El episodio que Ucrania oculta: los nacionalistas que apoyaron a Hitler para librarse de Stalin
Un amplio sector de la población ucraniana ayudó a Alemania a invadir el país, en 1941, para lograr la independencia de la URSS, en un hecho vergonzoso que todavía hoy interpretan como una acto patriota y no de colaboracionismo con el nazismo

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Cuando inició la actual invasión de Ucrania, Vladimir Putin aseguró públicamente que su operación tenía como objetivo «desnazificar» a la antigua república soviética. El prestidente ruso parecía olvidar que su homólogo ucraniano, Volodimir Zelenski, no solo es de origen judío, sino que tres de los hermanos de su abuelo fueron asesinados por los nazis en la ocupación del país en 1941. Estos hechos, sin embargo, no han impedido que el Kremlin siga manipulando la historia para justificar su ataque.

El eje de la identidad nacional rusa se basa en su sacrificio durante la Segunda Guerra Mundial. Muchos políticos y funcionarios todavía se irritan ante cualquier cuestionamiento del papel jugado por la URSS entre 1939 y 1945. A raíz de ello, el Kremlin sigue reinterpretando numerosos episodios de lo ocurrido, en los que magnifica el protagonismo de los soviéticos en la derrota contra los nazis y, por el contrario, minimiza la ayuda que muchos de sus ciudadanos prestaron al Tercer Reich en la persecución de los judíos.
Entre ellos estaban un buen número de ucranianos, aunque hoy apenas se recuerde esta colaboración en medio de una invasión que amenaza con colapsar al país como consecuencia de las ansias expansionistas de Putin. Pero lo cierto es que, cuando la Alemania nazi comenzó a ocupar Ucrania en 1941, que era parte de la Unión Soviética, los nacionalistas dieron la bienvenida a Hitler como un auténtido salvador. Fue la forma que tuvieron de oponerse a la URSS, que les había incluido en su imperio comunista en vez de concederles la independencia.
Colaboradores de Hitler
Este enfoque está tan de actualidad que, desde 2014, algunos políticos ucranianos han buscado glorificar el papel jugado por estos combatientes nacionalistas durante la guerra más devastadora de la historia, pero centrándose en su oposición al gobierno soviético más que en su colaboración con la Alemania nazi, aunque haya crímenes contra los judíos de Ucrania perfectamente documentados. De todas formas, este pasaje vergonzoso no otorga a Putin ninguna legitimidad para hablar de «desnazificación», puesto que no refleja la realidad de lo ocurrido.

En primer lugar, porque los judíos ucranianos fueron brutalmente masacrados por Hitler, aunque existiera un sector de la población que optara por colaborar con el genocida. Prueba de ello es la matanza llevada a cabo en el barranco de Babi Yar, en Kiev, que acabó con la vida de más de 33.000 personas entre el 29 y el 20 de septiembre de 1941. Un episodio sobrecogedor que hoy es considerado por muchos historiadores como el episodio con el que el Tercer Reich dio el pistoletazo de salida al Holocausto nazi.
Todo comenzó con la Operación Barbarroja, que el ‘Führer’ puso en marcha el 22 de junio de 1941. El teléfono del cuartel general del distrito militar de Leningrado sonó en plena madrugada. No era normal que solicitaran a esas horas desde Moscú una reunión «urgente» con el máximo responsable de la ciudad, por lo que era obvio que algo grave pasaba. El operador de señales Mikhail Neishtadt avisó al jefe del Estado Mayor, quien llegó cuarenta minutos más tarde con un humor de perros. «Espero que sea importante», gruñó, y este le entregó un telegrama: «Tropas alemanas han cruzado la frontera de la Unión Soviética».
«Fue como una pesadilla. Queríamos despertarnos y que todo hubiese vuelto a la normalidad», contó Neishtadt, pero pronto se dio cuenta de que no era un sueño, sino un asalto colosal de tres millones de soldados alemanes y decenas de miles de tanques y aviones que avanzaban por un frente de 2.500 kilómetros desde el mar Negro hasta el Báltico. Los objetivos eran Moscú, Leningrado y, por último, Kiev. De la conquista de la capital ucraniana y el país entero se encargó el Grupo Sur de Ejércitos, que ansiaba también la región industrial de Donetsk y Crimea.
«Primeros éxitos»
La primera noticia del avance de Hitler llegó a ABC el 9 de agosto: «Primeros éxitos de las operaciones alemanas en Ucrania, que anoche dieron a conocer un parte extraordinario de 103.000 prisioneros y 317 carros blindados, 858 cañones y 5.250 camiones de transporte perdidos por parte de los soviéticos». «Si me hiciera con Ucrania, los alemanes nadarían en la abundancia», había advertido Hitler en 1939. La forma en que el Ejército soviético se enfrentó a este Ejército gigantesco de fascistas todavía mueve el imaginario de los rusos y su orgullo nacional, aunque la reacción de sus mencionados vecinos ucranianos no fuera el deseado y todavía sea motivo de hostilidad.

