el rincón de...juana maría solís garrido
«El carretero me decía que iba a volver locos a los bueyes de tanto hablarles»
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Mandó en el simpecado de Villamanrique en el año 2012. Aún recuerda y se emociona cómo al mando de su voz los bueyes subieron los siete escalones hasta meterse en la iglesia.
–De los primeros recuerdos rocieros suyos estará la salve que le cantaba ... su abuela al simpecado al pasar por su casa.
–Es así. Yo era muy niña. Y mi abuelo era hermano mayor de la hermandad. Resulta que en casa de mis abuelos le preparaban una habitación al simpecado, hermoseada con cortinas, macetas de aspidistras, velas encendidas. Y en la puerta se bailaban sevillanas.
–Su abuelo engalanaba el cajón del camión donde tantos amigos hacían el camino.
–Recuerdo que se iba en camiones, algunas carretas de bueyes también, pero en el camión y en una furgoneta, que aquí le llamaban La Tani, iban medio pueblo. Todos los que no tenían manera de llegar.
–Usted fue al Rocío antes de nacer. ¿Es así?
–Así es. Mi madre, embarazada, me llevó al Rocío que lo pisé con sus pies y lo vi con sus ojos. Igualmente puedo decirte que lo sentí con su corazón.
–Y lleva sesenta y seis rocíos en lo alto.
–Digo. Y siempre me parecen pocos.
–Quizás el más inolvidable sea aquel en el que fue carretera del simpecado de Villamanrique.
–En Villamanrique es el único sitio que conozco donde una mujer pueda ser carretera del simpecado. Yo lo fui en 2012. Cerré el acuerdo con la hermandad sabiendo que siempre hay lista de espera. Hoy en día hay apuntados manriqueños y manriqueñas para salir de carretero o carretera hasta 2035.
–Vamos por partes. ¿Usted sabía manejarse con los bueyes?
–Nada. No me daban miedo e iba con el carretero a su vera por promesa y devoción. Pero de bueyes no sabía nada. Aprendí a carretear con Juan José, el carretero oficial de la hermandad.
–O sea, que la adiestraron.
–Así es. Cuatro meses antes de salir para el Rocío, a diario, estuve carreteando por los caminos de Villamanrique: la dehesa Boyar, Gato, por el pueblo inclusive, para acostumbrar a los bueyes al gentío.
–¿Qué fue más difícil de aprender?
–Quizás el uncir los bueyes al yugo. Necesitaba ayuda física del carretero. Pero yo le ponía los frontiles, les ajustaba los fajines a los bueyes y lo que hiciera falta.
–También contaba con el consejo de su madre, que le decía que le hablara mucho a los animales.
–Efectivamente. Ése era su consejo: que le hablara, que los acariciara, que los mimara. Y que se quedaran con el tono de mi voz. Fundamental para llevarse bien con ellos.
–¿Le hablaba de fútbol, de política, del tiempo?
–(Risas) No, no, ni el fútbol ni la política entran en este asunto. Yo los llamaba por su nombre, los míos se llamaban Patrón y Caminante, este último con gotas de sangre brava, porque venía de la ganadería de los Moreno Santamaría. Y con esos bueyes hay que tener cuidado. Recuerdo que Caminante, mientras carreteaba, me dio un hocicazo que me dejó de rodillas en el suelo. Luego se portaron maravillosamente.
–Juan José, el carretero oficial, le decía que los iba a volver locos…
–(Risas) Sí, me decía que les hablaba muchísimo. Y es que yo tengo la lengua suelta.
–También le dijeron que usted no era carretera…
–(Risas) Es verdad. Me dijeron que no era carretera, que era una autopista.
–Pero los bueyes estaban encantados con usted, los trataba con amor, oían su voz y se levantaban al momento.
–Sí, sí, los animales respiran con dificultad en el camino por el polvo en suspensión. Y yo les empapaba de agua fresca los huecos de la nariz y también les colocaba botellas de agua fría en los morrillos.
–¿Qué recuerdo vuelve de forma recurrente a su memoria?
–Cuando salimos de la capilla en dirección a la iglesia de Santa María Magdalena, donde hay que subir los siete escalones con los bueyes y la carreta. Los animales entraron y pasaron cerca de la pila bautismal. Llegaron a atravesar el umbral.
–No creo que haya cantado con más emoción que aquel día las sevillanas de su amigo Juan Valladares.
–Esa sevillana dice: «Mi sitio está delante del simpecado». Todavía me estremezco al recordarlo.
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