ONCOLOGÍA INFANTIL
Juanma, el niño sevillano que anima a su oncólogo: «Me gustaría ser médico como él»
Ha superado tres ciclos de quimio y declara su admiración por el doctor Eduardo Quiroga y por todo el equipo de Oncología Pediátrica del Virgen del Rocío de Sevilla, que lo atiende desde hace ocho meses: «Sé que hay que estudiar mucho pero me gustaría ayudar a la gente como ellos me han ayudado a mí»
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«Juanma sólo tiene 14 años, está con la quimio por un linfoma y me anima a mí en la consulta», cuenta admirado el oncólogo Eduardo Quiroga, y que lleva casi treinta años tratando linfomas y cánceres en la Unidad de Oncología Pediátrica ... del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla. El doctor Quiroga, un profesional muy reconocido que imparte charlas por toda España, no recuerda haber tenido a ningún paciente como Juanma. «Lo normal es que el médico haga todo lo posible por tratar de animar al enfermo, que en mi caso son siempre niños que sufren una enfermedad durísima que no siempre entienden y cuyos efectos secundarios son dolorosos, pero él es diferente. No es raro que me diga: «Te veo triste hoy Eduardo, ¿qué te pasa?».
Los oncólogos también tienen días malos, e incluso muy malos, aunque no tengan un cáncer dentro amenazando su vida, como todos sus pacientes. Y Juanma, que vive en la localidad sevillana de Guillena, es un chico especial al que la enfermedad le ha hecho madurar tanto que le ha convertido en adulto casi de repente.
Ni Juanma ni sus padres, Gonzalo y Laura, se imaginaban que tenía algo tan grave cuando lo llevaron al hospital Virgen Macarena de Sevilla hace nueve meses. «Pensábamos que era su alergia al olivo porque se le inflamó la cara, pero por la noche empezó a hacer ruidos raros al respirar, así que lo llevamos primero al consultorio de Guillena y pocos días después, cuando se puso peor, al hospital», cuenta su madre. Era un domingo de octubre que nunca olvidarán. «A las 9 de la noche empecé a sentirme muy mal y a asfixiarme», recuerda Juanma, al que le hicieron varias pruebas en Urgencias, tras las cuales lo derivaron al Virgen del Rocío en una ambulancia. Destino: Oncología Pediátrica.
«Eran las tres de la madrugada del lunes y cuando entramos por esa puerta del hospital con ese letrero (el que pone 'Oncología Pediátrica') no nos lo podíamos creer. Nos parecía una película, algo irreal, que no nos estaba pasando a nosotros. Estábamos seguros de que los médicos se habían confundido, que era un error y que nos lo dirían al día siguiente», cuenta su padre.
Pero no era ningún error. «Nos dijeron que tenía un tumor en el mediastino que le oprimía la tráquea y que por eso no podía respirar». Juanma cuenta que la primera semana no era capaz de tumbarse porque se asfixiaba y lo tuvieron que llevar a la UCI. «Los tratamientos han sido muy duros porque me han producido muchos efectos secundarios, especialmente en los tres meses de invierno», recuerda. Su 14 cumpleaños lo pasó en el hospital.
Juanma ha superado ya tres ciclos de quimioterapia intravenosa y le queda una cuarta fase de quimioterapia oral que podrá recibir en casa sin tener que desplazarse al hospital. El tratamiento, si todo sigue como hasta ahora, durará dos años. «Ya no hay rastro de la enfermedad. Y todo indica que la curación es un hecho. Le seguiremos haciendo pruebas y análisis cada dos o tres meses y los seguiremos controlando durante cinco años más para comprobar que no haya recidiva», comenta su oncólogo .
Gonzalo padre, Gonzalo hijo, Laura y Juanma forman un gran equipo. Su madre cuenta que al principio prefería estar en el hospital porque sentía que «sólo aquí me comprendían». Y a su hijo le ocurría algo parecido hasta el punto de que se plantea estudiar Medicina. «Aún no lo tengo claro pero me gustaría. Admiro mucho a todos los profesionales que me tratan y me gustaría ayudar a la gente como ellos me han ayudado a mí». De cáncer lo ha aprendido casi todo y los tipos de quimioterapia que existen los podría recitar de memoria. «Sé que hay que estudiar bastante pero ojalá pueda». Dice su madre que a su hijo lo que le gustaría es «entrar directamente en las prácticas MIR y mandar la quimioterapia». Hace falta más investigación, añade.