La ocupación alemana se prolongó hasta 1944 y se concretó en el Comisariado Imperial de Ucrania, el organismo que administró el territorio bajo las órdenes de Hitler, el cual se extendió hasta el Donbass. Los ucranianos que optaron por resistir y luchar contra la ocupación se unieron al Ejército Rojo, pero en el oeste del país había muy poca o ninguna lealtad hacia la Unión Soviética. La razón era que esa región había sido anexionada por el gigante comunista solo dos años antes, durante la invasión de Polonia por parte de Stalin en septiembre de 1939. Sus habitantes no querían pertenecer a ese imperio.
No les importaba que Stalin les hubiera otorgado cierto grado de autonomía nacional y cultural, porque el sentimiento antisoviético era más fuerte que su odio a Hitler. Principalmente, por el ‘Holodomor’, el famoso genocio perpetrado por la URSS contra los ucranianos que, con la excusa de la colectivización de las tierras, mató de hambre a siete millones de personas entre 1933 y 1934. El recuerdo era tan doloroso que no dudaron cuando se les presentó la oportunidad de Hitler, al que por un tiempo consideraron algo así como su salvador.
Ejército y campos de concentración
Esa colaboración se concretó de diferentes formas: combatiendo directamente con el Ejército nazi, sirviendo como guardias en los campos de concentración, formando parte de la policía auxiliar supervisada por Alemania o participando en la administración local. Por ejemplo, durante la invasión de la Operación Barbarroja, más de cuatro mil ucranianos lucharon a las órdenes de la temida Wehrmacht detrás de las líneas soviéticas. Según el historiador Ivan Katchanovski, el 23% de los líderes en Ucrania de la época se inscribieron como agentes de la Policía auxiliar y el 18% fue entrenado por las escuelas militares y de inteligencia del Tercer Reich. Otros investigadores aseguran que estos porcentajes son mayores.

Los más entusiastas fueron los nacionalistas del oeste del país, que soñaban con que la caída de Stalin les permitiera restablecer un estado independiente. «Lo que nunca se cuenta, porque es incómodo para todos, es que más comunistas ucranianos colaboraron con los alemanes que los nacionalistas ucranianos», subraya el historiador Timothy Snyder. Uno de los colaboradores más destacados y polémicos de esos nacionalistas fue Stepan Bandera, que facilitó la conquista de los nazis.
Tiempo después se percató de que el ‘Führer’ jamás le otorgaría la independencia a Ucrania y cambió de bando. Al final Bandera fue víctima de las dos dictaduras. En primer lugar, porque fue detenido por los nazis antes de que finalizara la Segunda Guerra Mundial y pasó varios años en un campo de concentración, y en segundo, porque fue asesinado por un agente de la KGB en 1959. «Hay un segmento de la población ucraniana que recuerda esos intentos de lograr la independencia de Ucrania bajo Stalin, aliándose con Hitler, no como una colaboración con el nazimos, sino como actos de patriotas y héroes nacionales ucranianos», explicó Brian Taylor, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Siracusa, a la a BBC.
Stephan Bandera sigue siendo una figura muy polémica en la actualidad. En 2010, el presidente de Ucrania, Víktor Yúshchenko, le otorgó a título póstumo la condecoración de Héroe de Ucrania. El Parlamento Europeo, el ruso y el polaco, así como diversas organizaciones judías, condenaron inmediatamente dicha concesión, y el nuevo presidente, Víktor Yanukóvich, la declaró ilegal.