OJO DE HALCÓN
El salto al vacío de Marisú Montero
Es una ironía que estuviera en primera línea de la manifa sanitaria quien peor gestión hiciera de ésta. Que fuese ella como titular de Hacienda quien indultase su gestión como consejera de Salud no tiene un pase

En el Partido Socialista apuestan por la teoría más piadosa para justificar la semana 'horribilis' de María Jesús Montero: ella soporta una carga homérica de trabajo. Con eso confían exculpar los imponentes errores cometidos por ella estos días, con un desgaste que nadie esperaba. En ... un momento en que necesitan presionar a Juanma Moreno, los fallos mayúsculos de ella copan la conversación pública. Y a eso se añade el lastre del pasado que ABC de Sevilla ha destapado esta semana sobre su gestión siempre polémica como consejera de Sanidad con irregularidades que ella maniobró para tapar siendo consejera de Hacienda. Ya es una ironía que ayer quisiera estar en primera línea de la manifa sanitaria contra San Telmo quien peor gestión hiciera de ésta dejándola muy debilitada. Sólo faltaba que prometa llevar la sanidad a lo más alto quien la dejó en lo más bajo. Y, eso sí, hay algo seguro: no va a poder tapar esta semana 'horrribilis' parapetándose en el acento andaluz.
Presunción
Si bien se mira, a la vista de lo publicado estos días por ABC de Sevilla, es lógico que María Jesús Montero haya rectificado y vuelva a declarar su fe en la presunción de inocencia. Por la cuenta que le trae. De hecho, la cosa pinta fea. La gestión de la Fundación Progreso y Salud es demasiado turbia como para confiar en que su carpetazo de entonces lo dejase todo atado y bien atado. Las explicaciones de la Vicecasitodo no son explicaciones. Que fuese ella como consejera de Hacienda quien indultase su propia gestión como consejera de Salud no tiene un pase.
La controversia mayúscula provocada por las palabras injustificables de María Jesús Montero –«Qué vergüenza que todavía se cuestione el testimonio de una víctima y se diga que la presunción de inocencia está por delante del testimonio de mujeres jóvenes…»– ha dejado muy tocada a la ministra de Hacienda, en un momento en que su prestigio ya naufragaba con el fracaso de los presupuestos. Esa frase abona la percepción sobre su escasa entidad intelectual e incluso moral. Y su disculpa resultó poco convincente: en definitiva, dejó claro que se disculpaba por haber dicho lo que pensaba, pero no por pensar lo que pensaba, puesto que siguió atacando la sentencia.
¡Amenaza privada!
En otro mitin, horas después, lanzó la polémica de la universidad privada, aunque Pilar Alegría y el partido trataron de acudir en socorro de ella asegurando que el debate no era sobre la privada sino sobre la calidad: «Esta confrontación es clara y sencillamente una mentira, porque, repito, esto no va de universidades públicas contra universidades privadas, esto va de universidades buenas contra universidades malas». Pero era Pilar Alegría la que mentía. Lo que había dicho María Jesús Montero estaba muy claro: «La Universidad privada es la principal amenaza que tiene la clase trabajadora. No podemos permitir que alguien se compre el título y la formación compitiendo con el hijo del trabajador». Ahí está: «La Universidad privada es la principal amenaza que tiene la clase trabajadora». Y añade: «No podemos permitir que alguien se compre el título». Es enemiga de lo privado, como sucede con la sanidad. Creen que la palabra 'privado', como sucede a tantos políticos forjados bajo las viejas consignas marxistas, estigmatiza. Claro que a ella, que ayer marchaba sobre San Telmo con los sindicatos que coreaban consignas irreales sobre la privatización de la sanidad pública andaluza que ha incrementado el presupuesto en un 40% y la plantilla casi en 30%, podría caérsele la cara de vergüenza si hiciera recuento de los conciertos con la privada con el PSOE en esa cartera que ella misma dirigió. Pero para eso tiene que pesarte la vergüenza.
Acento
Su gran hallazgo este viernes para desviar los focos, en otro mitin de fin de semana, fue acusar a Juanma Moreno de no defender el acento andaluz. Ya no es que sea falso notoriamente; sobre todo es ridículo. Pero ahí sigue erre que erre, confiando en 2025 en la barricada del acento: «En el Partido Popular creen que somos analfabetos porque tenemos acento…». ¿Y de verdad incluye ahí a Juanma Moreno, que obviamente estaría considerándose analfabeto a sí mismo como andaluz con acento andaluz? Cuesta creer que estas ideas brillantísimas estén escritas por un 'speechwriter'. Debe de ser frescura improvisada. Claro que es demasiado absurdo pensar que una mayoría absoluta de andaluces vota al PP aunque este partido desprecie a los andaluces. Y tampoco lo piensa, con seguridad, la mayoría del resto de andaluces. Eso sólo existe en la cabeza de María Jesús Montero, como decir que en el PP creen que los andaluces «estamos todo el día vestidos de toreros». Qué cosas. En su cabeza debió de parecerle una buena idea.
Gente seria
La desesperación es mala cosa en política. Ahora amenazan con derribar medio Algarrobico –por cierto que los cinco meses que anunció Montero ya es «este año», y subiendo– y dejar en pie el otro medio que compete a la Junta. ¿De verdad ese es el plan? Este estilo gubernamental de imponer su agenda a las comunidades por sus santísimos debe de ser la famosa «cogobernanza» del sanchismo.
Claro que el mejor titular del fin de semana es: «El Gobierno ofrece abrir el peaje de la autopista de la Costa del Sol si lo paga la Junta de Andalucía». ¡Formidable! Ofrezco solución si la paga otro… Esto no lo vimos venir.
Cuerpo vs Montero
Tal vez muchos de estos errores se deban a verse, además de desbordada, también descolocada. Un hecho insólito ha dejado a Montero en una posición incomodísima: Sánchez ha elegido a Carlos Cuerpo para las relaciones con administraciones y partidos sobre la crisis arancelaria, por más que éstos sean una figura tributaria que corresponde a Hacienda. Tal vez sea porque el perfil dialogante y conciliador del ministro contrasta con el carácter sectario de María Jesús Montero. O tal vez Sánchez empiece a pensar que ella, en efecto, ya no da más de sí.
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