Ladrón de Fuego
Sara Montiel, una siux de molino
«Se cumplen diez años de la muerte de una artista que llegó muy joven a su propia posteridad, y que desde antañazo, casi, fue un desorden de uñas pintadas y escotazos locos»
Warren Beatty, el discípulo de Casanova

Diez años se cumplen de la muerte de Sara Montiel, y procede hacerle un recordatorio, más allá de sus artes en el cine, porque Sara se aúpa en la efervescencia de la estrella, que es cosa distinta a la actriz, aunque la incluya. El arte ... de fumar puros se lo enseñó Ernest Hemingway, y ella le hacía huevos fritos a Marlon Brando. Hablamos de la época remota de Hollywood, cuando Sara cobraba en «dólar USA», por decirlo a su manera vacilona y extranjerizante. Después vinieron 'La violetera', y el 'El último cuplé', que tuvieron algo de porno de la inocencia.
Sara llegó muy joven a su propia posteridad, con lo que la artista, desde antañazo, casi, fue un desorden de uñas pintadas y escotazos locos. Diríamos que dedicó media vida a coronarse de artista y la otra media a no perder la lámina lograda de estrella. En los setenta dejó el cine. Hizo las Américas, pero no le importó abandonar Los Ángeles, estando en aquella copa, porque allí sólo iban a apreciarla de india más o menos siux, y aquí fue prosperando como una doble de sí misma, pero en más guapa, solicitada y cachonda.
Yo creo que nadie la ha imitado mejor que ella misma, salvo algún travesti. Ha sido una siux de La Mancha, y en Los Ángeles no vio su sitio claro, aunque le dio tiempo a casarse con Anthony Mann, al que ella aludía como 'Anzoni', poniendo un ahínco de carmín en las sílabas que la hacían un poco yanqui de Ciudad Real.
Acuñó el idioma de mover lento las manos de abultada joyería. Tenía una cabeza de majestad, y remató varios matrimonios como un trámite previo a los divorcios, salvo con Pepe Tous, que fue el amor. La han imitado mucho los homosexuales, quizá porque a Sara no había mujer que la imitara. Le gustaba fardar de buenas piernas, aunque su escote era un escote de primer plano. Hizo carrera, y en el último tramo de su vida se la veía despistada, pasota o directamente desencantada de todo y de todos. Según el día. Pero no perdió nunca el oficio de la autoparodia, acaso su mejor papel. Se nos fue la que aquí pongo: una Marilyn criada en un molino, Antonia, la que cobró fuerte en «dólares USA».
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