entrevista
Reyes, dueña de Casa Morales: «Tengo glóbulos blancos y glóbulos tintos. Y en este bar se aplica el artículo quinto»
La taberna cercana a la Catedral de Sevilla que conserva un balazo incrustado en una columna de la época de la Guerra Civil, cumple 175 años con muy buena salud y como la segunda más antigua de la capital andaluza
«Cuesta la misma vida encontrar camareros y hemos tenido que cerrar al mediodía»
«Mi tío se enfadó porque no quería servir comida. Sólo compró una paletilla y no compró otra hasta que se acabó»

Reyes Morales representa la cuarta generación de Casa Morales, un establecimiento familiar situado a pocos pasos de la Catedral de Sevilla y que cumple 175 años de vida. Es la segunda taberna más antigua de la capital andaluza tras El Rinconcillo, un hito al ... que su propietaria ha contribuido de una forma notable con la introducción de una carta de tapas muy variada que incluye su ya mítica pringá. Reyes confía en alguno de sus dos hijos -uno de ellos es médico- para que el bar fundado en 1850 por su bisabuelo, Leocadio Morales Prieto, sobreviva, al menos, otros 175 años más. Casa Morales nació como una bodega dedicada a la venta de vinos de Valdepeñas, que se despachaba a granel desde las enormes tinajas con las que los japoneses se hacen hoy «selfies». Muchos «guiris» han adoptado este establecimiento como un atracción turística más de Sevilla y hacen cola desde las 12 de la mañana para entrar.
-¿Ha pasado mucho tiempo de su vida en Casa Morales?
-He vivido aquí toda mi vida y he estado en la bodega siempre con mi padre y mi tío, aunque muchas veces me reñían y me echaban fuera porque me decían que las niñas no podían estar en las tabernas. Aunque a mí esto siempre me ha encantado y es mi vida. A mi abuelo no le llegué a conocer porque murió en 1930 y mi padre y mi tío se quedaron muy jóvenes con la bodega.
¿Qué es lo más importante que le enseñó su padre?
-La rectitud en la vida. Los dos tuvieron una rectitud muy grande y esos valores los aprendí de ellos. También el cariño hacia el negocio. De hecho, hubo un tiempo en que nos propusieron derribar la manzana entera y les ofrecieron mucho dinero por la casa. Pero mi padre dijo que no y los únicos que quedamos de la manzana de esa época somos nosotros.
-¿Cuántas crisis económicas ha tenido que superar?
-La que vino después de 1992 y la de 2008, que se notó muchísimo. Fue un bajón muy grande y la pandemia nos castigó también mucho. Esto es un lugar cerrado, sin veladores, y la gente estaba un poco reacia a entrar. Pero hay que aguantar.
-Ustedes pasaron también por la Guerra Civil.
-Sí, también sobrevivimos a eso. Y tenemos hasta una bala de 1936 incrustada en una columna. Nuestro tirador de cerveza es uno de los primeros que hubo en Sevilla,
-¿Cómo resistieron la crisis de 2008: reduciendo precios o reduciendo el tamaño de las tapas?
-No. Mantuvimos los precios, la calidad y el tamaño. Si no, te pierdes.
-¿Le gusta el vino?
-Me gusta. Por eso siempre digo que, si me hacen una analítica, da «glóbulos blancos y glóbulos tintos». Y siempre hablo del artículo quinto: lo mismo que da el blanco que el tinto. Esa frase se decía mucho en el 97, cuando se preguntaba al cliente qué vino quería.
-Esto le vendrá de familia, que sabían todos mucho de vinos.
-Sí. Aquí siempre hemos vendido el Valdepeñas del año, que es lo que se copeaba de Madrid para abajo. Ahora ya evolucionamos y servimos también vinos de Rioja o de Ribera del Duero, o de la tierra de Cádiz.
-¿Cómo era hace cuarenta años este bar y cómo era su clientela?
-Yo recuerdo muchos amigos de mi padre, de los bancos, de la oficina, del aeroclub. Venían militares, recuerdo, por ejemplo, a don Gustavo Bacarisas, que era amigo de mi padre. La clientela era muy variopinta, también la digamos ilustre en Sevilla, la clásica sevillana.
-Ahora vienen muchos turistas.