Más niños con cáncer
La Unidad de Oncología Pediátrica del Virgen del Rocío siempre está muy concurrida. «Cada vez hay más niños con cáncer, no me imaginaba que había tantos casos en Sevilla», declara sorprendido Gonzalo, el padre. Su hijo menor, Gonzalo (10 años), también tuvo que madurar de repente para pasar a un segundo plano ante la enfermedad de su hermano mayor.
El 14 de junio Juanma irá a los Pirineos, al Valle de Arán, junto con otros niños con cáncer en fase de curación. «Nadie de mi edad puede imaginarse lo que yo he pasado y ellos me van a entender. Espero hacer amigos allí y pasármelo bien, aunque no estoy todavía al cien por cien», cuenta.
Ya los ha hecho en la unidad oncológica, además de ganarse la amistad y admiración de su oncólogo y demás sanitarios. «Me siento querido por todos ellos -dice Juanma-. He conocido a niños con cáncer como yo y son todos muy buenos». Cita a Marcos, Iván, Santiago, Patri y Nuria.
Juanma ha pensado muchas veces, en la soledad de su habitación, por qué le ha tocado esto, qué ha hecho él para merecer esto. «Se lo pregunté a Eduardo y él me dijo que esto es totalmente azar y que le toca a una persona entre mil y me ha tocado a mí».
Los médicos, enfermeros y demás sanitarios nos han tratado muy bien, cuentan los padres de Juanma que considera a Eduardo, su oncólogo, su «amigo». La humanización que preside la práctica médica en esta unidad salta a la vista y debería servir de modelo para otras muchas. «Cuando Eduardo venía a verlo y él estaba peor, el médico le sonreía y esa sonrisa era como si le diera la vida -dice su madre-. Ver a Eduardo le daba seguridad. Lo quiere muchísimo.
Quizá por esa admiración y esa empatía se plantea hacerse médico o estudiar una carrera relacionada con la salud. Aunque de momento su prioridad es ir a los Pirineos y visitar con sus amigos el pantano de Guillena, el más grande de los que abastecen a Sevilla. Y dice que también quiere volver a jugar al pádel, uno de sus deportes favoritos. En cuanto le quiten la vía abierta para la medicación en el brazo podrá bañarse en la piscina y en el pantano.
Mucha gente en su pueblo pregunta por él desde que supieron de su enfermedad: «Cuando no se encontraba bien, prefería no salir a la calle para que no le preguntaran. Porque no quería decir que estaba bien si no lo estaba y tampoco quiere preocupar a la gente», cuenta su madre.

A Juanma le gusta hablar en público y ha participado en algún acto de la Asociación de Lucha contra el Cáncer, Andex, la Asociación Española para los Efectos del Tratamiento del Cáncer y la fundación Pequeño Deseo. «A los médicos les pregunta todo sobre su enfermedad y para qué es cada cosa que le van a poner. Yo creo que va también para periodista«.
Voluntarios de Andex visitan a los pacientes todas las semanas. También lo hace una psicóloga y un fisioterapeuta. «Irene ha hablado mucho conmigo pero hasta ahora no he necesitado un psicólogo. Cuando he estado triste, sobre todo en invierno, ha sido por el dolor, más que nada», dice Juanma. Explica que el fisio le ha ayudado también a levantarse cuando, por la quimioterapia, no tenía ganas. «Los corticoides me daban mucha hambre y la quimio mucha fatiga. He estado como en una noria», cuenta. Los corticoides le cambiaron el humor y le provocaron sarpullidos en la espalda que enseña al periodista sin quejarse ni lamentarse. Esto es una carrera de fondo y es consciente de que debe seguir pedaleando. Pero sabe también que la está ganando.
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