cultura
Antonio García Barbeito: «Un niño de pueblo tiene el mundo más cerca que uno de ciudad»
El escritor y poeta ha presentado 'Donde habita la memoria' (Almuzara), libro que recopila algunos de los artículos periodísticos que le ha dedicado a su pueblo natal, Aznalcázar
Antonio García Barbeito narra una historia de «ida y vuelta» en su primera novela, 'Talhara'
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Antonio García Barbeito (Aznalcázar, 1950) respira por cada poro de su alma la esencia de Aznalcázar. Desde que nació, pisó cada una de sus calles y recorrió todos los parajes y campos acumulando una serie de imágenes y vivencias que lo han acompañado para ... el resto de su vida. Fruto de ese amor perpetuo hacia el pueblo que lo viera nacer, a lo largo de más de 45 años ha ido escribiendo más de 1.500 artículos de prensa, destacando los que han ido apareciendo en ABC de Sevilla en los últimos años. Ahora acaba de seleccionar algo más de un centenar de estos textos y los ha reunido en el libro 'Donde habita la memoria' (Almuzara), una especie de fresco emocional en el que -como bien apunta el subtítulo de esta obra- el autor hace una serie de 'retratos' de los personajes que conoció, de los paisajes que transitó, de las experiencias que vivió y hasta de los primeros amores que experimentó durante esos años de infancia y primera adolescencia. Recientemente, este escritor y poeta acaba de presentar su nueva obra en la Casa de la Provincia en un acto al que asistió por sorpresa el alcalde de Sevilla, José Luis Sanz.
-Empecemos por el título del libro, que es muy becqueriano, sólo que aquí se habla de la memoria en vez del olvido.
-Efectivamente es muy becqueriano. Mi mujer, Lola Villar, y yo estábamos el año pasado en una corrida de los toros de la Feria de Abril de Sevilla. Ella me preguntó si había pensado en un título para el libro. Yo contesté que se me había ocurrido 'Donde la memoria', pero ella me sugirió que por qué no lo titulaba 'Donde habita la memoria', y ese título me pareció perfecto.
-En su prólogo, Lola Villar habla de que la memoria no sólo es recordar, sino rememorar.
-Ella ha escrito un gran prólogo y además sin hablar de mí. Es profesora de Filosofía y escribió el libro 'Plácido Fernández Viagas: Andalucía, una cuestión de justicia'. A la hora de escribir el prólogo se ha basado en los filósofos que hablan de la memoria y le ha salido un texto fantástico. Rogelio Reyes Cano ha destacado que Lola ha escrito un gran prólogo sin alardes.
-¿Por qué ha elegido este momento para publicar un libro sobre su pasado en Aznalcázar?
-En verdad no lo he elegido yo. La idea surgió porque hace unos años hablé con la alcaldesa de Aznalcázar, Manuela Cabello González. Le dije que tenía más de 1.500 textos sobre el pueblo y que podría hacer una selección para un libro. Ella me dijo que yo los eligiera y que el Ayuntamiento lo publicaría. Al final le dije que quería buscar una editorial. En ese momento de transición, Manuel Pimentel me dijo que quería que escribiera para Almuzara. Hablé con Rosa García Perea y me adelantó que iba a salir una edición preciosa. Al final acordamos que el Ayuntamiento se quedara con un número de ejemplares. Como ellos patrocinan la edición, el libro va con el logo del Ayuntamiento y con una introducción escrita por la alcaldesa. Hay textos de más de cuarenta años. Son artículos de prensa que yo escribí sabiendo que no estaba haciendo periodismo, sino páginas de un libro. Fueron artículos que he ido publicando en ABC de Sevilla, en El Correo de Andalucía, en El Mundo, etc. Todos los textos han aparecido en prensa y pensaba que algún día formarían parte de un libro. No me quiero comparar por supuesto a él, pero Victor Hugo publicó 'Los miserables' por entregas en prensa y luego editó la obra en un libro.
-Los capítulos del libro comienzan con dedicatorias a la memoria de distintas personas que ya no están, como sus padres -Modesta Barbeito Delgado y Antonio García García-, y también dedica textos a personas del presente muy vinculadas a usted, como Lola Villar, Francisco Gallardo, Rogelio Reyes…
-He querido hacer un homenaje a gente de mi cercanía. Muchas de esas personas ya no están, como mis padres, mi hermano Jesús y otra mucha gente, pero están muy presentes en el libro. Hay personas que eran mucho más mayores que yo, como José Vera Ventura, que trabajó un año con mi padre en la era. Hay un texto dedicado a él que se llama 'Circo cereal'. Era un hombre de una familia humilde. Anunciaba por el pueblo las carteleras del cine. Uno de sus hijos tocaba la corneta y él, el tambor. Ellos iban anunciando por el pueblo la película que proyectaban ese día. Su hijo pequeño coincidió conmigo en la escuela. También le dedico textos a Lola, a Paco Gallardo, a Víctor Jiménez, a Rogelio Reyes Cano, a amigos míos de Aznalcázar y a gente que no eran amigos míos, pero estaban cerca. A don Manuel Monsalve, mi maestro, le dedico el texto del recreo. Creo que el texto más viejo de los que he seleccionado es 'Verano black', que puede tener unos cuarenta y cinco años. Fue el verano que murió Toni, el bajista de Los Bravos (junio 1990). Ese es de los textos a los que le tengo más cariño. Algunos artículos están perfectamente connotados con la dedicatoria. Con mi tío Juan hablaba mucho de la muerte. De ahí el tema del silencio. Además, hay textos escritos en verso.
