaula', dentro de la que durante nueve meses trabajarán «lo mejor posible» entre diez y doce personas.
La operación es de gran complejidad por la delicadeza de la pieza, que Alberto Capitanucci compara con una obra de orfebrería. «Aparentemente, el baldaquino parece de bronce, pero es una estructura polimatérica: además de este material, tiene decoraciones de madera y de cobre, dentro de las columnas hay una especie de hormigón y de hierros para sostener la estructura, que se apoya también en mármol», recuerda. «Es tan alto como un edificio de 10 pisos, más que el Palacio Farnese de Roma. Cada ángel que ves en sus esquinas pesa 2.500 kilos, los pequeños 'putti' miden dos metros y medio, la cruz, dos metros veinte… Estamos ante un gigante, y lo que haremos será una empresa titánica», añade.
Zander no esconde su expectación, pues espera que el proceso permita arrojar también nuevas luces sobre el trabajo de Bernini. «No excluimos que emerjan noticias sobre este argumento», asegura. «Pero sobre todo, estamos satisfechos porque devolveremos a los cristianos la belleza de este importante monumento», añade.
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