-Sí, pero a los turistas no les puedes cerrar las puertas. Cuando vamos nosotros fuera, nos va a pasar lo mismo. Hay mucho turismo pero gracias a Dios también hay mucha gente de aquí y nosotros enfocamos el negocio siempre al sevillano y al parroquiano. Nuestras tapas son sangre encebollá, menudo carne con tomate, bacalao con tomate. O sea, lo clásico de Sevilla.
-¿Le ofrecieron alguna vez comida de fuera para servirla a sus clientes, como hacen otros bares con menos solera?
Sí, nos ofrecieron paella, gazpacho o sangría, pero eso no nos va. Nosotros lo elaboramos todo aquí, hacemos nuestro gazpacho en verano, y también un arroz con pato o un arroz con carrillada muy rico.
-En su bar los turistas hacen cola para entrar desde muy temprano.
-Sí, empiezan a las 12 de la mañana. Además quieren sentarse, no quieren barra como nosotros.
-¿No teme que Casa Morales acabe convirtiéndose en una especie de parque temático para turistas?
-Yo no lo quisiera pero ya le digo que no se le puede cerrar la puerta al turista. El sevillano ha presumido de ser un buen anfitrión pero esto es para los sevillanos. Ahora viene la Semana Santa y ahora vienen todos los de las sillas. Y ya no se ve tanto turismo. El sevillano busca la cervecita rápida y la tapita y vamos que nos vamos, que vamos a ver otra. Es un público que se repite.
-¿Hacen estudios de mercado de lo que hacen otros bares?
-Claro. Me gusta mucho una tapa y un bar y me gusta ir a tomar una cervecita. Esto es de toda la vida, desde que yo era chica, yo veía un bar que habían abierto nuevo y quería ir.
-¿No los considera competencia?
-Son amigos. Yo me fijo, por ejemplo, en la cerveza. Si yo tengo la caña ahora mismo a un euro con noventa, veo lo que hay alrededor porque no quiero ser ni el más barato ni el más caro. Muchas veces le digo al dueño que le he hecho una foto a la carta. Más que nada por saber los precios. Voy a Casablanca, Ventura, Romero, Pedro, Ramón, Rogelio Trifón.
¿Se lleva bien con sus «amigos» de la competencia?
-Nos llevamos estupendamente, nunca hemos tenido problema. Y eso lo aprendí de mi padre, jamás vi un mal rollo con cualquier otro bar. Lo bueno es que se mueva la gente por el centro. El que va a Rogelio Trifón, después a lo mejor viene aquí, y luego se va a otro. O va a la freiduría. Hay sitio para todos.
-¿Alguna vez se han prestado barriles de cerveza?
-Muchas veces. Tanto ellos a nosotros como nosotros a ellos.
-Las tapas de cocina no se las prestan, ¿verdad?
-No. Hasta ahora no se ha dado el caso.
-¿Qué opina de la normativa municipal de los veladores?
-A mí no me afecta mucho, aunque tengo unas mesas altas para la gente que quiere fumar. Sevilla vive en la calle y eso lo tienen que tener en cuenta. A los sevillanos no nos gusta meternos dentro y gracias a Dios el clima durante todo el año nos permite estar fuera. Yo entiendo que hay que llegar a un término medio, sin molestar a los vecinos ni tener abierto hasta las tantas.
-¿Los veladores y los peatones pueden convivir en las aceras?
Sí. Te miden el acerado y te permiten o no ponerlo todo. Yo tengo permitido algún que otro sillón y creo que el pasillo existe.
-En algunos casos los veladores ocupan prácticamente todo el espacio de una plaza y los vecinos protestan.
-Eso tampoco es lógico, que un velador te impida salir o que invada tu portal. Pero normalmente los veladores están en la fachada.
-¿Su negocio es demasiado sacrificado?
-Sí, cuanto más grande es la fiesta, más se divierte la gente y más trabajo tienes tú. Y todo el mundo se divierte mientras nosotros trabajamos. Nosotros empezamos con los desayunos cuando nos obligaban a cerrar a las seis de la tarde. Ahora, por ejemplo, la hora de del mediodía y la hora de la noche, que son las más fuertes, son muy sacrificadas. ¿A quién no le gusta irse a pasear un sábado a mediodía o un Domingo de Ramos?
-Varios taberneros sevillanos dicen que se gana bastante dinero con esto, pero que no se tiene tiempo para gastarlo. ¿Es su caso?
-No voy a decir que no se gane dinero pero también hay muchos gastos, mucho personal, Pero a mí me gusta estar aquí y yo disfruto. Aquí hay muchas tertulias y muchos amigos que vienen.
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