-Son estampas del pasado donde usted habla de las pequeñas cosas de la vida cotidiana, sucesos que para un niño al final adquieren una dimensión inmensa.
-Para un niño de pueblo como era yo esas pequeñas cosas suponían más que para un niño de la capital. El niño de pueblo tiene el mundo mucho más cerca que uno de ciudad. Conocíamos el campo y los vientos cuando iba a llover. Veíamos también la sexualidad animal, ya que contemplábamos cómo se apareaban las especies: el burro con la burra, el perro con la perra, el gallo con la gallina. Nosotros girábamos alrededor de ese mundo como un tiovivo. Nos acostumbrábamos muy pronto a las cosas. Había muchos asombros, pero también nos curtíamos muy pronto. Teníamos sed y sabíamos dónde podíamos beber. Mi escritura tiene la gran base en el campo, en el mundo de la era. El verano en el campo me ha marcado también. El campo es mi mies y ha sido siempre fundamental para mí. Me atraían las pequeñas cosas y los personajes. Lo local al final se universaliza. Con mi padre íbamos al olivar a escandallar. De un olivo cogía tres aceitunas, de otro seleccionaba cuatro, y así iba repitiendo el proceso varias veces. Al final cogía un kilo y medio más o menos para llevarlo como muestra y me decía: «Esto me va a dar la media de lo que tiene el olivar». En el pueblo lo teníamos todo: días de fiesta, días tristes, el recreo de la escuela, penas, alegrías, procesiones, etc. En el pueblo tenía un escandallo de todo lo que era la vida. Los niños de pueblo dominábamos ese pequeño mundo por el que pasaba todo el mundo.
-También dedica episodios a la escuela, a la primera lectura, a los dictados... ¿Cómo se vivía esos años en una escuela de un pueblo tan rural?
-Tengo un recuerdo muy bonito. La diferencia de edad entre dos alumnos podía ser de seis o siete años. Vicente Pérez Domínguez me enseñó a leer. Luego fue cartero. Era de los mayores y me enseñó a leer. Pero donde en verdad aprendí a leer fue en los tebeos y en el diccionario que me regaló mi padre cuando tenía unos 12 años. En la escuela se cantaba no sólo la tabla de multiplicar y los limites de España, sino también canciones como el campanillero. Cuando eras niño era difícil ver las penas. Si había carestía no echabas en falta una vida holgada. Recuerdo los recreos en la falda del cerro donde estuvo una fortaleza árabe. También las idas al campo o las horas de lectura, donde era lo único en lo que he destacado. Luego, con 13 años, en la escuela nocturna destaqué también en los dictados. Todo viene de las lecturas. Tengo un buen recuerdo de la leche en polvo y del queso naranja que tomábamos el fin de semana. Carmen Martín Gaite decía que los primeros años de una persona, hayan sido dulces o amargos, son los más novelables de la vida. Estoy totalmente de acuerdo con ella. Cuando me fui a Gines con 17 años sabía que llevaba en mi memoria material para pasarme toda la vida escribiendo. Allí de hecho empecé a escribir. En Gines fue también muy importante para mí la vida en el molino, de la que tengo un gran recuerdo.
-Hay espacio también en este libro para los primeros amores.
-Yo decía que me enamoraba más que mis amigos. Enrique Soria, poeta, decía que los poetas nos enamoramos del amor. Yo me enamoraba de todas las forasteras que venían porque era lo novedoso. Fueron amores sin roce y muy bonitos. Hay un texto dedicado a una niña de mi pueblo que vivía en Barcelona y que vestía de maravilla. Trabajaba en un sitio muy bueno y tenía mucho dinero porque ganaba un buen sueldo en Barcelona. Yo ganaba lo que gana un chaval en el campo. Un día estaba con ella y conjugó mal un verbo y yo le dije que eso no se decía así. En ese terreno de lo lingüístico era en lo único que podía destacar por encima de ella. Después de haberle corregido, ella se puso colorada como un pavo. Fue una niña de la que estuve muy enamorado y era un año mayor que yo. El texto que le dediqué se llama 'Dictado'.
-En la presentación estuvo el alcalde de Sevilla, José Luis Sanz.
-Fue un acto muy bonito y cuando José Luis Sanz apareció me dio una gran sorpresa. Se lo agradecí mucho. Estuvo también mi alcaldesa, Manuela Cabello. El libro ha sido una forma de dejar algo escrito sobre Aznalcázar después de todo lo que el pueblo me ha permitido vivir en cuanto a personajes, sensaciones, fiestas, etc. Todo lo que pude vivir lo he expresado en estos textos.
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